"Mi música lleva un mensaje que quiere transmitir amor y paz", le dijo Luis Miguel a LA GACETA. Era apenas un niño de 14 años, feliz chapoteando en la pileta del hotel, mientras el calor de febrero consumía la tarde tucumana. La noche anterior había conmovido a miles de fans en la cancha de Central Norte. Elegante con su smoking claro y zapatos blancos, en aquel 1984 ya era una celebridad hecha y derecha. Había grabado seis long-plays (el CD era cosa de ciencia ficción por estas tierras) y filmado dos películas.
Ese chico de dientes llamativamente separados, desenvuelto para contestar las preguntas, consciente del fuego que encendía a su paso, ya construía muros en torno de su vida privada. Siguió haciéndolo durante los siguientes 25 años. Para muestra basta el botón que fue su paso por el sanatorio Cedar's-Sinai, de Los Angeles. ¿Qué tan cerca estuvo de la muerte? ¿Fue una infección producto de una liposucción mal practicada? ¿Hay algo más?
La vida de Luis Miguel es una sucesión de preguntas sin respuestas. Volvió a Tucumán en 1986 y explotó Villa Luján. En 1992, ya reconvertido gracias a su viaje al corazón del bolero, hipnotizó a la multitud en la cancha de Atlético. Y en 1994 se recuerda que después de un show compartió un asado con Palito Ortega. LA GACETA obtuvo fotos de ese encuentro y publicó una muy simpática del ídolo con Rosarito, la hija del entonces gobernador de la provincia.
Hubo otras visitas -antes y después-. Se sabe que Tucumán forma parte de su itinerario este año.
En su mansión de Miami, protegido por su círculo íntimo, Luis Miguel festejará hoy los 40 años. Millones de fanáticos, muchos de ellos tucumanos, brindarán con él a la distancia. El señor de los enigmas aprendió desde niño que un buen secreto vende más que nada.
Luis Miguel festeja 40 años detrás de un muro de silencio
Cada vez que visitó Tucumán hizo explotar los estadios. Un asado con el gobernador Ortega en 1994.
EN CENTRAL NORTE. Luis Miguel cantó sus éxitos allá por 1984.