"Lo mataron como a un perro". Lucrecia Terán Luna no tiene dudas: al juez Héctor Agustín Aráoz, padre de sus nueve hijos, lo asesinó una mafia policial. Ella no encuentra otra explicación a la brutal balacera que recibió el magistrado hace más de seis años, en su casa de Yerba Buena. Tampoco cree que sea azaroso el hecho de que, tiempo antes del crimen, lo hayan seguido y fotografiado agentes del Departamento de Inteligencia Criminal (D2).

Pero el argumento más firme que sostiene la hipótesis de la familia Aráoz es la propia palabra del desaparecido juez. "El iba a decir públicamente que había un grupo de policías que soltaban a los menores aprehendidos para que vendieran drogas. Y, como era muy verborrágico, seguramente lo comentó en varios lugares", disparó ayer Terán Luna.

Ella fue la primera testigo que declara en el juicio por el homicidio del juez. Nerviosa, pero con tono firme, recordó todo lo que vivió el 26 de noviembre de 2004.

Esa tarde, según la hipótesis del fiscal de Instrucción, Guillermo Herrera, los ex policías Ema Hortencia Gómez y Darío Pérez asesinaron al magistrado de nueve disparos en su casa de avenida Aconquija 2.950.

Herrera sostiene que Gómez mantenía relaciones paralelas con Aráoz y con Pérez, y que un conflicto sentimental motivó el crimen.

Tres policías que trabajaban en la comisaría de Banda del Río Salí, Rodolfo Domínguez, Andrés Fabersani y Rubén Albornoz, están acusados de encubrir el hecho, pues atravesaron tres ciudades hasta llegar al lugar del hecho sin notificar específicamente sobre lo ocurrido.

Terán Luna contó que ese día, cerca de las 13.30, el magistrado estuvo almorzando en la casa donde ella vivía (y vive) con sus nueve hijos. "Estábamos separados, pero no divorciados. Teníamos una relación estupenda", testificó.

Cerca de las 14.30, añadió, al juez lo llevó en una camioneta su hijo mayor, Agustín Aráoz Terán, hoy de 28 años. "De pasada, en un supermercado, compraron carne para el asado familiar que hacían los domingos", recordó.

No supo nada más del magistrado hasta las 22.45, cuando sonó el teléfono en su casa. "Recibimos un llamado. Un policía, no sé el nombre, dijo que necesitaban que fuéramos porque no sabían si estaba vivo o muerto y el perro no los dejaba pasar. Así, con esa brutalidad. Entonces, Agustín, Joaquina y yo nos fuimos en la camioneta. Llegamos y era todo confusión: la música fuerte que venía de la casa, patrulleros, sirenas, transeúntes, policías", enumeró. Luego, indicó el momento en que conoció a Ema Gómez. "Empecé a pedir que llamaran una ambulancia, pero nadie hacía nada. Eran todos muñequitos de cera. Entonces, me llamó la atención una chica que lloraba dentro de una camioneta. Era rubia, y por eso también sobresalía. Me acerqué para preguntarle qué había pasado. Pero nada más", dijo. Y añadió: "yo no sabía de su relación con ella". Luego, recordó la tensión que vivió cuando Joaquina y Agustín (h) entraron a la casa. "Mis hijos decían: ?¡Mátenlo a Tito!? Pero nadie hacía nada. Entonces, primero saltó el portón la chiquita y por detrás mi hijo. Yo tenía miedo de que hubiera alguien adentro. No entendíamos nada", aseveró.

Además, señaló al entonces oficial Fabersani y dijo que esa noche actuó sospechosamente. "Se nos acercaba a mí y a mi familia y nos decía: ?ella ha sido?, en referencia a Ema Gómez", aseveró. Además, dijo que le dictaba con disimulo al oficial que estaba redactando el sumario y que entró a la escena del crimen junto al médico de la familia que constató el deceso del juez. "Yo le tenía miedo", aseguró.

"Sufrió como un perro"

Terán Luna dijo que, los días previos al crimen, el juez actuaba extraño. "Ese día no lo noté preocupado. Pero venía bastante nervioso", indicó. Y recordó que, tiempo antes del hecho, personal del D2 le sacó fotografías al Juzgado de Menores que estaba a cargo de Aráoz. "No toda la Policía es mafiosa. Pero este crimen fue calculado y premeditado. Lo hicieron sufrir como a un perro. Y todos los involucrados son policías o ex policías", señaló.