WILLIAM IRWIN Y HENRY JACOBY
(Selector - México)
¿Es posible desentrañar un personaje que encierra, en sí mismo, todas las contradicciones juntas? ¿Es eso lo que querría el Dr. Gregory House que hiciéramos los fanáticos de la serie? Mmmm? Responderemos la primera pregunta ahora mismo, pero dejaremos el segundo interrogante para el final.
Por empezar, descifrar lo que pasa por la mente de ese antipático médico puede resultar tan apasionante como estresante. ¿Acaso no es eso lo que propone este detectivesco hombre apoyado en un bastón y adicto a los calmantes? Por cierto, luego de que uno se acostumbra a la descuidada traducción, La filosofía de House; todos mienten puede resultar un buen ejercicio para rememorar la serie y reavivar todas las dudas que nos despierta, en cada capítulo, este Sherlock Holmes de la medicina moderna.
En definitiva, el libro presenta 18 capítulos en los que académicos norteamericanos tienen la para nada fácil misión de contestar lo que todos nos preguntamos: House, ¿es o se hace? Pero al igual que nosotros cuando apagamos el televisor, estos estudiosos apenas si pueden dar vueltas antes de dormir alrededor de las virtudes y defectos del personaje que interpreta Hugh Laurie. ¿Alguien puede decirme si House es un cretino? ¿Alguno está en condiciones de calificar a House como un hombre sin emociones? ¿Se atreven a encasillar a House en el extremo de médico o de detective? Si nadie lo hace frente a la TV, por qué habrían de animarse William Irwin y Henry Jacoby en esta compilación.
El pensamiento, la ética, la lógica y la psicología, desde Sócrates a Santo Tomás de Aquino, dan saltos de una página a otra del libro, pero no está de más decir que los resultados son tan disparatados -y repetitivos- como el personaje en sí mismo. ¿Esto es malo? Por supuesto que no. Siempre, claro está, que hablemos como lo haría nuestro médico de cabecera. Porque House es, en definitiva, eso que todos queremos ser en algún momento: malvado y héroe, cariñoso y parco, concienzudo y arrebatado, irónico y serio, curioso e indiferente, vulgar y sofisticado, mentiroso y sincero.
¿Será que House nos dice eso que queremos ocultar porque nos avergüenza o nos irrita? Y si no nos gusta, ¿por qué lo seguimos escuchando? Hagamos memoria, ¿cuántas veces volvimos a caer en las cautivantes garras de esa persona que nos saca de quicio? A no olvidarse que, entre la ira y la atracción, la diferencia puede terminar siendo imperceptible.
Adicciones incurables
Respondida la primera pregunta, no queda más que introducirnos de lleno en la alborotada mente de nuestro doctor. Y para que este interrogante nos calme sin necesidad de que lleguemos a precisar de un puñado de pastillas de vicodina, por qué no emular al protagonista de la serie. Analicemos en voz alta, planteemos las hipótesis y lleguemos a una deducción. Cuando descartemos todas las teorías, tal como lo hace House en cada capítulo, veremos que este compilado de analistas tampoco logra quedarse con ninguna. Es que si hay un veneno que Dr. House nos lanza con cada final, pues no cabe duda que ese es el del absorbente enigma, el de la asfixiante curiosidad. Y para ninguno de los dos hay antídoto que valga.
Llegando al final, se habrán dado cuenta de que, como nuestro galeno, todos somos adictos al misterio, a las mentiras, y a la más pura verdad. En realidad, como dijo no hace mucho tiempo Marcelo Bielsa, todos tenemos "la antipática obligación de ser sinceros". Después de todo, ¿me creen? ¿O ustedes también tienen algo que ocultar? Mmmm? Por qué mejor no, como Dr. House, descansamos, tomamos café, hacemos pis?
© LA GACETA
Fernando Stanich