Uno de los nombres más brillantes del boxeo en la década de 1980 es Donald Curry, quien hoy enfrenta un adversario que no se rinde en los diez asaltos. El excampeón mundial, conocido como “Lone Star Cobra”, fue diagnosticado con Encefalopatía Traumática Crónica (CTE), una enfermedad neurodegenerativa causada por golpes repetidos en la cabeza, una marca silenciosa que acompaña a muchos boxeadores después del retiro.
La noticia, revelada por su hijo Donovan Curry, desnudó una realidad que afecta no solo al campeón, sino a su entorno familiar. Con 63 años, Curry vive entre episodios de confusión, pérdida de memoria y cambios de comportamiento que lo han llevado a ser expulsado del centro de atención donde residía. Hoy, sin un lugar estable, la familia busca un refugio especializado donde pueda recibir el cuidado que su condición demanda.
“El boxeo me dio todo, pero también me quitó demasiado”, solía decir Curry, una frase que resuena con fuerza al pensar en su trayectoria. Nacido en Fort Worth, Texas, en 1961, Curry encontró en el deporte una salida a las dificultades económicas. Desde joven, sus reflejos y precisión lo hicieron destacar, construyendo una carrera que incluyó títulos mundiales y un estilo que lo posicionó como el heredero de Sugar Ray Leonard.
Pero el precio de brillar en el cuadrilátero no tarda en llegar. Las estadísticas revelan una dura realidad: los golpes acumulados no solo marcan la piel, sino que dejan cicatrices invisibles en el cerebro. La CTE, reconocida oficialmente como una enfermedad profesional por su vínculo con deportes de contacto, sigue siendo una condena para figuras que entregaron su vida al espectáculo y la competencia.
El caso de Curry es un llamado de atención para el mundo del boxeo. ¿Qué sucede con los campeones cuando el glamour se apaga? ¿Qué redes de apoyo existen para aquellos que se convirtieron en íconos, pero enfrentan en soledad las consecuencias de su sacrificio?
“Estamos buscando desesperadamente ayuda para mi padre”, expresó Donovan en un mensaje público. Más allá del pedido, el relato de su hijo refleja una verdad que muchas familias prefieren mantener en privado: la batalla con la CTE es tan devastadora como las más duras peleas sobre el ring.
El declive de Curry tras su retiro en 1997 no es una excepción. Como tantos otros, su vida pasó del reconocimiento en el Salón de la Fama del Boxeo a la lucha diaria por conservar su identidad. “Esto no se trata solo de él, sino de todos los atletas que nos dieron momentos inolvidables y hoy viven en la sombra de su propio legado”, concluyó Donovan en su mensaje.
Mientras la familia Curry busca respuestas, el boxeo, como deporte y como industria, debe reflexionar. Las campanas que marcaban el inicio de sus peleas hoy resuenan como un recordatorio: cada golpe tiene un costo, y no siempre hay un rincón donde resguardarse.