Carlos Siderman observa Tucumán en un tiempo diferente que el presente. Mira la ciudad sólo para evocar el paisaje urbano de 1974, cuando tenía 24 años. Recuerda que cursó la primaria en la escuela Rivadavia, que luego hizo el secundario en la Comercio I y que cursó primer año de Abogacía en la UNT. “Nunca tuve un pupitre: todas las clases, todas, las tomé sentado en el piso. Por eso, después, con una compañera, nos cambiamos a la Unsta”, rememora, jocoso. “¿Pero vos profesás la fe judía?”, lo interrumpe, intrigado, el abogado y escritor Alberto Luis Zuppi. “Sí: pero todo lo que pedía era un pupitre”, se ríe.

Todo se interrumpió abruptamente hace 50 años: en diciembre de aquel 1974, cuando Montoneros secuestró a José Siderman, el padre de Carlos, quien debe hacerse cargo de reunir U$S 1 millón para su rescate. Apenas 15 meses después, el 24 de marzo de 1976, serán los militares del último golpe de estado, los perpetradores del genocidio argentino, quienes secuestraron a José Siderman. Y dando rienda suelta a su antisemitismo, se encarnizaron torturándolo. Cuando lo liberaron, toda la familia (José y su esposa Lea, Carlos y su familia, y su hermana Susana y su familia) se exiliaron en Estados Unidos. Todo ello ha sido profusamente recreado en El caso Siderman. Casi una ficción, el libro de Zuppi que se presentó la semana pasada en Buenos Aires y que se comentó en la edición anterior de este suplemento.

- ¿Por qué recuerda sin rencores a Tucumán, después de tanto calvario?

- Tengo un cariño enorme por Tucumán. Me “tira” mucho la Provincia. Y también por el amor que mi padre tenía por Tucumán. Él era oriundo de Rosario, pero desarrolló su vida aquí.

La figura de José Siderman es omnipresente en el diálogo con su hijo. Carlos Siderman, de hecho, está decidido a inmortalizarla. Pero para no repetir aquello que aborda el libro que acaba de publicar editorial Planeta, hay un tema que se torna recurrente en la conversación. El juicio que el empresario interpuso en Estados Unidos contra la Argentina. Y que ganó.

El expediente en cuestión, que la familia planteó a través de su hija, se caratula “Susana Siderman de Blake v. Republic of Argentina”. Zuppi, catedrático de Derecho Internacional Público, había escrito sobre ese fallo y conoció a Carlos Siderman en los EE.UU. cuando dio una conferencia en la Universidad de Southwestern sobre el caso de la AMIA: Zuppi era abogado de “Memoria Activa”. Carlos Siderman está vinculado con esa casa de estudios porque, en memoria de su padre, patrocina la beca Siderman-Fullbright para jóvenes abogados argentinos que quieran realizar una maestría en derechos humanos en esa universidad de Texas.

- ¿Qué lo motivó a financiar ese programa académico?

- Muchos creen que es para dar a conocer el caso. Pero no sólo es conocido: se estudia en las universidades y es citado en fallos internacionales, así como también es fundamento de las más diversas acciones judiciales que particulares entablan contra países en jurisdicciones como la de Estados Unidos. Claro está: yo comencé con una convicción: los jóvenes debían conocer lo que pasó. Y mis hijos también. Y ahora es ampliamente conocido, Así que, en verdad, la finalidad de la beca es crear líderes con consciencia en el respeto a los derechos humanos.

- ¿Qué representa el caso para usted y su familia? ¿Revancha, justicia, reparación?

- En realidad, para mí es un hito. Es un hito que tengamos un argentino, un tucumano que fue perseguido, secuestrado, encarcelado, torturado y obligado a dejarlo todo para irse a otro país; y que en esas condiciones logró perforar la inmunidad de un país en los Tribunales. Así hizo visible que, durante los 70, se sufrieron los horrores del totalitarismo. Sobre todo, porque mi padre hizo de ello su causa de vida. Y porque era pobre cuando acudió a la Justicia en Estados Unidos, sin siquiera hablar inglés.

Zuppi interviene para dar cuenta de la trascendencia del fallo. En rigor, él tradujo la sentencia y agregó su comentario sobre el caso y los precedentes, y su conexión con la jurisdicción universal, en el ensayo El caso Siderman: volviendo sobre la inmunidad soberana de los Estados y el derecho imperativo en la jurisprudencia norteamericana, publicado en 1993.

Sintéticamente, la muralla por flanquear era la inmunidad de jurisdicción que esgrimen los países cuando se intenta llevarlos ante los estrados en terceros países.

- Los militares creyeron que los demandantes nunca obtendrían jurisdicción contra Argentina en Estados Unidos; asumieron que la demanda sería rechazada; y, enceguecidos, en la Cancillería decidieron que Siderman no merecía el honor de una respuesta. Así que jamás respondieron. José esperaba que las autoridades jugaran la carta de la inmunidad soberana, pero el Estado argentino no lo hizo. Entonces se pidió que la Argentina fuera juzgada en rebeldía. Y así fue. El 28 de septiembre de 1984, la Corte Central del distrito de California falló a favor de Siderman y estableció una indemnización.

- Pero la pelea no terminó ahí…

(Zuppi) - Así es. El 7 de marzo de 1985, ante la apelación de la Argentina, la Corte de distrito reconoció la inmunidad del país bajo la Ley de Inmunidad Soberana Extranjera (FSIA, por sus siglas en inglés).

(Siderman) - Pero mi padre jamás bajaría los brazos. Estaba todo el día en su departamento estudiando el caso, las normas y los antecedentes. Su mesa de trabajo se había convertido en montañas de libros y de papeles.

Un mes después, el 5 de marzo de 1985, se recurrió esa decisión ante la Corte de Apelaciones. El fallo, favorable a los Siderman, dice: “El expediente desarrollado en este caso hasta ahora revela la carencia de fundamentos para proteger a Argentina de la demanda de los Siderman respecto de que su negocio familiar les fue robado por la junta militar que se hizo cargo del gobierno argentino en 1976. También sugiere que Argentina ha renunciado implícitamente a la inmunidad soberana con respecto a la demanda de los Siderman por tortura”.

(Zuppi) - La Argentina, con desesperación, intentó llevar el caso ante la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, pero ese alto tribunal rechazó el recurso. La Corte de Apelaciones revirtió la decisión de la Corte de distrito y le devolvió el caso. Una vez allí, la magistrada a cargó instó a las partes a llegar a un acuerdo.

Hoy, en la página web del Gobierno Nacional, argentina.gob.ar, se encuentra disponible el decreto 996 que en 1996 dictaron Carlos Saúl Menem y el entonces canciller Guido Di Tella para autorizar al entonces subprocurador general de la Nación, Marcelo Raúl Stafeorini, “a llevar a cabo las gestiones necesarias tendientes a arribar a una solución conciliatoria en los autos caratulados “Susana Siderman de Blake v. República de Argentina, caso Nº CV-82- 1772-RMT-, radicados ante la Corte del Distrito Central de California, Los Ángeles. Estados Unidos de América, constituyéndose en dicha ciudad a tales efectos”.

(Siderman) - El fallo es de tal trascendencia que es invocado en juicios de los más diversos. Desde planteos por sometimiento a la esclavitud y trata de personas hasta una denuncia contra el ex presidente Barack Obama por el presunto uso con fines terroristas de dineros que la Casa Blanca concedió a la Autoridad Nacional Palestina. Y también para la recuperación de obras de arte robadas por los nazis que se exhibían en galerías de EE.UU.

El libro El caso Siderman cierra citando un artículo del New York Times del 14 de septiembre de 1996. “El largo y horroroso juicio de José Siderman tuvo un final hoy, más de 20 años después de que fuera secuestrado por soldados de su casa en el norte de Argentina, fuera torturado por días y lo forzaran a exiliarse. Enfrentado con la perspectiva de ser el primer gobierno extranjero juzgado en las cortes de EEUU por abusos de derechos humanos cometidos en su suelo, Argentina aceptó un acuerdo extrajudicial con el señor Siderman, un hombre de negocios retirado de 85 años, que reclama millones de dólares en daños”.

(Zuppi) - Es para hacer una película. Pero cuanto menos el libro está y cierra el círculo.

(Siderman) - No sé si estoy de acuerdo: no hay puertas que se cierran, sino otras puertas que se abren.

(Zuppi) - Te acepto la corrección.

© LA GACETA

Perfil

Carlos Siderman, a los 24 años, se encargó de negociar el rescate de su padre con Montoneros. Dos años más tarde procuró su liberación de manos militares. Tuvo que exiliarse en EE.UU. y acompañó a su padre en una lucha que llevó muchos años. Es autor, junto con Alberto Zuppi, de Un-dissapeared, libro en el que narra su historia. Alberto Zuppi es abogado, profesor universitario, autor de numerosas obras de derecho publicadas en Estados Unidos y Argentina. Es autor de las novelas policiales El equilibrista y La víbora oculta, y de los ensayos Los otros juicios de Nüremberg y AMIA: an ongoing crime. Su último libro es El caso Siderman.