En el final de las décadas del 60 y del 70 y hoy en el siglo XXI ser un militante es, sin duda alguna, algo muy diferente en un contexto económico y social también diferente. En la década del 70, no existía la desocupación y la exclusión social de hoy. En los 70, el militante no lo hacía por necesidad; él mismo se formaba por vocación, por compromiso o por formación doctrinaria o ideológica.
No olvidemos que desde el peronismo había una juventud heredera de la resistencia peronista, que tomará de sus padres la lucha por el regreso del general Perón en el exilio. Antes existían escuelas de cuadros en distintas organizaciones políticas y gremiales en todo el territorio del país. El concepto de universidad cerrada y aislada se rompió y sus estudiantes se integraron a las columnas de partidos políticos y de organizaciones populares. Ser militante en el peronismo era un apostolado y se luchaba por la patria libre, justa y soberana, y la felicidad de su pueblo. Para ello se apelaba a la unidad, a la organización y a la solidaridad.
Hoy, en el siglo XXI, todo se moviliza por interés. Un militante es un empleado tomado por el Gobierno; los planes sociales son un instrumento para el encolumnamiento de las organizaciones políticas que respondan al Gobierno. No hay cuadros políticos por convicción ni por metas doctrinarias a alcanzar, sólo se es militante para poder vivir el hoy y el ahora. En todos los niveles institucionales se practica el toma y daca.
Un militante del siglo XXI es como si no existiera, porque es presa del engaño, del fraude y la mentira de una dirigencia corrupta y alejada de su pueblo, que no está capacitada para encauzar a la Nación en sus grandes objetivos.
No olvidemos que desde el peronismo había una juventud heredera de la resistencia peronista, que tomará de sus padres la lucha por el regreso del general Perón en el exilio. Antes existían escuelas de cuadros en distintas organizaciones políticas y gremiales en todo el territorio del país. El concepto de universidad cerrada y aislada se rompió y sus estudiantes se integraron a las columnas de partidos políticos y de organizaciones populares. Ser militante en el peronismo era un apostolado y se luchaba por la patria libre, justa y soberana, y la felicidad de su pueblo. Para ello se apelaba a la unidad, a la organización y a la solidaridad.
Hoy, en el siglo XXI, todo se moviliza por interés. Un militante es un empleado tomado por el Gobierno; los planes sociales son un instrumento para el encolumnamiento de las organizaciones políticas que respondan al Gobierno. No hay cuadros políticos por convicción ni por metas doctrinarias a alcanzar, sólo se es militante para poder vivir el hoy y el ahora. En todos los niveles institucionales se practica el toma y daca.
Un militante del siglo XXI es como si no existiera, porque es presa del engaño, del fraude y la mentira de una dirigencia corrupta y alejada de su pueblo, que no está capacitada para encauzar a la Nación en sus grandes objetivos.