Por Mario Vargas Llosa
Cada nuevo libro es una aventura, pero la experiencia me sirve para saber lo que quiero hacer. Tengo siempre una nebulosa, una trayectoria, una situación vaga, incierta. Esa historia se va definiendo por el trabajo. La creación es la eclosión de fuerzas que vencen la desmoralización: ver en esa cosa confusa fuerzas, movimientos que constituyen una historia viviente que comienza a aparecer. En todo autor, creo -y lo dice Barthes- hay una repetición, pero al mismo tiempo hay una renovación. Es como si cada vez aprendiera a escribir. El escritor no debe instalarse en una fórmula y repetirla, porque allí termina la creación?
El escritor siente frustración cuando termina un libro, porque siempre es más pobre que la idea que tenía de ese relato. Es el problema de la fidelidad a una realidad. Esa experiencia la viví en La Tía Julia y el escribidor. En un momento vi que esa novela parecía un ejercicio retórico, un juego literario. Yo quería una novela que simule la realidad, algo más concreto. Se me ocurrió, entonces, relatar un episodio de mi vida tal como era objetivamente. Intenté eso pero vi que era imposible. Descubrí que la literatura es un arte no para decir verdades sino para decir mentiras.
© LA GACETA
* Fragmento de una entrevista publicada
en estas páginas el 31 de julio de 1983