En Graneros, Ernest Hemingway no podría preguntar ¿Por quién doblan las campanas? En esa ciudad, a 120 kilómetros de San Miguel de Tucumán, ya no lo hacen por nadie. El título de la novela del escritor estadounidense sirve para ilustrar una situación que da cuenta del deterioro y del descuido que sufre parte de ese municipio. Sobre todo, el edificio más reconocido de la zona: la antiquísima iglesia de la Inmaculada Concepción, frente a la plaza Independencia, muestra un grave daño en su característico campanario y una humedad que se está comiendo las paredes interiores.
LA GACETA recorrió las calles granerenses y dialogó con vecinos y comerciantes. Algunos, con nombre y apellido; otros, que piden reserva de su identidad por temor a represalias, consignaron que la ciudad del sudeste de la provincia está prácticamente abandonada y que no hay fuentes de trabajo; y, por último, algunos agradecieron las obras de pavimento y ponderaron las viviendas sociales.
Un centenario edificio
"¡Ay nuestra iglesia!... se viene abajo la pobre". El lamento de Liliana Díaz (de 67 años) retumba en las paredes húmedas de la obra diseñada por el arquitecto italiano Manuel Mignani y cuya edificación comenzó en 1894. Doña Lilí -como se la conoce- es el ama de llaves de la casa parroquial y la encargada de organizar las celebraciones. Oficia de guía, dado a que conoce todos los rincones de la construcción, considerada por especialistas en historia de la arquitectura como la más importante del interior de Tucumán, debido a su estilo. Locuaz, afirma: "el edificio está muy deteriorado; el padre (Edgardo Díaz) nos pide que recemos para obtener ayuda y, así, poder arreglarla". "Hace unos meses, vino un arquitecto y nos sugirió no subir a la torre para hacer sonar las campanas. El campanario está partido en cuatro y se puede derrumbar. Antes siempre repicaban para los bautismos, casamientos o novenas. Ya ve... tenemos gobernantes que están hace años, pero el sacerdote está gestionando fondos de Alemania", dice.Antes de despedirse, reniega porque cada vez que llueve, parte del techo parece un colador y porque algunos de los vidrios de los ventanales fueron rotos por pelotazos (justo al frente se encuentra una cancha de fútbol).
Hugo Carabajal (72 años) fue sacristán de la parroquia durante muchos años. "El primer libro de nacimientos data de 1785, es increíble. Me gustaría que la arreglaran, aunque no creo que se caiga como dicen; tiene unos cimientos muy buenos", opina.
Carabajal pondera la tranquilidad en la que viven y caracteriza al granerense como "familiero, respetuoso y trabajador". Orgulloso de su pueblo, cuestiona: "siento que la ciudad está igual que hace algunos años; es verdad que se hicieron calles nuevas y casas para los más pobres pero, si realmente crece, es demasiado lento".
Igual que hace 40 años
"La Municipalidad tiene muchísimos empleados, pero los que trabajan son pocos", dispara Jorge Robles (60), miembro de una de las familias más tradicionales de Graneros. Tras vivir 40 años en Buenos Aires, por motivos de trabajo, volvió hace tres a su tierra y, según remarca, no le gustó lo que encontró. "Me duele porque nací aquí y veo cómo el pueblo se viene abajo. Encima, uno habla y creen que se está en contra de algún dirigente. Pero no es así, quiero mi lugar y quiero que esté bien", aclara.
Robles, dueño de una pequeña panadería, remarca que la mayoría de la gente depende laboralmente de la administración municipal. "Más allá de las cosechas, parece no haber otro trabajo que el estatal y eso es preocupante", expresa. Además, cuestiona el abandono en el que cree que se encuentran la plaza Independencia, la iglesia y las calles. "En el paseo público no hay luz ni controles. Los fines de semana, los jóvenes se meten con las motos y hacen desmanes. Las arterias no están limpias. Y la torre de la iglesia, en cualquier momento se cae", alerta.
"Falta trabajo. La única fuente que hay es la Municipalidad. Se necesitan puestos reales y no políticos", coincide el comerciante Carlos Acosta (34). Desde una silla de frente a su polirubro, solicita a las autoridades que limpien las calles y que cuiden la plaza: "realmente hace falta muchas cosas para mejorar la ciudad; los chicos toman la plaza sábados y domingos y no se puede entrar". Por otro lado, pidió que se construya un hospital porque en la ciudad sólo hay un CAPS: "atienden bien pero la población creció mucho", advierte.Alfredo (34), dueño de un ciber, también cree que se requiere de más fuentes de trabajo: "la Municipalidad paga al día y especialmente, esos pagos marcan el ritmo de la ciudad, pero no puede ser que sea la única que ofrezca trabajo". "Otro problema es que hay mucho alcohol en la juventud", agrega.En la puerta de la iglesia, Isabel (35) cuenta que es docente y que está desocupada: "no se consigue nada y muchas amigas se tuvieron que ir de la ciudad; me quedo porque mi marido trabaja en la Municipalidad y gracias a eso vivimos".
Los testimonios de los granerenses coinciden en que la ciudad parece sumida en sopor. "Si los vecinos durmiéramos una siesta que durara un par de años, al levantarnos todo estaría igual", arriesga un transeúnte, que no da su nombre. Sin embargo, la mayoría sueña con que algún día las campanas de la iglesia despierten a Graneros del letargo.