Recientes publicaciones de un grupo de médicos tucumanos, especialistas en neumología y docentes de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), junto con datos provenientes de mediciones de contaminantes atmosféricos realizadas en la misma institución en colaboración con entidades de Estados Unidos y Europa, y las mediciones satelitales de quemas de vegetación (caña de azúcar, pastizales, basurales, restos de poda, etc.) en la provincia, confirman los efectos del material particulado y otros gases nocivos en la salud de niños en edad escolar. Esto evidencia que estamos viviendo en una “atmósfera comprometida”, con posibles repercusiones en el corto y mediano plazo. A esto se suma un fenómeno señalado por los habitantes de la capital y sus alrededores: la percepción frecuente de un “olor a huevo podrido”. Desde el punto de vista químico, este olor es característico del sulfuro de hidrógeno (H₂S), un compuesto derivado del azufre que puede irritar las vías respiratorias y los ojos. En nuestro caso, sería importante investigar si este olor proviene de fugas de gas natural (que contiene compuestos azufrados añadidos como odorantes y que se denomina mercaptano), de emisiones generadas en sistemas de alcantarillado descuidados o de industrias que utilizan gas natural para generar energía. Cabe recordar que el gas natural debe ser tratado antes de su combustión para eliminar sólidos y compuestos de azufre precisamente. Ergo, si no se trata convenientemente puede ser una fuente de olores azufrados. Dado que las fuentes pueden ser diversas, resulta imprescindible realizar un análisis físico-químico exhaustivo en las industrias que emplean gas natural para identificar el origen de este problema y tomar las medidas necesarias. La salud pública así lo exige.

Juan A. González                                                                 

San Juan 158 - Lules