JOSEFINA CACERES DE POSSE
"Aprendí que cada chico es diferente"
"Fui la segunda de seis hermanos. Me sentía como Susanita, la amiga de Mafalda, pero cuando nació mi primer hija me olvidé de todo. No sabía ni cómo agarrar al bebé, y cuando la tuve que bañar sentía que la iba a ahogar", cuenta hoy, entre risas, Josefina Cáceres de Posse, madre de seis hijos. Josefina (19 años), Federico (17), Jimena (16) , Agustina (14), Juliana (12 ) y el pequeño Alejandro, de 5 años, le hacen experimentar las más diversas vivencias.
Josefina, además de criar a sus hijos y de administrar su hogar sola, desde el fallecimiento de su esposo, Federico Posse, es también presidenta del Equipo de Asistencia y Adopción.
"Yo quería ser la madre modelo - recuerda-. Mi hija tenía que comer cada tres horas, como decía un libro que me compré. La bañaba a las 8 de la noche, la súperestimulaba y no me iba a bañar si alguien no llegaba a casa para que se quedara con ella. Pero al año y siete meses nació el varón, y todo cambió. El chico tragaba que daba contento y no respetaba horarios. Toda la organización se fue al tacho. Con mi tercera hija ya me faltaba una mano -o un marido- (ríe). La tercera aprendió a caminar agarrada de mi pantalón, y pasó del pecho a la milanesa con puré", recuerda como si fuera ayer.
"Cuando los chicos crecen, uno sigue aprendiendo. Por ejemplo, comienzan a ir al colegio y uno quiere que sean brillantes. Pero después te das cuenta de que cada uno tiene sus tiempos, y empezás a respetarlos. Con los años, entendí que los chicos no son un solo paquete, aunque hayan vivido las mismas experiencias. Aprendí que cada chico es diferente. Por eso le pido a Dios que me enseñe a comprenderlos a todos. Confieso que es difícil reconocer la individualidad de cada uno. Y en la adolescencia es más difícil, sobre todo cuando son varones, que se manejan solos en la calle. Con las mujeres, en cambio, es más fácil porque una las lleva y las trae".
El tema de los novios es otro aprendizaje. "Aprender a ser suegra, a quererlos como chicos que se incorporan a la casa, a disfrutar de sus alegrías, a tratar de no meterse en sus asuntos y a no tomar partido por uno cuando se pelean", sostiene.
"Aprender a escuchar a los hijos y respetar sus puntos de vista es una de las cosas más difíciles en la relación con los chicos. Mi único anhelo es que crezcan como personas libres, responsables y felices", concluye.
MARISA TOSELLI DE GONZALEZ
El desafío de ser mamá por un año
Marisa Toselli de González ya tenía sus tres hijos en la facultad, cuando llegó Joshua Sharp, que no nació de su vientre, sino de su corazón. Se trata de un joven de Nueva Zelanda, que vino a Tucumán por un intercambio estudiantil del programa AFS. Joshua tiene 15 años, y Marisa se convirtió en su madre por 12 meses. "Acepté el desafío de ser madre por un año porque mi hijo Fernando también había participado de esta experiencia, y fue hermosa para él", confiesa.
"Al principio fue muy difícil porque Joshua no se integraba. La principal barrera era el idioma. No sabía ni una sola palabra en español. Le puse una maestra particular de inglés para que le enseñara castellano. Felizmente, no sólo aprendió, sino que hoy habla en ?tucumano?, con todos los modismos de los chicos de su edad", cuenta feliz Marisa, quien afirma que le costó mucho volver a vivir las etapas ya superadas con sus hijos. "Mis chicos van a la facultad. Con Joshua tuve que volver a pensar en el colegio, en los deberes, en los problemas de los adolescentes y la necesidad de poner límites, que yo ya tenía superados con mis otros hijos", relata.
"Confieso que los primeros meses fueron duros. Joshua lloraba porque extrañaba su casa y yo no sabía qué hacer. Me desesperaba. Hasta consulté con un sociólogo para tratar de entender más el entorno de donde él provenía. Pero si algo me ayudó a resolver todos los problemas fue el amor que siento por él. Un día, cuando parecía que la única solución era que él volviera a su país, me miró y me dijo: ?¿me das otra oportunidad?? Me enterneció completamente, allí comenzó una relación mucho más fuerte", contó emocionada.
"Joshua también me ha enseñado muchas cosas de la maternidad. Con él he aprendido a ser paciente y tolerante y a respetar su forma de ser. Me siento orgullosa porque creo que he ayudado a levantar su autoestima. El también ha aprendido muchas cosas. No sólo a comer empanadas y asado (antes no le gustaba). Ha madurado mucho y eso me da mucha felicidad", confiesa.
ALEJANDRA MASTRACCHIO
"Me enseñaron a ser paciente"
"Con mis propios hijos aprendí a ser madre. Ellos me enseñaron a ser paciente, a ser más tranquila y menos atolondrada", agradece Alejandra Mastracchio, quien tuvo sus primeros dos hijos, con apenas 19 años. "Cuando nació mi hijo mayor, Andrés, que ahora tiene 18 años, yo no sabía nada de ser madre. Para mí era como un muñequito. Pero me dejé llevar por la intuición y, gracias a Dios, nunca se me quemaron los papeles. A él y a mi hija, Sofía, que ahora cumple 15 años, los disfruté muchísimo, salíamos en bicicleta a todos lados y no dejé de ver visitar a mis amigos. Hoy soy muy amiga de mis hijos. Tengo una excelente relación y una muy buena comunicación con ellos, a pesar de que soy consciente de que la adolescencia es una edad difícil", cuenta con frescura.
Alejandra es también madre de Gianni, de 5 años, cuya crianza comparte con su marido.
"Si algo me ha ayudado a criar a mis hijos es que nunca he sido una madre asustadiza. Traté de no inculcarles miedos ni de nunca coartarles su libertad. Nunca quise que sean como yo, ni como nadie. Que encuentren sus propias motivaciones y que vivan con tranquilidad. Desde pequeños fui consciente de que debían golpearse a medida que tenían sus experiencias. Nunca vivir la vida de ellos, sino tratar de compartirla", afirma emocionada.
Alejandra confiesa que con sus hijos adolescentes trata de ser particularmente cuidadosa. "Comprendo que es una etapa particular de la vida, donde ellos necesitan privacidad y trato de respetársela", añade.Cuando nació su primer hijo, Alejandra era joven, soltera y pasaba por un momento muy especial en su vida. Pero confiesa que cuando vio a su hijo recién nacido sintió que ya no estaba sola. "Sentí que por primera vez había algo que era mío y muy amado. Era la prolongación de mi vida, y me sentí shockeada. Pero jamás tuve miedo, sino mucha emoción", recuerda con ternura.
Alejandra no tiene planes concretos para sus hijos: "sólo quiero que sean libres internamente, capaces de amar a las demás personas y, sobre todo, de elegir lo que ellos verdaderamente quieran para su vida".