Aunque no es determinante, un barómetro interesante para medir la calidad de un recital es la felicidad que se refleja en los rostros. Y el público que fue a escuchar a Rosa Incaica Trío salió del teatro Orestes Caviglia así: feliz. No es para menos: Pablo González Jazey (guitarra), Annelise Skovmand (voz) y Pablo Manuel Arroyo (piano), junto con el artista invitado Sebastián Suárez (percusión), demostraron dedicación y derrocharon talento.
La agrupación tucumana (Skovmand es oriunda de Boston pero tucumana por adopción) arrancó puntual el espectáculo con un bailecito, "El pobrecito", y la muy bonita "Chaya del Regreso", ambas composiciones de González Jazey. Luego, la finura con que tocaron la zamba de Ariel Ramírez "Allá lejos y hace tiempo" motivó los primeros bravos. La sala estuvo casi llena y el ambiente fue cálido durante la hora y 20 minutos de show.
Los músicos se lucieron con una chacarera, "Del amor antiguo", escrita por Néstor Soria. En una de las estrofas dejaron súbitamente a un lado los instrumentos y, con golpes de palma, cantaron a capella. El público, chocho.
Siguieron luego el aire de zamba "El adiós" y "El cuántico", un gato hábil y científico, como lo definió con humor Skovmand.
Con "Guitarra, dímelo tú", de Atahualpa Yupanqui, el escenario se volvió oscuro y misterioso. La cantante manifestó una expresividad asombrosa y el resto del grupo, una pulcritud y una conexión admirables. Estas cualidades se advirtieron durante todo el desarrollo de la función, que fue impecable, excepto algunas dificultades de Skovmand para llegar a agudos. Pero nada más.
La presentación siguió con "Canción para bañar la luna", un clásico de María Elena Walsh, suerte de carnavalito japonés que hizo carcajear al público; después, "Chaya por Taconás", del binomio Manuel J. Castilla-Gustavo "Cuchi" Leguizamón; el valsecito "Qué bonito", del tucumano Alberto Rojo; y el memorable tango "El último café", a guitarra y voz.
Luego tocaron "Alumbra", una obra instrumental compuesta por el guitarrista tucumano Martín Páez de la Torre -que se encontraba entre el público y es amigo de González Jazey- y "Vidala para una tarde", del Luis Víctor "Pato" Gentilini, con arreglo de Jorge Farall, para cuya interpretación el trío invitó a Santiago Arroyo, bajista y hermano del pianista.
El espectáculo cerró con "Lila", de Arroyo y González Jazey, y de bises, "Tú sonrisa inolvidable", de Fito Páez, y las chacareras "La alabanza", de Yupanqui y los Hermanos Díaz, y "La flor azul", de Mario Arnedo Gallo, en una caracterización de la recordada versión de Mercedes Sosa y Domingo Cura. La gente aplaudió de pie. Feliz.