El de ayer no fue Néstor Kirchner. Al menos, no aquel que por 2003 caminaba suelto y repartía besos y abrazos. Tampoco ese que, alejado de la presidencia, bravuconeaba con liviandad a la oposición y a un sector de la prensa con más ira que fundamentos sólidos. No, ayer los tucumanos vieron a otro Néstor Kirchner. A uno más envejecido y desmejorado que aquel torbellino de los comienzos, pero también a uno más calmo, más "racional" -palabra que él utilizó- que el de los últimos dos años.
"No estamos especulando con sacar rédito de los festejos del Bicentenario", dijo el ex presidente desde el estrado. Pero no fue del todo sincero. Porque si algo oxigenó al kirchnerismo son los festejos por el 25 de Mayo. Si alguien puede atribuirse el éxito masivo que tuvo la celebración, no es otro que el matrimonio presidencial. Y él como eventual postulante a la Casa Rosada. Algo así como que Julio Grondona no se adjudique la Copa del Mundo, si es que la selección argentina eventualmente la obtiene en Sudáfrica.
Para 2011 falta un largo e imprevisible trecho. Similar al que contrastó la derrota K del 28 de junio de 2009 con las millones de escarapelas que regaron las calles porteñas este fin de semana. Kirchner lo sabe y por eso apuesta a usufructuar el mejor ánimo. La oposición también y por eso imagina alternativas para no dilapidar más oportunidades. En el medio Alperovich espera, consciente de que no hay rivales locales que le despierten zozobra. El dilema pasa por desentrañar con qué Kirchner se encontrará en 2011. Con el primero, con el segundo, o con el tercero. Ahí puede estar la llave del éxito.