Acosado por una escalada de violencia social que ya suma 90 muertos, el presidente egipcio Hosni Mubarak creó ayer el cargo de vicepresidente y se lo confió a Omar Suleiman, el jefe de sus servicios de inteligencia. Sin embargo, esta designación no consiguió frenar a los manifestantes que, por quinta vez tomaron las calles y saquearon hospitales y edificios públicos. Ni siquiera se salvó el prestigioso museo de El Cairo, donde enardecidos manifestantes dañaron varias momias.