Sobre lo que pasó en la cisterna en la Loma de Imbaud y en el acueducto que la alimenta, y de la causa porque no llegaba el agua a ella, y leído en LA GACETA del 29 de septiembre, el titular de la SAT, Marcelo Caponio, dijo: “cometer un ilícito de estas características, en tiempos de sequía, debe ser considerado como el robo del siglo”. A su vez el intendente de Yerba Buena, Pablo Macchiarola, afirmó: “por eso ojalá que le caiga todo el peso de la ley, por haber robado miles de litros de agua“. En LA GACETA del 4 de octubre la fiscal de Estado, Gilda Pedicone de Valls, definió el robo del agua como un salvajismo, y sobre la reunión con los abogados de la SAT, dijo: “ellos hicieron lo que les toca, que es defender la tarea de la empresa, y la Provincia, en el rol de cuidadora de los intereses de la comunidad que se vio perjudicada”, y añadió que la Provincia será parte activa como querellante. La fiscala María del Carmen Reuter entiende que se está ante un caso de robo agravado.

Sobre estas calificaciones, afirmaciones y actuaciones fiscales cabe recordar que, en 1895, Tucumán carecía de aguas corrientes y el gobernador Benjamín Aráoz tuvo la sensatez de encargarle la solución del problema al eminente ingeniero hidráulico César Cipolletti, que proyectó aprovechar el agua que bajaba por los ríos de San Javier, mediante tomas y acueductos de los ríos de Las Cañas, Antayacu, Piedras, Víboras, Cedro, Cainzo y Tafí, para luego juntarlos en un acueducto que iba a los filtros y cisternas ubicados en Muñecas, y desde allí, mediante una red de cañerías, dar agua a la ciudad de Tucumán. Al morir Benjamín Aráoz subió al gobierno Lucas Alejandro Córdoba, que tuvo la prudencia de nombrar en la dirección de las obras al mismo ingeniero hidráulico Cipolletti. Las obras se inauguraron en 1898.

En 1912, en la caudalosa e histórica vertiente del Monte de los Naranjos se hizo una toma y acueducto para dar agua a la villa de Marcos Paz y Yerba Buena.

Pasaron los años, en tiempos de gobernador Amado Juri se hizo la cisterna de la Loma de Imbaud y un acueducto que bajaba por la quebrada del río De las Conchas, y venía por los puentes del funicular. Esta obra estaba inconclusa cuando sobrevino la dictadura cívico militar.

Para ese tiempo, los habitantes y vecinos de El Corte se quejaban por los cortes y la falta de agua (igualito que ahora), para cuyo servicio se bombeaba agua del río Muerto. Fue entonces, según recuerdo, que el ingeniero Acosta, director del Servicio Provincial de Agua Potable y Saneamiento (Sepapys), me mandó a ver qué se podía hacer para solucionar el problema.

Fue así que llegué hasta la toma de doña Hortensia, obra hecha por la empresa Sollazzo Hnos, cuando construía la Ciudad Hospitalaria, ahora Residencia universitaria de Horco Molle. Y al irse esta empresa, los habitantes y vecinos afincados en Horco Molle la utilizaron para tener agua e instalaron un acueducto. Entonces, sin destruir ni cortar este servicio, con el agua sobrante que se derramaba y perdía, con una pequeña cuadrilla que se me encomendó hicimos una sobretoma y una cámara depuradora de contacto, y la conectamos al acueducto que vacío bajaba por los puentes del funicular, y dimos agua a la cisterna de la Loma de Imbaud.

En vísperas de una Navidad, a la cisterna de la Loma de Imbaud la conectamos a la red de agua de El Corte, y hecho esto no hubo más quejas y protestas por la falta de agua.

Para ese tiempo, en la Cámara 10 se juntaban las aguas de las tomas de Antayacu y Las Piedras (la toma del río Las Cañas se había quedado fuera de servicio) y se mandaba el agua a Tafí Viejo. Pero luego la dirección de la Dipos decidió mandar el agua a la cisterna de la Loma de Imbaud.

En ese estado estaban las cosas cuando creí conveniente que por la administración, y contando con la pequeña cuadrilla, se podía, según la mejor traza posible, hacer un acueducto, comprando caños de asbesto-cemento de clase 5, clase 7 y clase 10 (es decir propios para guardar unas 10 atmósferas de presión, o en otras palabras, una columna de agua de 100 m). Esto, teniendo en cuenta el aprovechar todo el caudal de agua que desde las tomas de Antayacu y Las Piedras llegaba en época de lluvias a la cámara 10, sin desperdiciar ni perder una sola gota de agua, cuando llega la época de lluvias, es decir en verano que es cuando más se necesita agua en Yerba Buena y con este fin hice un presupuesto de gastos de menos de 2 millones de pesos.

En eso estaba cuando la Dirección decidió dar la obra a una empresa contratista, pero con una cañería de clase 5 y con una traza tal que, cuando llega el período de lluvias, el acueducto proyectado y hecho no permite aprovechar toda el agua que viene de la toma de Las Piedras y al llegar a la cámara 10 da pena ver cómo esta se rebalsa y se desperdicia y pierde el agua en gran manera. Luego de hecho este acueducto, cuando por las crecientes la toma del río Las Piedras quedaba fuera de servicio, la toma de Doña Hortensia, gracias a la cámara depuradora de contacto y otros factores, seguía captando agua y enviándola la Cisterna de la Loma de Imbaud y no se interrumpía el servicio.

Para ese tiempo estimé conveniente proyectar una toma adicional de aguas abajo de la toma de Las Piedras, para captar más agua y mediante acueducto mandarla a la cámara 10, lo que sí se hizo, para reforzar lo enviado por la toma de Doña Hortensia. Fue una toma precaria en el río de la Puerta del Cielo.

Como la Municipalidad de Yerba Buena permitió una continua extracción de áridos en el río Muerto, esto provocó la tremenda retroexcavación a lo largo del río Muerto, que llegó hasta la toma y galería filtrante en el río de Las Cañas y destruyó el acueducto dentro del cauce del río y también destruyó una cámara; entonces la Universidad instaló una cañería precaria para así poder dar agua a la Residencia universitaria de Horco Molle para su uso y gasto.

Esta tremenda retroexcavación que llegó hasta el paleocauce también avanzó y penetró en el río De las Conchas y en el río de Doña Hortensia. Esta extracción de áridos en el río Muerto no sé si continúa o si algún intendente y Concejo Deliberante de Yerba Buena le han puesto fin, prohibiéndola. En el río Antayacu también se permitió la extracción de áridos a pesar de las repetidas audiencias públicas por el daño que causaba. A la altura de Villa Carmela había un puente en el río Cainzo y Las Piedras, donde, según recuerdo, aguas abajo también se extraían áridos.

Después, en la aciaga noche triste del 24 de marzo de 1993, en la Legislatura de Tucumán se votó la ley de privatización de la Dirección Provincial de Obras Sanitarias. Aun así quedaba la esperanza que la Dipos se salvase del exterminio. Pero con el Pacto de Olivos peronista-radical, Menem-Alfonsín, salió la Constitución de 1994, que permitió la reelección de Menem, y en octubre de 1995 las instalaciones, los bienes y la clientela cautiva de la muerta y desaparecida Dipos, fueron entregados por el gobernador Ortega a una empresa de Francia y sus socios. Luego, en tiempos del gobernador Bussi esta concesionaria entregó agua sucia; se fueron los franceses y era el momento propicio para que se restaurase la Dipos, pero eso no ocurrió y en vez de eso la concesión del servicio (sin licitación alguna, según recuerdo) pasó a la empresa privada SAT.

Después de las privatizaciones se destruyó y perdió la toma de Doña Hortensia y la toma de la Puerta del Cielo. Como la Municipalidad de Yerba Buena, en el piedemonte, en plena zona de infiltración de acuíferos permitió la instalación de barrios residenciales privados y otras edificaciones, con el peligro consiguiente de la contaminación de las napas profundas, que luego por perforación y bombeo proveerán de agua a beber en Yerba Buena, El Manantial, San Miguel de Tucumán y Banda del Río Salí. Y a consecuencia de esta permisión para edificar dentro de la zona de infiltración de acuíferos, se perdió y desapareció la toma y el acueducto junto con la caudalosa vertiente del Monte de los Naranjos y se perdieron o contaminaron siete vertientes, y la posible contaminación de la vertiente del Cuchiyacu. Dentro de esa zona, hace poco, se inauguró una hostería.

La pérdida de millones de litros de agua, no por robo sino por inoperancia, hasta ahora sin fiscal que la investigue ni querelle, es sólo un pálido reflejo de la tragedia que han desatado las privatizaciones. Con el cambio climático, el Cordonazo de San Francisco llegó un poco retrasado y con él, las lluvias y con la primera creciente que llegaba a fines de noviembre, quizás ha de pasar lo mismo.

Juan Carlos Rosario Medina

Lucas Córdoba 285

San Miguel de Tucumán