Que el Dakar es argentino, no hay dudas. Que los periodistas de habla hispana pierden por goleada en la sala de prensa, también. Y aunque uno llegue a territorio conocido, como es la zona del hipódromo, no deja de sentirse visitante. Y sí, no se puede tapar el sol con el dedo. En el centro de prensa el varieté de idiomas es tan colorido y grande que los reporteros que hablan castellano ni se sienten. Obvio, la bandera se la lleva Francia. TV, radio y varios diarios copan la parada. Ojo, no están solos. Los siguen los chinos, japoneses, rusos, holandeses, estadounidenses y la fila continúa.
No basta con buena onda
Lo único positivo es la buena onda. No importa cómo, todos se comunican entre sí. La señas, si la charla falla, son una buen vía de escape. Las gentilezas están a la orden del día, aunque tampoco es cuestión de resaltar sólo lo bueno que son todos.
Ayer, antes de entrar al "Jardín de La República", hubo un tirón de orejas en Córdoba. Era tarde ya, cerca de la 1, y la mayoría intentaba dormir en la sala de prensa. Pero la misión se tornó complicada. Uno de los enviados especiales empezó a inflar el colchón y desapareció la calma. No precisamente por un tema de celos, de que el tipo iba a dormir más cómodo que los que estaban en el piso, sino por el ruido espantoso que hacía cada vez que entraba aire a la cama. Era insoportable el silbido, demasiado molesto.
Los primeros shhhhh se convirtieron en un recital de chicanas de sus propios amigos; ese fue el primer síntoma de bronca. Posteriormente, uno de los encargados de la organización le solicitó cordura al colega. "Andá afuera y terminá de inflarlo ahí. ¿No ves el ruido que haces? Queremos dormir", recriminó en francés, inglés y castellano, por las dudas. No vaya a ser que falle con el idioma.