Los industriales azucareros que integran el Centro Azucarero Argentino y el CART sabían que no iban a recibir aplausos por el anuncio de que iban a impulsar la importación de azúcar -serían 60.000 toneladas- para garantizar el abastecimiento del mercado interno. Tal vez también supieran que buena parte del mundo azucarero argentino los iba a condenar a la hoguera por "sacrificar la dama" en este juego de ajedrez en el que parece haberse transformado la tirante relación que mantienen con el Gobierno nacional, por el tema del fraccionado. Ni siquiera se tomaron el trabajo de avisarles sobre la medida a sus socios cañeros en la mesa de seguimiento de las exportaciones de azúcar, con quienes se reúnen con frecuencia para debatir justamente las estrategias de comercialización del producto. El anuncio formulado el martes a LA GACETA, y que se conociera ayer, suena más a medida desesperada que a un plan concienzudo. Y para colmo, deterioró la habitualmente frágil relación con los cañeros. Los dueños de los ingenios dicen, desde el anonimato, que todo el problema se generó a raíz de la distorsión que promovió Guillermo Moreno con su idea de vender azúcar a precios inferiores a los del mercado.
Hay dos puntos que parecen estar claros: el primero, que los cañeros medianos y chicos no disponen de azúcar para mover precios; y el segundo, que todos están seguros de saber quiénes tienen el azúcar, pero nadie se atreve a denunciarlos, tal vez en parte porque algunos deberían transformarse en denunciantes y denunciados en una sola movida.