Antes de que inicie la jornada deljuicio. Su look era más casual que los días anteriores. Por la mañana vistió todo de negro pero por la tarde, una camisa a rayas colorida fue la indumentaria elegida por Ema Gómez para la cuarta audiencia del juicio.
Durante la mañana caminó y dio vueltas en círculos conversando con su defensor. De acuerdo con lo que relató el abogado, Mario Mirra, ellos dos no se habían visto desde la última audiencia. Ema permaneció en una sala aparte durante la audiencia matutina. Alrededor de las 16.40 ya estaba de regreso en Tribunales. Sólo dialogó con su abogado, sentada enun banco un poco escondido.
LAGACETA quiso capturar ese momento, pero en todos los pasillos retumbó su grito: “¡No me saqués fotos!”. Las voces de los oficiales informaron que la audiencia estaba por comenzar, y acompañada de una policía, entró caminando como con miedo. Había decidido declarar. La llamaron para que hable, pasó al frente algo encorvada (definitivamente no como otras veces), con pasos lentos, mientras todos los ojos se posaban sobre ella. Incluso los de Darío Pérez, que había declarado durante la mañana. Quizás sospechaba que las palabras de Gómez serían algún tipo de respuesta a las suyas. Se la veía muy tímida, asustada quizás. Sólo miraba la silla en la que debía sentarse. Comenzó a hablar. Tenía la voz firme, pero una postura muy sumisa.
Empezó contando sobre su relación con Héctor Agustín Aráoz y puntualizó con mucha seguridad que mantenían un noviazgo con él. A diferencia de su postura habitual, no tenía las piernas cruzadas, sino que sus pies estaban apoyados en el suelo uno al lado del otro. Luego habló de Pérez, y allí fue cuando su voz comenzó a quebrarse y las lágrimas empaparon su declaración. Pérez sonrió sin quitarle los ojos de encima. Seguía hablando, mientras lloraba. A veces levantaba la voz, pero respiraba hondo y volvía al tono anterior. Mantenía una postura humilde, pero conforme pasaba el tiempo se la veía cada vez más alterada. Movió mucho las manos para acompañar su narración.
Lloraba y hacía pausas para tomar aire y tranquilizarse. Tanto los abogados como el público parecían incómodos. Fue el momento más tenso de la jornada. Decidió no seguir declarando, y mientras la sala permanecía en silencio, se inició el cuarto intermedio. Una persona de su entorno le acercó una botella con agua y otros refrigerios para que reponga sus energías, pero, al parecer, no le sirvió de mucho porque hubo que llamar a emergencias para que la atiendan. Aparentemente, los nerviosy la presión terminaron de derrumbar lo poco que quedaba de su imagen de mujer fatal. (Sabrina Prieto - Redacción LA GACETA)
Durante la mañana caminó y dio vueltas en círculos conversando con su defensor. De acuerdo con lo que relató el abogado, Mario Mirra, ellos dos no se habían visto desde la última audiencia. Ema permaneció en una sala aparte durante la audiencia matutina. Alrededor de las 16.40 ya estaba de regreso en Tribunales. Sólo dialogó con su abogado, sentada enun banco un poco escondido.
LAGACETA quiso capturar ese momento, pero en todos los pasillos retumbó su grito: “¡No me saqués fotos!”. Las voces de los oficiales informaron que la audiencia estaba por comenzar, y acompañada de una policía, entró caminando como con miedo. Había decidido declarar. La llamaron para que hable, pasó al frente algo encorvada (definitivamente no como otras veces), con pasos lentos, mientras todos los ojos se posaban sobre ella. Incluso los de Darío Pérez, que había declarado durante la mañana. Quizás sospechaba que las palabras de Gómez serían algún tipo de respuesta a las suyas. Se la veía muy tímida, asustada quizás. Sólo miraba la silla en la que debía sentarse. Comenzó a hablar. Tenía la voz firme, pero una postura muy sumisa.
Empezó contando sobre su relación con Héctor Agustín Aráoz y puntualizó con mucha seguridad que mantenían un noviazgo con él. A diferencia de su postura habitual, no tenía las piernas cruzadas, sino que sus pies estaban apoyados en el suelo uno al lado del otro. Luego habló de Pérez, y allí fue cuando su voz comenzó a quebrarse y las lágrimas empaparon su declaración. Pérez sonrió sin quitarle los ojos de encima. Seguía hablando, mientras lloraba. A veces levantaba la voz, pero respiraba hondo y volvía al tono anterior. Mantenía una postura humilde, pero conforme pasaba el tiempo se la veía cada vez más alterada. Movió mucho las manos para acompañar su narración.
Lloraba y hacía pausas para tomar aire y tranquilizarse. Tanto los abogados como el público parecían incómodos. Fue el momento más tenso de la jornada. Decidió no seguir declarando, y mientras la sala permanecía en silencio, se inició el cuarto intermedio. Una persona de su entorno le acercó una botella con agua y otros refrigerios para que reponga sus energías, pero, al parecer, no le sirvió de mucho porque hubo que llamar a emergencias para que la atiendan. Aparentemente, los nerviosy la presión terminaron de derrumbar lo poco que quedaba de su imagen de mujer fatal. (Sabrina Prieto - Redacción LA GACETA)