Las poderosas tormentas, potenciadas por el calentamiento del planeta, la mala planificación urbana y la negligencia, se combinaron con consecuencias catastróficas en las inundaciones más letales de España en una generación, según un reporte de la agencia AFP.

Las autoridades de España han confirmado decenas de muertos y se teme que la cifra aumente a medida que los rescatistas buscan cuerpos bajo los escombros y el barro.

Las lluvias torrenciales inundaron áreas de la Comunidad Valenciana, en el este del país, con un año de precipitaciones en cuestión de horas, según indicó la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

En Chiva, al occidente de la ciudad costera de Valencia, se registraron 491 litros de lluvia por metro cuadrado (49,1 centímetros).

El diluvio estuvo relacionado con un fenómeno de tormentas típico de la temporada, en el que el aire frío viaja sobre las aguas cálidas del mar Mediterráneo y forma nubes de lluvia intensa.

Los científicos afirman que el cambio climático causado por el hombre está aumentando las temperaturas de las aguas del mundo e incrementando la ferocidad de las tormentas.

El Mediterráneo más cálido y la época del año actuaron como combustible para las lluvias torrenciales en un cóctel atribuible al cambio climático, subrayó Jorge Olcina, experto en clima de la Universidad de Alicante.

Cuando las tormentas alcanzan esos niveles, pueden tener un efecto similar al de los “huracanes” o los “ciclones tropicales”, agregó.

Suelos secos y artificiales

La resequedad del suelo en las zonas más afectadas agravó el problema después de que España sufriera dos años de intensas sequías. El suelo no pudo absorber tal cantidad de agua, lo que dio lugar a inundaciones repentinas que arrasaron con los asentamientos.

La Comunidad Valenciana también está cubierta de muchas zonas donde los espacios naturales han dado paso a hormigón impermeable.

Este desarrollo urbanístico es “descontrolado y mal adaptado a las características naturales del territorio”, lo que amplifica el peligro de tormentas potentes, destacó Pablo Aznar, del Observatorio Socioeconómico de Inundaciones y Sequías.

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La densidad de población de la Comunidad Valenciana, que alberga la tercera ciudad más grande de España, Valencia, con una población de casi 1,9 millones de habitantes, también contribuyó a la catástrofe climática. La densidad de población “fue un factor muy importante” y supuso un “reto” para las autoridades, remarcó Aznar.

Hora pico en las vuelta a casa

El temporal no pudo haber sido peor, ya que se intensificó a última hora del martes 29 de octubre, cuando los automovilistas salían a las carreteras en plena hora pico de la tarde.

Muchas víctimas fueron sorprendidas en sus vehículos cuando regresaban a sus casas o en la calle, y el agua embravecida arrasó a algunos que se habían quedado aferrados a farolas o árboles.

Estas escenas se podrían haber evitado si se hubiera avisado a tiempo a los ciudadanos para que se refugiaran en sus casas, según ressaltó Hannah Cloke, profesora de hidrología en la Universidad de Reading, en Reino Unido.

Falta de atención

La Aemet había emitido una alerta roja para la región de Valencia el martes por la mañana, pero el servicio de protección civil solo envió sus alertas telefónicas para advertir a la población no salir de casa después de las 20:00 horas.

Sin embargo, algunas personas admitieron haber salido de casa, incluso después de recibir la alerta, lo que sugiere una mala comprensión de las alertas de emergencia.

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Aunque hubo “fallos de comunicación”, la responsabilidad es compartida porque España carece de una “cultura del riesgo (...) Nuestra mentalidad colectiva aún no está suficientemente adaptada a los nuevos fenómenos meteorológicos extremos”, indicó Aznar.

Una posición con la que coincide Olcina. “Tenemos que mejorar mucho la educación sobre el riesgo en las escuelas, pero también en toda la población, para que sepan cómo actuar en caso de un riesgo inmediato”, concluye.