Primero fue una casilla minúscula, tanto que podía pasar inadvertida. Y no sucedió nada. Después otra. Tampoco hubo reacciones. Entonces la lógica del asentamiento funcionó a pleno: las ocupaciones avanzaron de norte a sur por Marco Avellaneda, a ambos lados de la vía, hasta llegar a la avenida Sarmiento. El plástico le dio lugar a la chapa y la chapa, en algunos casos, al ladrillo. Los últimos datos, previos a las elecciones de 2023, indicaban que viven allí, a un puñado de cuadras del microcentro, alrededor de 60 familias.

“Vinieron varias veces de Desarrollo Social y también del Instituto de la Vivienda. Nos prometieron una solución, hablaron de ubicarnos en El Manantial o en Las Talitas, pero no volvieron más”, le dijo una vecina a LA GACETA. Y subrayó: “no queremos quedarnos acá, a ninguno le gusta vivir así, pero no nos queda otra. No pedimos que nos den cosas gratis; uno puede trabajar y pagarlo de a poco, pero necesitamos ayuda”.

No hace falta describir el extremo grado de precariedad y de pobreza que caracteriza el asentamiento. Miles de tucumanos lo constatan a diario en directo. Las casillas serpentean al costado de la vía por Marco Avellaneda, niños y animales deambulan a toda hora. A escasos metros de la plazoleta Mitre el paisaje es vergonzoso y vergonzante. Mientras, quienes residen en las adyacencias se quejan por la inseguridad y por la acumulación de basura, pero a la vez acompañan el reclamo y piden una solución para esas familias que se sienten condenadas al abandono.

Diferencias

Lo apropiado sería apelar a un remedio similar al empleado en dos asentamientos que eran graves vectores de conflicto social: Villa Piolín y El Triángulo. Piolín, nacido a espaldas de la desaparecida Cootam, se ramificó hasta ocupar una manzana. Lo propio sucedió con El Triángulo, en plena Ciudadela y a una cuadra del estadio de San Martín. En ambos casos se acordó la evacuación de las familias, que marcharon hacia la zona de El Manantial. En ambos casos los antiguos asentamientos se transformaron en plazas.

En el caso de Sarmiento y Marco Avellaneda hay una diferencia sustancial y radica en la propiedad de los terrenos, que hoy pertenecen al Gobierno nacional pero no se sabe hasta cuándo. Las formaciones que circulan por esa vía son las del Belgrano Cargas, con vagones que rozan las casillas mientras los maquinistas tocan la bocina a todo trapo. Belgrano Cargas y Logística SA es una empresa estatal en proceso de privatización: la semana pasada el presidente Javier Milei firmó el decreto que abre el camino de la licitación. Si hasta aquí la Nación no se interesó por los asentamientos -hay otro similar junto a las vías a la altura de Villa Muñecas- menos va a hacerlo ahora. Habrá que ver quiénes serán los nuevos dueños y qué piensan de esta situación.

“Nosotros tenemos las manos atadas”, afirman en la Municipalidad capitalina. Esta, razonan, es una emergencia ligada al desarrollo social, y de todos modos no se puede pretender que sea el ferrocarril el que proporcione soluciones habitacionales. En esa zona gris la pelota de las responsabilidades va y viene, pero nadie la cobija bajo la suela para hacerse cargo de la siguiente jugada.

A todo esto, la avenida Sarmiento oficia de barrera simbólica. El asentamiento llegó a ese límite, pero no son pocos los que miran con apetito el terreno del otro lado de la platabanda, un pastizal al que nadie se ocupa de parquizar y que tranquilamente podría ser usurpado. Sería cuestión de que alguien se anime. Tal vez, como ocurrió en el inicio de esta historia, cuando se instale la primera casilla no pase nada.

Cuestiones de fondo

El déficit en materia de viviendas constituye una crisis estructural de la Argentina. Desde la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen (1916-1922) prácticamete todas las administraciones nacionales implementaron políticas habitacionales. Algunas fueron exitosas, otras no tanto, pero el hilo conductor entre tantos Gobiernos a lo largo de más de un siglo fue el reconocimiento del problema y la voluntad de solucionarlo. A ese ciclo lo interrumpió el presidente Milei: fiel a la contundencia de sus actos disolvió la Secretaría de Hábitat. La gestión libertaria anunció que, de aquí en más, del tema de la vivienda tendrá que ocuparse el mercado.

Reclaman por la falta de agua en un asentamiento y cortan la autopista Circunvalación

Mientras el Estado se desentiende, cada vez son más los argentinos afectados. El censo de 2010 indicó que el 30% de la población carecía de vivienda propia, mientras que en el censo de 2022 la cifra saltó al 35%. Nada menos que una de cada tres familias. Y está, por supuesto, la cuestión de la calidad de vida, ya que se comprobó que el 25% de los argentinos sufre en su casa por el acceso inadecuado (o inexistente) a servicios básicos como electricidad, agua potable y cloacas.

Para las provincias, municipios y comunas que albergan proyectos de desarrollo habitacional la decisión de Milei constituyó un mazazo. Con distintos grados de ejecución, estaba en marcha en el país la construcción de 96.000 viviendas, con una inversión de 490.000 millones de pesos. El Gobierno anunció que no las terminará y que tampoco pagará las deudas con los proveedores. Lo sintetizó por medio de un tuit el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger: “la construcción de viviendas, en todo caso, podrá ser un resorte que elijan usar provincias o municipios, aunque, digamos todo, las provincias hace rato también lo abandonaron cuando desviaron los recursos del Fonavi para gastos generales de administración”.

En Tucumán, el mayor de esos proyectos es el de Procrear II, en un terreno de 100 hectáreas ubicado en Manantial Sur. En noviembre pasado, el gobernador Osvaldo Jaldo anunció que la Provincia había decidido absorber la obra y, por medio de una unidad ejecutora, sacar adelante el megabarrio de 3.000 viviendas. Se trata de una inversión multimillonaria que, de uno u otro modo, requerirá de oxígeno nacional.

Era un asentamiento; ahora es un barrio y llevará el nombre de Eva “Cuqui” Riera

En líneas generales, el panorama es de total incertidumbre. La construcción es uno de los rubros más castigados por la recesión y en el que más empleos -formales e informales- se perdieron durante 2024. Por el momento los créditos hipotecarios se mantienen lejos del alcance de los sectores medios, cuyos ingresos compiten en desventaja con el monto de las cuotas. Y para los sectores bajos, sin obra pública no hay paraíso. Así, el de la casa propia seguirá siendo un sueño eterno, como la revolución de Juan José Castelli.

Epílogo

La semana pasada una topadora maniobró sobre la vereda, frente al asentamiento. Transeúntes y conductores, sorprendidos, supusieron una acción de lo más drástica. No fue el caso. Las familias permanecen allí, hacinadas, privadas de servicios, acostumbradas a escuchar y a olvidar promesas. Hasta aquí, la solución más efectiva a la que muchos recurren al pasar por avenida Sarmiento y Marco Avellaneda es mirar para otro lado.