La referencia a Sarmiento es recurrente en debates académicos, públicos y mediáticos. Críticas radicales, biografías laudatorias y registros intermedios forman parte un amplio arco de posiciones sobre sus principales gestas y errores.
De un lado del espectro, abundan miradas laudatorias. Cuando el himno a Sarmiento fue declarado obligatorio en los actos escolares de las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires (Res. 638/08), la decisión se fundó en el valor de "seguir el recorrido de ese sueño de guardapolvo blanco", y reconocer "el empuje y el entusiasmo de los viejos defensores de la educación popular". Los "nuevos constructores", reformadores actuales (y de todas las épocas) siempre invocan a Sarmiento, símbolo de la igualdad de oportunidades. Sin embargo, la medida generó una fuerte controversia. Se alzaron voces contra el "endiosamiento de alguien cuya figura debe ser tema de discusión ya mismo", y aseguraron poder "llenar libros con aspectos inaceptables" de su figura. Estas voces exhortan a juzgar a Sarmiento "desde el punto de vista del ser humano y la ética, tribunal supremo indiscutible".
Las críticas van desde su expresión vehemente y racista, hasta el afán de importar modelos foráneos a la realidad argentina y los contrastes entre su prédica y práctica política. Las voces que lo ponderan, en cambio, canonizan a Sarmiento como el "Padre de la educación argentina". Muchas veces, se trata de formadores de opinión y funcionarios, que se arrogan el título de  "herederos" o "continuadores" de la obra sarmientina. Con frecuencia, éstos parecen recurrir al nombre Sarmiento a fin de legitimar sus opiniones e iniciativas. Unos y otros, en ocasiones, fundan estas proclamas sobre fragmentos desarticulados de su obra. La reflexión sobre las ideas educativas de Sarmiento, como ocurre con las de tantos clásicos de todas las disciplinas, es siempre incitante y reveladora, pero los textos suelen ser más citados que leídos. Con el transcurso del tiempo se interpone un cúmulo de lugares comunes -cristalizados en fórmulas- muchas veces agigantados al apartarse de la fuente.

Propuestas para una relectura
Personajes históricos suelen ser usados para la divulgación de opiniones, valores y propuestas, que pueden estar de acuerdo o no con los resultados de la investigación histórica. El riesgo de esta reiteración es vaciar al nombre de su contenido. Tomando distancia de los puntos de vista opuestos, o "maniqueos", deseamos revisar algunas ideas y mostrar el carácter complejo, incluso contradictorio de Sarmiento.
Atendamos primero la crítica: su expresión vehemente. Los contemporáneos describían a Sarmiento como "Paladín lleno de verbo desmedido" (J.P. Ramos 1910). Imposible no admitirlo. La contracara fue su extraordinario poder de expresión, plasmado en cartas confidenciales, libros, folletos de propaganda y polémicas.
El mismo Ramos reconocía que "Un hombre así necesitaba la educación en América (?) El apóstol convencido, pero sereno, razonador y frío, no hubiera servido tanto como él".
Racismo y modelos foráneos
Sarmiento se expresó brutalmente contra indígenas y gauchos, españoles, el clero y héroes de la revolución. La crítica actual se concentra en su racismo, y adherimos. Al mismo tiempo, es clave evitar el anacronismo para comprender que ideas que devinieron en símbolos de la política reaccionaria, otrora trascendían el más diverso arco ideológico, abarcando intelectuales y políticos de distintas persuasiones. Ideas de la superioridad intrínseca de ciertos grupos raciales sobre otros, o la regulación social a partir de leyes científicas, fueron consideradas progresistas y aceptadas por liberales y socialistas, tanto en la Argentina como en los países donde éstas emergían. Por otro lado, es clave destacar que la actuación de Sarmiento en el ámbito educativo, lejos de causar discriminación, se caracterizó por un despliegue fenomenal de medidas inclusivas. Por eso, admitiendo la controversia, colegas progresistas del campo de la historia de la educación afirman que la figura de Sarmiento concita un acuerdo básico: su lucha por la educación masiva. Sarmiento jamás propuso escuelas diferenciales para mujeres y varones, negros y blancos, ricos y pobres. Su lucha fue por la creación y expansión de la escuela común.
Es interesante el planteo sobre la extrapolación de modelos educativos de países extranjeros al territorio argentino, que distaba de ofrecer iguales condiciones para su implementación. En efecto, en las etapas iniciales de la organización nacional era común que el funcionariado tomara prestadas solemnes y sofisticadas innovaciones del exterior. Sarmiento fue definido por algunos como el 'primer comparativista' argentino. Como Horace Mann en los EEUU, Matthew Arnold and J.P. Kay-Shuttleworth en Inglaterra o Leo N. Tolstoy en Russia, Sarmiento compartió el anhelo que inspiró la mayoría de los estudios comparados y las transferencias de saberes del siglo diecinueve: mejorar el sistema educativo.

Teoría y práctica
El punto más difícil de abordar en forma sucinta es la tensión entre su prédica y su actuación política. La misión que se impuso, inspirada en la teoría del poder descentralizado, tropezó siempre con enormes resistencias. Sarmiento quiso "educar al soberano". Buscó moldear a los sujetos valiéndose -atención- de dispositivos de participación y responsabilidad, más que de control directo. De ahí la creación de comisiones locales y la estratégica "sinonimia" entre educación "popular" y "pública" en su discurso. Sarmiento unía "lo popular" -ligado tradicionalmente al espacio de libertad, ajeno a la Iglesia y el Estado- y "lo público", para significar algo aproximado a aquello que el pueblo "vuelca" de sí mismo sobre la educación estatal descentralizada. Jamás cejó en esta tarea, pero nunca logró realizarla totalmente. Como escribe Botana, "el viaje por los vericuetos del poder, donde la teoría se topaba con la práctica, pondrá en conflicto dos concepciones que lucharon sin tregua en la conciencia de Sarmiento (...) Un Sarmiento que, en 1853, sueña con transplantar en Argentina la república de Story y Tocqueville -espejo de la virtud contenida en el municipio- y otro Sarmiento, guerrero de las luchas civiles dispuesto a imponer orden y estado de sitio, organizador del ejército de oficiales profesionales, que veinte años más tarde justifica una república fuerte con el auxilio de Thiers y Taine". Sugerimos rescatar del olvido y fomentar la revisión de al menos dos eventos que marcan el interés histórico de Sarmiento: El primero, la publicación de "Educación Popular", un texto educacional paradigmático, en cuyas páginas Sarmiento definió el significado de "educación pública" e inició el despliegue de un régimen discursivo que, por un considerable período de tiempo, logró prevalecer sobre otros y dar luz a un sistema de educación laica y obligatoria. El segundo, la ley Nº 899 de Educación Común (1975), que plasma sobre la realidad las ideas centrales de Sarmiento. Historiadores la han titulado el "proyecto participativo". Si bien esta ley describe un escenario educativo extraño a los ojos del observador actual, allí Sarmiento proyecta un Estado central dirigiendo programáticamente el amplio sistema educativo, y una multiplicidad de distritos, comunidades locales, en definitiva, "esferas públicas", deliberando y actuando sobre aspectos claves del cotidiano escolar.
¿Qué decir entonces sobre Sarmiento? Lo que no reduzca su controversia. Lo que permita entender la complejidad, sin perder de vista la riqueza de su legado, especialmente significativa en el campo de la política educativa.
En síntesis, Sarmiento fue vehemente, fue racista, fue republicano y progresista. No fue "ángel" ni "demonio". Sarmiento es controvertido. Adentrarse en un legado educacional tan importante requiere una lectura abierta, capaz de unir los retazos de esta herencia y apreciar las ideas más valiosas. © LA GACETA / Clarín