GUALEGUAYCHU.- Uruguay violó el acuerdo con Argentina, pero Botnia no se va. El veredicto de La Haya decepcionó a los vecinos de Gualeguaychú, que exigen que la pastera se retire del Río Uruguay. Sostienen que la planta contamina y, por eso, cortan la ruta que lleva a la frontera con el país vecino. Provistos sólo con una barrera y organizados en guardias, el grupo impide el paso de los autos hace tres años y medio. Como consecuencia, el camino que antes pululaba de vehículos ahora parece un paraje abandonado y olvidado en el tiempo.
El martes pasado, los asambleístas se reunieron a escuchar el fallo de la Corte Internacional. Había niños, jóvenes, adultos y jubilados. Llegaron temprano en autos y camionetas que formaban una inmensa fila en la ruta 136. Rodeados de periodistas de todas partes del país, cantaron el himno nacional y flamearon banderas. Colgaron una pantalla gigante y frente a ella ubicaron varias filas de reposeras para seguir de cerca lo que dictaminaban los jueces. Muchos, incluso, cerraron sus negocios o faltaron a las escuelas para atender a lo que se ordenaba desde el otro lado del océano. Durante las tres horas que duró la lectura, la vida de los ciudadanos se paralizó. Ovacionaron los aspectos positivos de la sentencia y abuchearon los negativos. Estaban expectantes y optimistas. A unos pocos kilómetros de ellos, empotrada en el corazón del río, la planta de la discordia hacía humear sus chimeneas en silencio.
Sin embargo, el veredicto defraudó a los asambleístas. Abrazados unos a otros, se repetían que habían sido víctimas de una injusticia. En medio de la ruta, muchos lloraron, algunos vociferaron y otros comenzaron a marcharse en silencio. Todos coincidían en una misma idea: que su lucha no fue en vano y que la sentencia de La Haya no silenciará su grito de reclamo. El domingo que viene, el grupo se reunirá en una asamblea en la que podrían decidir nuevas medidas al respecto. Otras novedades pueden surgir durante el encuentro, el miércoles, entre los presidentes Cristina Fernández de Kirchner y José Mujica. LA GACETA ©