El escrache nació como práctica de denuncia, visibilización de desigualdades e inequidades. Surgió como demanda de justicia y ha sido una acción de colectivos ávidos de hacer oír voces inaudibles en nuestro país. Así lo comenta Roxana Laks, licenciada en psicología y especialista en sociología.

“Durante los años 90 los escraches formaron parte de prácticas que buscaban acabar con el anonimato de aquellos que habían cometido crímenes durante la dictadura y gozaban de libertad exentos de una condena judicial. En ese entonces el reclamo tenía un formato exclusivamente físico- presencial- por lo general en los domicilios, para que fuera observado por vecinos y los medios de comunicación que se hacían eco de ello”, recuerda Laks.

No obstante, en este siglo con el crecimiento de los movimientos feministas en busca del reconocimiento de derechos legítimos, se han tomado acciones similares poniendo en evidencia la condición de vulnerabilidad de la mujer, pero esta vez no sólo con acciones presenciales, sino también, con el apoyo de las redes sociales.

“Hasta aquí, hablamos de escraches para referirnos a reclamos sociales ante la falta de respuestas institucionales, sin embargo en el mundo virtual tienen que ver más con lo que se entiende por ‘linchamiento’”, considera la licenciada.

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A criterio de ella, esto hace más bien alusión al equivalente de la violencia física y no se trata de un reclamo de colectivos sociales o la búsqueda de justicia en el orden institucional, sino más bien de acción directa, que descalifica y violenta a minorías o sujetos individuales.

Así, por ejemplo, los debates políticos se trasladaron a las redes con formatos violentos, ridiculizando y descalificando a actores sociales que no responden a esquemas que se autoproclaman como hegemónicos. “De esta manera el público joven, principal usuario de la comunicación virtual, se ve absolutamente habilitado para imitar una estrategia que queda absolutamente alejada del debate ante el disenso, sino que trata más de cancelar que de consensuar”, agrega Laks.

Espacio de justicia o de venganza

En términos de comunicación digital, las imágenes, los videos y hashtags cumplen un rol preponderante, ya que gracias a ellos el escrache que se realiza tendrá relevancia y un periodo de tiempo determinado de circulación, señala Agustina Carrizo comunicadora social, especializada en marketing digital y en redes sociales.

“Los algoritmos están diseñados para mostrar contenido que interese. Si en ese momento se viraliza una denuncia por cualquier suceso, en los buscadores de las redes sociales se evidencia una tendencia que se ve en números: comentarios, compartir y difundir. Claramente, hay temas que son más sensibles que otros, y el algoritmo mostrará aquellos que realmente genere un revuelo”, analiza.

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Sin lugar estos lugares potencian la fuerza de la denuncia, dándole mayor alcance y visualización aunque esto puede ser peligroso de cierta manera.

En opinión de Carrizo, las plataformas deben intervenir activamente en la propagación de estas denuncias, aunque deberían establecer sistemas de chequeos de datos seguros y asumir las responsabilidades correspondientes en el caso de represalias. “Su medio está diseñado para propagar mensajes que interesen y que generen cierta agitación, su equipo diseñó los algoritmos con esos fines. Sí, a veces la viralización ayuda, pero muchas otras veces solo afecta al denunciado, llevándolo a dejar las redes sociales definitivamente”, finaliza.