"La mentira produce flores, pero no frutos", dice un antiguo proverbio. Esto quiere significar que, a pesar de que alguien arme una patraña con todos los lujos y detalles, esta nunca tendrá un final feliz: en algún momento será descubierta.
"Hay dos cosas que no soporto en la vida: la mentira y esperar", dice Susana Arroyo (de 41 años), en forma tajante, cuando es consultada por LA GACETA en la peatonal Muñecas. "No tengo muchas cosas materiales y creo que eso se debe a que conmigo no van los engaños, las proposiciones deshonestas o las bajezas para conseguir algo. La persona que hace esto para lograr bienes o favores, que apela a la mentira permanentemente, no podrá estar nunca tranquila con su conciencia", enfatizó.
Según la Real Academia Española, mentira es la expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa.
"Yo no me preocupé por aprender a jugar al truco porque hay que saber mentir. Con la verdad sobre la mesa, voy a cualquier parte y nunca tengo problemas. Por más cruel que sea la verdad siempre se debe jugar con ella, porque es la mejor compañera", asegura Alberto Cabrera (56). Según el opinante, lo peor del engaño es cuando se descubre. "Quien se entera de la mentira puede reaccionar de distintas maneras, hasta no hablar nunca más con la persona que le mintió o descargar su ira con golpes. Lo peor que nos puede ocurrir como seres humanos es que ?nos maten con el diferencial (indiferencia)?, decía mi viejo. Y es así", agrega. Según Cabrera, su experiencia personal le dejó como enseñanza que los seres humanos mienten sobre todo en la juventud, "cuando somos capaces de inventar cualquier cosa para aparecer como el mejor, el más destacado o el más pícaro".
"Mentiroso, mentiroso" es una película protagonizada por el humorista Jim Carrey, quien es un abogado que miente compulsivamente. Su hijo, el día de su cumpleaños, pide un deseo: que su padre no pueda mentir.
Según Adriana Valenzuela (45), "hay mentiras que hacen mucho daño. Pero hay otras, que si son piadosas, se pueden perdonar. Las mentiras en el ámbito familiar no tienen razón de ser. Hay que ir siempre con la verdad. Por ejemplo, no se le debe ocultar a un hijo si es adoptado porque esto deja huellas profundas". En lo relativo a la pareja, dice que hay que ir siempre de frente. "O sea, contar cuando hay una infidelidad. Si se siente la falta de amor y de sexo, por cuestiones rutinarias, hay que decirlo, no callarse y esperar que todo se derrumbe", acota.
A su vez, Cristina Quiroga (46) sostiene que cualquier tipo de mentiras, menos las piadosas, son horrorosas. "En el caso de la pareja no deben existir porque la confianza es la base, pero es donde más engaños hay. Me tocaron muchos mentirosos en mi vida, y hoy estoy sola desde hace dos años", señala. Luego asegura que a sus hijas no les perdona falsedades. "La más cruel de las verdades es preferible a la mínima mentira", dice, y agrega que tiene compañeros de trabajo verseros que "me dicen que andan mal con la mujer y se tiran un lance".
Con algunos conceptos precedentes coincide la sexóloga Mileva Pavicich. "En el sexo se miente y mucho. Hay mentiras exageradas como ?nunca sentí con otro lo que vos me hacés sentir?, o ?sos el primero en mi vida?. O bien, ?es la primera vez que me pasa que no funciono? o ?te juro que no tengo otra?. Todas ilustran las situaciones difíciles que se enmascaran para no aceptar la realidad", analiza. Y agrega: "decir te quiero sin sentirlo puede asegurarle al caballero una noche de placer. Hay hombres que desarrollan al máximo su capacidad de engañar: se convierten en divorciados por una noche con el único propósito de tener sexo. Y la mentira es la herramienta perfecta: no hay culpa ni remordimiento alguno". Pavicich dice que las mujeres también mienten en el sexo. "A veces no dicen lo que sienten por cuidar al otro. El ejemplo más claro es el de la mujer que finge su orgasmo. Para no herir el orgullo de su hombre, actúa y se encierra en su frustración -a fin de sostener el equilibrio de la pareja- o para no arriesgarse a perderlo".