La pizarra de Ariel Martos sigue siendo un campo de prueba, un espacio en constante movimiento en el que las flechas cambian de dirección y donde los círculos se desplazan y se centran en los jugadores clave. Es un trabajo de ajuste continuo, donde cada estrategia se prueba y se descarta, se reconfigura y se reinterpreta, con el objetivo de encontrar el equilibrio perfecto que le permita a San Martín de Tucumán volver al triunfo y despegar definitivamente hacia la mejor versión de sí mismo.

Tras el empate contra Tristán Suárez, el tercero consecutivo en el torneo, el cuerpo técnico se mostró dividido entre la satisfacción por el nivel de juego mostrado y la frustración por no haber logrado una victoria que parecía al alcance. Martos destacó el trabajo defensivo y las mejores situaciones de gol generadas por su equipo durante el partido, pero también dejó en claro que el empate no fue suficiente.

“El saldo es positivo, sobre todo por lo realizado en el partido. Las mejores situaciones las tuvimos nosotros, con una buena solidez defensiva. No nos generaron ni una situación de gol”, comentó el DT al finalizar el partido. Sin embargo, lejos de conformarse, expresó su descontento con el resultado final. “No me voy contento con el empate. Si debía haber un ganador, era San Martín. Tenemos la obligación de ser protagonistas en todas las canchas”, añadió, demostrando su ambición de hacer que el equipo se presente siempre como un contendiente, sin excusas ni conformismos.

En ese marco de expectativas y presión, la pizarra de Martos sigue siendo el centro de todo el trabajo táctico. En un torneo que exige resultados inmediatos, el entrenador tuvo que hacer ajustes constantes, buscando siempre ese equilibrio que permita a su equipo mostrarse sólido en defensa y letal en ataque.

Para lograrlo, el mercado de pases fue el primer paso, con un enfoque en la incorporación de jugadores jóvenes con proyección y experimentados que aporten liderazgo y estabilidad. De hecho, el inicio del torneo se mostró prometedor, con dos victorias y cuatro empates que colocaron al “Santo” en el quinto puesto de la tabla. Pero el nivel de juego, aunque satisfactorio en algunos aspectos, aún está lejos de ser el esperado. La falta de regularidad sigue siendo una preocupación para el cuerpo técnico, que continúa moviendo las piezas, buscando la fórmula que logre esa constancia necesaria para competir en los primeros puestos.

En el debut contra Almagro, Martos apostó por un esquema clásico de 4-4-2, con Matías García y Gustavo Abregú en el centro del campo, buscando ganar el medio para abrir las bandas con Agustín Prokop y Juan Cuevas.

Sin embargo, el equipo comenzó con falencias en los primeros minutos, algo que el propio técnico reconoció, señalando que la pretemporada había dejado huellas en el rendimiento del equipo. El primer tiempo fue casi completamente dominado por el local, que aprovechó las debilidades del “Santo” para imponer su juego.

Martos, sin embargo, no se amedrentó y, tras un análisis rápido del primer tiempo, decidió realizar cambios tácticos en el entretiempo. Mandó a la cancha a Jesús Soraire y Martín Pino, buscando darle mayor presencia ofensiva al equipo y equilibrar la posesión en el medio.

No obstante, a medida que avanzaban las fechas, el técnico seguía haciendo ajustes tácticos.

Siguen los cambios

En Copa Argentina, por ejemplo, el equipo mostró una actitud más solidaria, intensa y compacta; algo que fue valorado positivamente. Aunque el equipo aún carecía de la profundidad necesaria para ser realmente peligroso.

Así el esquema 4-2-3-1 que Martos adoptó en los partidos contra Ferro, Patronato, Güemes de Santiago del Estero trajo consigo dos victorias y un empate, pero el rendimiento ofensivo seguía sin estar a la altura de las expectativas. En este esquema, Pino, quien había sido la referencia de área en los partidos anteriores, no encontró el espacio necesario para explotar sus características, y el equipo se mostró previsible y con pocas ocasiones claras de gol.

Por eso, el técnico decidió innovar nuevamente en el empate contra Los Andes (con un 4-4-2) y en el último partido contra Tristán Suárez optó por un 4-3-3 que le permitió ser más incisivo en ofensiva. Con Juan Cruz Esquivel y Franco García como extremos, se mostró más dinámico, pero a costa de un ligero descuido en defensa.

“El 4-3-3 nos entregó mayores soluciones en ofensiva, pero descuidamos un poco la parte defensiva; con el 4-4-2 ocurre todo lo contrario. Por eso, tenemos que encontrar un equilibrio para no descuidar ningún aspecto del juego”, explicaron desde el cuerpo técnico.

San Martín aún sigue conociéndose a sí mismo. Las triangulaciones y las jugadas colectivas se dan principalmente en el mediocampo, pero lejos del área rival, lo que le resta peligro en los últimos metros.

Con el partido contra Gimnasia y Tiro a la vuelta de la esquina, en los pasillos de La Ciudadela, el cuerpo técnico y los jugadores son conscientes de que el tiempo apremia y que es necesario una regularidad que les permita desplegar el juego que la hinchada espera.