Grietas, peleas entre sectores, un escaso compromiso del Gobierno nacional y de los gobiernos de provincias con la actividad. La crisis del azúcar ha vuelto a desnudar las falencias estructurales de la gran casa del NOA y una verdad de la economía: el mercado impone su peor cara cuando el Estado no tiene una eficiente capacidad de regulación y cuando ciertos actores encuentran espacio para la transgresión. Los acuerdos internos, básicamente entre los principales industriales, sirvieron para tonificar el precio -después de años-, abastecer el mercado interno y dar certezas a la actividad. Los buenos valores internacionales favorecieron la estrategia y empujaron en estos dos años la inversión en los ingenios, la renovación tecnológica, el empuje de los proyectos de elaboración de etanol y la cogeneración de energía. En estos meses de optimismo, la caña de azúcar ganó en valor y se convirtió en una alternativa para inversores. En Tucumán, para la próxima zafra se sumarán 10.000 hectáreas proveniente de otros sectores de cultivo. En estos días -incluso- un grupo empresario con base en Perú y negocios de alimentos en países vecinos se mostró interesado en comprar dos fábricas de mediano porte. Con el precio tonificado parecía que la época quebranto era el pasado, aun cuando los beneficios no se desparramaron por igual, sobre todo entre los cañeros tucumanos más chicos. El paso cambió de repente; la mejora de los precios del azúcar jugó en contra. Ganó lugar la especulación, comenzó a escasear el producto, en Buenos Aires se paga muy caro el paquete de un kilo y la reacción de los principales comercializadores para importar azúcar derivó en la advertencia más temida. "Era la crónica de una muerte anunciada; hay alguna gente que le importa un comino", dice con disgusto un alto ejecutivo norteño. La historia es que con un paquete de azúcar de calidad que se vende por arriba de $6 en un momento de alta inflación, el Gobierno nacional encuentra el espacio para mostrar una decisión políticamente correcta. Con la Ley de Abastecimiento en la mano se dispone a enfrentar la subida de los precios. Castigos, antes que políticas económicas. Pero, hay quienes creen que con la amenaza del Secretario de Comercio el intento por importar azúcar perderá sentido, porque si se avanza con la Ley de Abastecimiento puede imponer cualquier precio de venta muy por debajo de los actuales. Desde el norte estiman que la bolsa de 50 kilos del tipo A debería comercializarse entre $175/180 y la de segunda calidad, en $160/170. Esos valores, aunque a pérdida, se acerca al precio del fraccionado que exige Guillermo Moreno, que ya impidió el embarque de unas 5.000 toneladas de exportación de un ingenio de estos lares. En Buenos Aires y otros centros se llegó a pedir $205 y $ 210 por la bolsa, sin garantía de entrega. Pero no todos los industriales tucumanos están conformes con la importación. Y cañeros tucumanos no quieren sumarse a esa iniciativa ¿Entonces? "Todo el que tiene azúcar, que son pocos -son especialmente los operadores que no tienen clientes fijos- la quiere retener porque los precios suben, en particular los internacionales que arrastran al interno, que también se ve afectado por el efecto de la inflación", marca un experto. Aunque alguna reacción a la baja en los valores despunta por aquí, a la cumbre del martes van actores con diferentes criterios y realidades ¿Cómo es que los grandes industriales tomaron una decisión estratégica sin la participación cañera? Inspectores pateando la puerta de los depósitos es la imagen que da pavor a muchos. El tiempo quema; la cordura no tiene las de ganar. Parte del futuro azucarero se pone en juego en estas horas.
El futuro está en juego
Análisis.