MENDOZA, (Diego Jemio, especial para LA GACETA).- Toda Mendoza está en la calle San Martín para ver la Vía Blanca de las Reinas. Hay, dicen, medio millón de personas. Señoras de vestido largo, funcionarios, invitados y el gobernador de Mendoza, Celso Jaque, siguen la recorrida desde el palco oficial. Abajo, miles de adolescentes y familias levantan banderas y cantan postulando a su candidata a Reina de la Vendimia. Los comercios pegaron la imagen de su soberana favorita. El merchandaising callejero incluye pequeñas coronas de juguete y una herramienta que ningún turista entiende: un palo de escoba con una canasta -de las que visten las damanjuanas- atada a la punta.
Antes de la explosión que anuncia el ingreso de ellas, toca "La Banda de Música y Guerra" y suena la Marcha de la Vendimia, que en estos días está en las radios, canales y cuanto parlante saquen a la calle. La letra nombra a los departamentos, habla del sol y del vino, del rumor de las acequias y de la tierra que "acunó la libertad". Los mendocinos están tan orgullosos de serlo, tan felices con su ciudad limpia.
A media mañana comienza el desfile de la corte mendocina, compuesta por reinas de otras fiestas que se realizan durante el año. El listado es enorme e incluye desde las ex reinas de la Vendimia hasta cargos con menos glamour como la del chivo, agua y petróleo. Con voz engolada y frases del estilo de "ramillete de bellezas", el locutor anuncia el ingreso de ellas, "sus majestades, las reinas". Son camiones blancos, en su mayoría con alegoría al vino y al agua. La aspirante va arriba de un altar y tiene, abajo, a su corte. Son las candidatas que perdieron la elección departamental. Tienen, pese a la sonrisa petrificada del protocolo, un dejo de tristeza, esa melancolía del que soñó y despertó.
La reina lleva siempre vestido largo. Agita el antebrazo derecho y saluda moviendo frenéticamente la mano. Algunas, llevan un micrófono y dicen algunas palabras para desear buena vendimia e invitar a conocer su región. Durante todo el recorrido, la reina y sus súbditos reparten frutas, vinos y canastas con regalos. La gente usa el palo de escoba para barajar el regalo más fácilmente. Algunas tiran inocentes ramos de uva. Otras arrojan melones. Acá en Mendoza, es recordada la anécdota de una reina que quiso ofrecerle una manzana a Mirtha Legrand y el misil estampó en la cabeza de "la señora".
La dádiva es más generosa cuando se pasa por los palcos oficiales, ya que el jurado que elige a la reina nacional está compuesto por funcionarios, invitados especiales y periodistas; sólo algunas boletas llegan al público en la noche de coronación. Otro motivo para estar orgullosos: ésta debe ser la única provincia en la que la gente compra el voto de un político con mercadería. Y no al revés.
Ya pasaron las 17 carrozas de la Vía Blanca. Luego, en un hotel cinco estrellas del centro, las reinas participan de un cóctel vip con 300 personas y con Cacho Castaña como cantante invitado. Acá está la crema y nata mendocina. Hay dueños de bodegas, el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli y Teté Coustarot. Ellas desfilan por una pasarela y luego bajan para besar a la gente. Al cierre de esta edición, Mendoza estaba eligiendo a su reina. Sólo una será de sangre azul. El resto mostrará esa sonrisa rígida tan llena de melancolía.
Antes de la explosión que anuncia el ingreso de ellas, toca "La Banda de Música y Guerra" y suena la Marcha de la Vendimia, que en estos días está en las radios, canales y cuanto parlante saquen a la calle. La letra nombra a los departamentos, habla del sol y del vino, del rumor de las acequias y de la tierra que "acunó la libertad". Los mendocinos están tan orgullosos de serlo, tan felices con su ciudad limpia.
A media mañana comienza el desfile de la corte mendocina, compuesta por reinas de otras fiestas que se realizan durante el año. El listado es enorme e incluye desde las ex reinas de la Vendimia hasta cargos con menos glamour como la del chivo, agua y petróleo. Con voz engolada y frases del estilo de "ramillete de bellezas", el locutor anuncia el ingreso de ellas, "sus majestades, las reinas". Son camiones blancos, en su mayoría con alegoría al vino y al agua. La aspirante va arriba de un altar y tiene, abajo, a su corte. Son las candidatas que perdieron la elección departamental. Tienen, pese a la sonrisa petrificada del protocolo, un dejo de tristeza, esa melancolía del que soñó y despertó.
La reina lleva siempre vestido largo. Agita el antebrazo derecho y saluda moviendo frenéticamente la mano. Algunas, llevan un micrófono y dicen algunas palabras para desear buena vendimia e invitar a conocer su región. Durante todo el recorrido, la reina y sus súbditos reparten frutas, vinos y canastas con regalos. La gente usa el palo de escoba para barajar el regalo más fácilmente. Algunas tiran inocentes ramos de uva. Otras arrojan melones. Acá en Mendoza, es recordada la anécdota de una reina que quiso ofrecerle una manzana a Mirtha Legrand y el misil estampó en la cabeza de "la señora".
La dádiva es más generosa cuando se pasa por los palcos oficiales, ya que el jurado que elige a la reina nacional está compuesto por funcionarios, invitados especiales y periodistas; sólo algunas boletas llegan al público en la noche de coronación. Otro motivo para estar orgullosos: ésta debe ser la única provincia en la que la gente compra el voto de un político con mercadería. Y no al revés.
Ya pasaron las 17 carrozas de la Vía Blanca. Luego, en un hotel cinco estrellas del centro, las reinas participan de un cóctel vip con 300 personas y con Cacho Castaña como cantante invitado. Acá está la crema y nata mendocina. Hay dueños de bodegas, el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli y Teté Coustarot. Ellas desfilan por una pasarela y luego bajan para besar a la gente. Al cierre de esta edición, Mendoza estaba eligiendo a su reina. Sólo una será de sangre azul. El resto mostrará esa sonrisa rígida tan llena de melancolía.