En seis años, nadie dijo que existía. Mucho menos se habló de su contenido. Pero apareció, de la nada, para colarse en el juicio.

Una supuesta carta de amor fue desplegada sobre el escritorio del abogado Mirra. A mano, con letra grande, fue escrita, por el juez tres días antes de su muerte, según el letrado.

Entregada en mano a Ema Gómez, en ella se hablaría de amor y de detalles íntimos de la pareja.

Mirra quiso utilizarla para interrogar a la viuda de Aráoz. El tribunal no lo dejó; no estaba ofrecida como prueba.

Mirra pidió que se la incorpore. El tribunal lo rechazó.

La carta volvió a una carpeta, y amenaza con volver a surgir.