Hot Wheels con controles y pistas interminables. Barbies veterinarias, maestras o fashionistas con sus casas, y hasta su propio Ken cantante. Tamagotchis que exigían más atención que una mascota real. Peluches heredados. Max Steel y Transformers listos para salvar el mundo. Para los más creativos, trenzadoras de pelo, kits de masitas Play-Doh o la codiciada valija Juliana Maquillaje Artístico en Navidad. Todos estos juguetes transportan a un tiempo de inocencia, magia y risas.
No eran sólo protagonistas de las cartas dirigidas a Papá Noel o a los Reyes Magos, sino que marcaron momentos inolvidables en las infancias de los años 2000. Con sus colores, sonidos y funciones, se convirtieron en compañeros inseparables de anécdotas que llenan de nostalgia a los jóvenes del presente. Nueve chicos tucumanos menores de 30 años recuerdan esos juguetes que los hicieron felices en la primera década de este segundo milenio.
Los clásicos de la velocidad
Los Hot Wheels encabezaban las listas de deseos, con sus autitos de colección y piruetas que desafiaban la imaginación. “Siempre me encantaron los autos. Yo amaba mi colección de HotWheels”, confiesa Manuel Leiva, estudiante de 24 años. “Comparaba con mis amigos los modelos y nos encantaba pensar que algún día tendríamos la posibilidad de manejar esos autos”, agrega.
Como tantos niños de esa época, Manuel vivía las fiestas con la emoción de los regalos, especialmente cuando sabía que habría un nuevo autito esperando bajo el árbol. Para él, la diversión estaba en jugar y no en conservarlos en su caja. “Me gustaba jugar con ellos: esa era mi manera de coleccionar”, comparte con nostalgia. Perdió la mayoría de sus HotWheels cuando se mudó de casa. “Me duele mucho hasta el día de hoy”, expresa.
Una casita de muñecas soñada
En el universo de las muñecas, Barbie era la reina. En los 2000 brillaban las versiones veterinaria y fashionistas, pero también se destacaban las interactivas. “Todavía tengo a mi bebota electrónica que lloraba, se reía y hacía sonidos. La cuidé como oro”, comenta Nadime Laguna de 23 años. “Me acuerdo cuando la vi por la tele por primera vez: me enamoraron todas las cosas que hacía”, subraya. Era especial ya que reaccionaba a su nombre, tomaba la mamadera y jugaba con un muñeco con el poder de ocho pilas potentes. “De la nada le daba sueño, yo me re enojaba. La reiniciaba y la ponía a jugar de nuevo, a escondidas de mi hermanita menor”, comenta.
Muchas historias de infancia fueron marcadas por las barbies y se proyectaron en las vidas de quienes jugaron con ellas. Es el caso de Malena Barrientos, quien jugaba con una Barbie veterinaria que le regalaron en Navidad y hoy está en segundo año de la carrera de Veterinaria. Y de Julieta Trejo, quien pasaba horas y horas con sus bebotes, y en los últimos días de 2024 se recibió de Técnica en Obstetricia.
Las casitas de muñecas, con sus muebles diminutos y detalles encantadores, despertaban fascinación. Para algunos, como Nicasio Salas, estudiante de 21 años, eran un objeto de deseo que nunca llegó a su habitación. “No me dejaban tener una, pero cuando me encontraba con alguna, era muy feliz”, cuenta.
En paralelo, los que preferían la acción no podían resistirse a un Max Steel con sus trajes futuristas o a los Transformers, que llevaban la adrenalina a otro nivel con su capacidad para cambiar de forma. El favorito de Martín Silva, de 22 años, era el codiciado muñeco de acción. "Me re gustaba el juguete, era mi favorito, lo conocí por una propaganda de Disney y me parecía re fachero”, dice. Mucho más adelante, en 2013, llegó la serie pero ya no tenía ninguno de los muñecos que le habían regalado ya que los había donado a todos.
La tecnología hace su aparición
“La Play fue un cambio definitivo en nuestra generación”, asegura Agustín López Muñoz, estudiante de 23 años. “Marcó el comienzo de una era de gaming donde no hacía falta tener una computadora, y encima empezaban a salir tremendos juegos como el PES, GTA San Andreas, Dragon Ball, Call of Duty y Black, entre tantos otros”, enumera. Para muchos chicos de los 2000, la consola no era solo un aparato, sino el centro de reuniones y largas jornadas de diversión.
“No todos tenían la plata para tener la Play, por eso yo invitaba a mis amigos a que vinieran a mi casa a jugar”, enuncia Agustín. Y agrega una anécdota particular: “siempre iba a Piazza, creo que se llamaba así, en el shopping viejo, y compraba juegos. En las vacaciones jugaba a la pelota durante el día y a la noche me la pasaba con la Play. Esos días sin responsabilidades eran pura felicidad”.
Entre los juguetes tecnológicos que marcaron infancias del 2000 están las consolas portátiles como Game Boys, algunos de Nintendo, otros truchas; los diarios electrónicos que tenían contraseña y las trenzadoras de pelo de las famosas valijas Juliana.
El peluche en la cama y yo, en el piso
La valija Juliana Maquillaje Artístico, los kits para hacer pulseras, los juegos de té que imitaban la cerámica y las masitas Play-Doh fueron los objetivos preferidos de quienes dejaban volar su imaginación. Otros ejemplos son los Lego, los Rastis o los ladrillitos en general que permitían crear cualquier tipo de construcción. En este juego de creatividad, los juguetes estáticos como dinosaurios y peluches tenían un rol importante.
Milagros Quintana, estudiante de 19 años, recuerda cómo los dinosaurios marcaron su infancia. “Nunca me gustaron las barbies. En cambio, tenía todo tipo de libros, juguetes y películas vinculados con los dinosaurios. Las pelis de Jurassic Park me encantaban y soñaba con tener la posibilidad de encontrar un tiranosaurio”, explica. Aunque con el tiempo sus intereses cambiaron, porque hoy estudia Ingeniería, Milagros admite que esas memorias siguen siendo especiales: “para mí, los dinosaurios siempre van a ser una parte importante de mi infancia”.
Dolores Messina, de 21 años, evoca sus peluches. “Tenía miles, casi todos heredados”, apunta. Ella hacía lo típico de dormir con los peluches en su cama, pero, cuando llegó uno nuevo, que era grandecito, no supo cómo hacerlo entrar. “Terminé durmiendo yo en el piso para que el peluche pudiera dormir en una cama”, relata entre risas. Aunque no tardó en darse cuenta de que ese método no era tan práctico, el gesto para ella transparenta la conexión única que había desarrollado con sus juguetes más queridos.
La variedad de juguetes representativos de los años 2000 demuestra cómo cada niño tenía su propio “sueño navideño”. Desde autitos que trepaban por las paredes hasta barbies que cantaban, estos objetos dejaron huellas en quienes los disfrutaron. Hoy esos juguetes son más que recuerdos: trazan un puente a una época de emociones puras y deseos simples, a los que, con la edad, a veces cuesta volver.