Hace un tiempo, cursaba yo mi primer año de Residencia de Cardiología en el Instituto Pombo de Buenos Aires. Un buen día osé llegar 10 minutos tarde al Ateneo científico que se organizaba semanalmente sobre casos clínicos. Pues bien, sin permitírseme sentar, el jefe del Servicio me preguntó acerca de mi impuntualidad. Intenté explicarle que había estado con un enfermo. Pero él me solicitó, respetuosamente, que tomara una tiza y escribiera en la pizarra las siguientes frases: “La puntualidad es la generosidad de los reyes, la virtud de los gentiles y la condición sine qua non de las personas de gestión”. Y agregó: “Para que lo recuerdes y no llegues tarde nunca más”. En ese momento me hizo sentir mal, pero a la distancia pienso que fue una buena lección que me marcó y caló hondo en mí. La puntualidad es una manera de respetar a los demás, y un deber de toda persona bien educada. Y aunque esté hoy devaluada, porque hasta se generan leyes urbanas de que llegar tarde está bien, o es de gente importante, todo esto resulta una gran equivocación. Si hay algo valioso en el mundo es el tiempo; y el impuntual “roba” el tiempo de los demás, que no se recupera jamás. Esta es una problemática común entre los jóvenes y debemos crear en ellos el hábito de ser puntuales. Pero, ¿qué es la puntualidad? ¿Una habilidad, una costumbre, un hábito, un valor, una virtud; o todas estas a la vez? George Washington fue conocido por su puntualidad. Para él llegar temprano era esencial para mantener la cohesión y disciplina en su ejército durante la guerra de la independencia de los EEUU. Cuentan que Gandhi era extremadamente puntual en sus acciones y en sus obligaciones, lo que reflejaba el compromiso con su causa y el respeto que tenía por sus seguidores. Otro ejemplo más moderno fue Steve Jobs, que fue un obsesivo de la puntualidad. Los líderes fomentan este hábito porque induce al buen liderazgo, favorece la construcción de confianza y la eficiencia global. Uno se pregunta: ¿Puede ser todo culpa de la persona y su educación que alguien sea impuntual? Pues bien, se ha demostrado que en el mundo existen personas a la que naturalmente les cuesta mucho más ser puntuales que a otras, debido a su perfil psicológico y a su personalidad. Tardones crónicos no perciben el tiempo igual que los puntuales. Cada ser humano tiene su tiempo interno . Hace unos años se le dio a un grupo de personas que lean un libro y que parasen al creer que pasó un minuto. Para los puntuales los 60 segundos transcurrían antes -a los 58”-, para los impuntuales, después -a los 77”-. Y esto hizo que se asociara al puntual con el de personalidad de tipo A: gente organizada, impaciente, ambiciosa y autoexigente. Por otro lado, al impuntual con gente más relajada, más optimista con su tiempo y más creativa, es decir, personalidad tipo B. En fin, uno cree que a pesar de las dificultades psicológicas o personales siempre vale la pena educar al joven en esta virtud, y creo que esto es más factible siempre desde pequeño. Porque como bien lo señala William Bennet en su obra “El libro de la virtudes”: “La honestidad, el coraje, la perseverancia, el trabajo, la responsabilidad y la puntualidad son virtudes y los niños no nacen con ellas, necesitan aprenderlas y nosotros debemos ayudarlos a comprenderlas y valorarlas. Nada hay como un ejemplo silencioso”. La puntualidad es una virtud que ennoblece a quienes la practican y dignifica a aquellos que la respetan.

Juan L. Marcotullio

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