"Uh, Piccinetti". Es el comentario generalizado de los habitantes, cuando el cronista de LA GACETA consulta datos acerca del otrora "dandy de Trancas". Las mujeres tranqueñas no tienen un buen recuerdo del hombre que llegó en silencio, pero se marchó bajo un manto de sospechas. "Nada es lo que parece ser", reza el dicho popular y le cae como anillo al dedo, al corto paso del profesor de gimnasia por la ciudad.
"Piccinetti es puro blabla. Se le veían actitudes de mujeriego, pero es mentira que tuvo tantos romances. Él, con sus dichos, nos hizo quedar como unas cualquieras a las mujeres de Trancas. Pero no es así; nunca lo vimos con mujeres como él dice. Acá no se le conoció ninguna 'historia'", cuenta Lina Sánchez, empleada de una farmacia que está ubicada a metros de lo que era "Maná gym", y tira por tierra los dichos del "gran señor".
El sol raja el pavimento de las calles. La presencia del forastero, más aún vestido de traje, no pasa desapercibida. Todo transcurre con normalidad, en una ciudad acostumbrada a la paz. Ni el juicio por el brutal asesinato, ocurrido hace casi cuatro años, parece alterar esa calma infinita.
Lo ocurrido aquella madrugada del 15 de julio del 2007, dejó una herida en la ciudad, aunque los propios vecinos admitan lo contrario. Es difícil preguntar por Luis Rafael Piccinetti y encontrar buenas críticas. Aunque lo consideran una persona simpática y agradable, no tardan en remarcar que destruyó una familia. "Era muy canchero, pero nunca se sobrepasó con nadie que yo conozca. Yo iba a su gimnasio pero no tenía mucha relación con él. A Piccinetti, si le dabas 'calce', tomaba confianza rápido", afirma Lina, a la vez que recuerda la tarde previa al asesinato de José Luis Salas. "Como a las 20.30 de ese sábado vino Sánchez a la farmacia comprar una tijera. Era una persona muy buena y respetuosa. Al otro día, cuando nos levantamos, nos desayunamos con la terrible noticia".
Una mujer, dueña de un local comercial, comenta que nunca soportó a Piccinetti. "Siempre fue desagradable y baboso. El otro día lo encontré en la puerta de Tribunales y me dijo '¿que hacés, bebé?'. Me dieron ganas de pegarle una cachetada. Encima es horrible, no sé qué se piensa; es mentira que estuvo con tantas mujeres", afirma a la vez que pide la reserva de su nombre.
Desde la puerta de lo que era el gym de Piccinetti, dos cuadras y media hacia el sur, está la calle Mario Lostri. Enclavada en una esquina se ve la casa de la familia Salas, testigo silenciosa de la muerte del agricultor, donde hoy viven la viuda Silvia Raquel Lai y sus cuatro hijos.
"Salas era un hombre muy bueno y servicial, mientras que a Raquel no la conozco mucho, ya que nunca habló ni saludó a nadie", explica Juana Dominga Palla. Pero rápidamente se adelanta y afirma que de Piccinetti conoce muy poco. "Nunca lo vi ni escuché nada sobre él; por eso me sorprenden todas las cosas que se dijeron y que, todavía, se están diciendo. La primera vez que escuché su nombre fue cuando la Policía vino a buscarlo, dos días después del crimen".
Pero según algunos ciudadanos, el crimen del agricultor cambió algunos hábitos de la vida tranqueña. "Me acuerdo que antes de que se produzca la muerte de Salas, las personas eran más reservadas. Ahora no, es como que perdieron la vergüenza y a la gente no le importa que las demás personas conozcan sus intimidades", explica Micaela, empleada de una librería.
Pero además, la joven no tarda en señalar que no podía creer cuando se enteró de la muerte de su vecino. "Yo volvía de bailar cuando vi que estaba la Policía en la puerta de su casa. Pensé que era por un robo o algo así, pero al otro día me enteré lo que había sucedido y no lo podía creer. Igual a mí nunca me terminó de cerrar la personalidad de Piccinetti".
El juicio es un tema que no pasa desapercibido para los ciudadanos. "Seguimos el juicio a través de los medios. Espero que se haga justicia y se pueda esclarecer lo ocurrido. Más aún por los hijos de Salas, que se quedaron sin padre siendo tan chicos", dice Petrona Moreno.
Piccinetti no quedó bien parado luego del crimen de Salas. Las mujeres no quieren volver a verlo por Trancas. Justo esas mujeres, que según él, murieron de amor cuando el "galán" apareció en la zona.
"Piccinetti es puro blabla. Se le veían actitudes de mujeriego, pero es mentira que tuvo tantos romances. Él, con sus dichos, nos hizo quedar como unas cualquieras a las mujeres de Trancas. Pero no es así; nunca lo vimos con mujeres como él dice. Acá no se le conoció ninguna 'historia'", cuenta Lina Sánchez, empleada de una farmacia que está ubicada a metros de lo que era "Maná gym", y tira por tierra los dichos del "gran señor".
El sol raja el pavimento de las calles. La presencia del forastero, más aún vestido de traje, no pasa desapercibida. Todo transcurre con normalidad, en una ciudad acostumbrada a la paz. Ni el juicio por el brutal asesinato, ocurrido hace casi cuatro años, parece alterar esa calma infinita.
Lo ocurrido aquella madrugada del 15 de julio del 2007, dejó una herida en la ciudad, aunque los propios vecinos admitan lo contrario. Es difícil preguntar por Luis Rafael Piccinetti y encontrar buenas críticas. Aunque lo consideran una persona simpática y agradable, no tardan en remarcar que destruyó una familia. "Era muy canchero, pero nunca se sobrepasó con nadie que yo conozca. Yo iba a su gimnasio pero no tenía mucha relación con él. A Piccinetti, si le dabas 'calce', tomaba confianza rápido", afirma Lina, a la vez que recuerda la tarde previa al asesinato de José Luis Salas. "Como a las 20.30 de ese sábado vino Sánchez a la farmacia comprar una tijera. Era una persona muy buena y respetuosa. Al otro día, cuando nos levantamos, nos desayunamos con la terrible noticia".
Una mujer, dueña de un local comercial, comenta que nunca soportó a Piccinetti. "Siempre fue desagradable y baboso. El otro día lo encontré en la puerta de Tribunales y me dijo '¿que hacés, bebé?'. Me dieron ganas de pegarle una cachetada. Encima es horrible, no sé qué se piensa; es mentira que estuvo con tantas mujeres", afirma a la vez que pide la reserva de su nombre.
Desde la puerta de lo que era el gym de Piccinetti, dos cuadras y media hacia el sur, está la calle Mario Lostri. Enclavada en una esquina se ve la casa de la familia Salas, testigo silenciosa de la muerte del agricultor, donde hoy viven la viuda Silvia Raquel Lai y sus cuatro hijos.
"Salas era un hombre muy bueno y servicial, mientras que a Raquel no la conozco mucho, ya que nunca habló ni saludó a nadie", explica Juana Dominga Palla. Pero rápidamente se adelanta y afirma que de Piccinetti conoce muy poco. "Nunca lo vi ni escuché nada sobre él; por eso me sorprenden todas las cosas que se dijeron y que, todavía, se están diciendo. La primera vez que escuché su nombre fue cuando la Policía vino a buscarlo, dos días después del crimen".
Pero según algunos ciudadanos, el crimen del agricultor cambió algunos hábitos de la vida tranqueña. "Me acuerdo que antes de que se produzca la muerte de Salas, las personas eran más reservadas. Ahora no, es como que perdieron la vergüenza y a la gente no le importa que las demás personas conozcan sus intimidades", explica Micaela, empleada de una librería.
Pero además, la joven no tarda en señalar que no podía creer cuando se enteró de la muerte de su vecino. "Yo volvía de bailar cuando vi que estaba la Policía en la puerta de su casa. Pensé que era por un robo o algo así, pero al otro día me enteré lo que había sucedido y no lo podía creer. Igual a mí nunca me terminó de cerrar la personalidad de Piccinetti".
El juicio es un tema que no pasa desapercibido para los ciudadanos. "Seguimos el juicio a través de los medios. Espero que se haga justicia y se pueda esclarecer lo ocurrido. Más aún por los hijos de Salas, que se quedaron sin padre siendo tan chicos", dice Petrona Moreno.
Piccinetti no quedó bien parado luego del crimen de Salas. Las mujeres no quieren volver a verlo por Trancas. Justo esas mujeres, que según él, murieron de amor cuando el "galán" apareció en la zona.