La noche del martes 24 se cumplirá una década exacta desde que a un puñado de tucumanos se le ocurrió que las personas en situación de calle y de vulnerabilidad social podían pasar “una Navidad diferente”.
Durante la previa de aquella Nochebuena de 2015, Silvina Terán, Francisco Díaz Vázquez y Daiana del Campo, de la fundación “Un mundo diferente”, imaginaron que la plaza Independencia podía convertirse en una cálida habitación, con una mesa enorme alrededor de la cual se sentarían personas sin casa, o sin plata para disfrutar de una buena cena, o sin compañía. Y lanzaron una campaña para recibir donaciones y poder cumplir esos deseos. La respuesta, como siempre que se apela a la solidaridad tucumana, fue inmediata. Y no solo llegaron productos; también se sumó una treintena de voluntarios para organizar la fiesta. Una fila de 25 mesas adornadas con manteles y centros de mesa artesanales se extendió a lo largo del paseo, que para esa noche devino salón de fiesta al aire libre: unas 300 personas bailaron luego del tradicional brindis de las 0 horas.
A partir de entonces, la propuesta de una “Navidad diferente” ha ido creciendo. Se sumaban voluntarios, y se sumaban participantes: en 2017, el arzobispo de Tucumán, monseñor Carlos Sánchez, fue una de las 1.200 personas presentes. Así las cosas, ya se puede decir que se trata de una tradición.
Este año ya se lanzó la convocatoria, en la sede del Ente Tucumán Turismo (ETT). Participaron Del Campo y Augusto Romero -presidenta y coordinador general de la fundación-. Junto a ellos estuvieron el titular del ETT, Domingo Amaya y el obispo auxiliar de Tucumán, Roberto Ferrari. Esperan alrededor de 1.000 personas para la cena de Nochebuena, que contará con espectáculos artísticos y con obsequios. Además, se espera la presencia de monseñor Sánchez, quien oficiará la misa central.
Se puede aportar de muchas maneras. No solamente mediante la donación de algún alimento o juguete. En ocasiones, la mera presencia significa mucho más para una persona sin casa y sin “hogar” que esos objetos que se compran.
Llegar y bailar con todos. Y participar de la fiesta como pares. Al menos por el tiempo que dure el encuentro que de verdad no existan diferencias; que todos coman lo mismo, en el mismo plato.
Una “Navidad diferente” cumple 10 años. Durante ese lapso pasaron tres presidentes -Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei-. El evento trascendió Gobiernos, y los seguirá trascendiendo. No solo porque erradicar la pobreza en la Argentina resulta una empresa sumamente complicada -por ser optimistas-; sino porque la soledad no tiene ideología. Y muchos de los que van allí acaso se acerquen no tanto por el plato de comida, sino más bien por la conversación, con la sonrisa amiga, por el contacto con otra persona.
Ante estos casos cobra fuerza el aporte presencial de aquellos que sí tienen un plato de comida especial para esa noche y alguien con quien compartirlo. Daría la sensación de que no faltarán corazones y brazos dispuestos a garantizar que cada año se haga una “Navidad diferente”; y menos aun con la participación del Estado. Pero hay que trabajar en la solidaridad de las personas, para que esta no se agote en el aporte de un alimento o de un juguete, sino para que literalmente implique poner el cuerpo.