Silencio, quietud y aulas vacías. El portón de la Escuela N°383 Jorge Luis Borges, de Aguilares, está encadenado. No hay niños ni timbres. Sólo se escucha el canto de los pájaros que se encuentran asentados en uno de los árboles que hay adentro. “El horario escolar finaliza a las 15, pero siempre hay alguien. Voy a entrar a ver si está el conserje”, dice Norma Romero, una maestra que invirtió 24 años de su vida allí. Abre el candado, ingresa y se encuentra con el cuidador que tras una breve llamada da el visto bueno para la entrevista. Los recuerdos le erizan la piel y le retrotraen en el tiempo y a esos niños de la Villa Nueva, entre los que estaba un tal Gonzalo Rodríguez, ese pequeño que no sabía que el destino lo iba a convertir en uno de los ídolos de San Martín ni que sería protagonista de los ascensos en 2016 y en 2018.
“Lo conocí en 1999 cuando él cursaba cuarto grado. Recién había ingresado a esta escuela. Era ‘petisito’, pequeño, tímido… Pero dentro de todo era muy buen alumno. Estudiaba, aunque ya se notaba que le gustaba jugar a la pelota. Cuando salían al recreo costaba mucho hacer que vuelvan a las aulas. Tenías que ir hasta el patio a buscarlos. Lo tuve sólo en ese curso porque después pasó a quinto grado y pasaron a la mañana”, dice Romero mientras hace un rápido tour por el establecimiento.
Abecedarios, números y afiches ornamentan las paredes, tampoco faltan las firmas de los alumnos en los pupitres de madera. Todos detalles que conforman el aura de la escuela que experimentó varios cambios a lo largo de su historia. Aunque la docente reconoce que hubo algo que fue intocable: la cancha. “A todos los niños de la zona les gusta el fútbol. Hay un montón que sueñan con llegar lejos, y fueron muchos niños de la Villa Nueva los que buscaron esa profesión. Hay que entender que este es un barrio suburbano bastante complicado. Siempre se dijo que es un lugar peligroso porque roban o venden drogas. Por eso es un orgullo que Gonzalo haya podido cumplir su sueño”, expresa.
El contacto con “Turbo” no termina allí. Romero también fue maestra de su hermana Denis y estableció una buena relación con Sara Ramírez, la madre del futbolista. “Como en todo los casos las mamás siempre están para todo y son las que más acompañan a los chicos durante el proceso de escolarización”, cuenta. También cuenta que, como jugador de San Martín, se acercó en más de una ocasión a la institución. “Muchas veces, por las tarde, lo encontraba en la galería. Me saludaba, hablábamos un ratito y nos sacamos una foto. O muchas veces en las procesiones de la Virgen del Valle siempre aparece por el barrio porque hay una capillita en honor a ella”, señala.
Para Romero, el delantero es mucho más que un ídolo, además se convirtió en un ejemplo para los niños de la zona. “Él los inspira. Su historia es muy buena para que otros chicos la repliquen y para que se den cuenta de que pese a nacer en un lugar chiquito como Aguilares pueden llegar lejos”, cierra.
El club que vio nacer a Gonzalo Rodríguez
La cancha, ocupada. Los protocolos de iniciación cumplidos. Primero ingresó la terna arbitral, después aparecieron los protagonistas. El equipo senior +40 de Deportivo Aguilares enfrenta a Famaillá por la Liga Tucumana. Sí; muchos que no están para el rodaje de la Primera deciden seguir ligados a su gran pasión. Y, aunque parezca raro, muchos amigos y familiares concurren al partido para ver a sus afectos. Así, en la tribuna principal, está José “Bichy” Rojas, quien tiene gran cariño por el “Celeste”. Allí hizo las inferiores y donde forjó una gran amistad con “Turbo”.
“Lo conocí a los 14 años. Si hubiese habido redes, se habría visto mucho la diferencia que marcaba. Era muy constante con los entrenamientos y jugaba arriba. Lo único que le pedía “Rolo” Galván (el DT) era que bajara en la marca para explotar con más carrera. Siempre se vio que iba a llegar lejos. Ahora todos decimos que está ‘tuneado’ porque desde que se hizo profesional cambió mucho su físico. Antes era calladito y tenía la melena de ‘leoncito’. También le decíamos ‘Corol’. Era el apodo del padre y él lo heredó”, dice.
Rojas hace énfasis en la diferencia de rendimiento con los chicos de la cantera. “En los entrenamientos de Primera, él hacía el kilómetro en un minuto y quince segundos; era una máquina. Eran 10 tandas con descansos de dos minutos. Nos sacaba muchísima diferencia a los demás porque nosotros empezábamos a abandonar desde el cuarto kilómetro”, agrega entre risas.
Según Rojas, ambos fueron campeones de la Liga Tucumana en Quinta División. “En ese torneo nos enfrentamos a UTA en semifinales y a Atlético en la final, pero él no pudo jugar los playoffs porque se había golpeado la rodilla. Entonces íbamos al médico en bicicleta, porque en esa época no teníamos ni moto”, comenta, mientras recuerda una anécdota que lo marcó siempre. “En ese momento, Cuarta, Quinta y Primera se entrenaban juntas. Entre los mayores había un grandote que no podía pararlo; lo escupía, lo pateaba, le tiraba codazos y lo hacía calentar un montón. ¡Mira que tenés que hacerlo calentar! Después no podía despegarlo. Es una máquina de tirar piñas. Entre varios tuvimos que meternos para separarlo. Pero después de eso no lo molestó más el otro vago”, comenta.
“Bichy” aún mantiene contacto con “Turbo” y muchos de sus ex compañeros ya organizaron el viaje para acompañarlo en Rosario. “Tenemos un grupo y siempre estamos en contacto. Muchos sacaron las entradas para viajar y otros nos quedamos. Vamos a hacer un asado para seguirlo”, cierra con la esperanza de que su amigo vuelva a hacer historia con el “Santo”.
Gonzalo Rodríguez es el orgullo de sus padres
Sentado en la vereda, Marcelo Rodríguez se muestra ansioso porque el duelo del domingo. Su esposa Sara está casi igual. Eso sí, ambos están ilusionados con que su hijo tenga un gran partido. “Queremos que San Martín traiga un triunfo”, dice la mamá de “Turbo”, mientras muestra los distintos recortes que tiene sobre su hijo. Imágenes del debut, de los ascensos, de los clásicos…Marcelo y Sara se sienten orgullosos de lo que consiguió Gonzalo y sienten que está cerca de escribir un nuevo capítulo con el club de sus amores. “Que Gonzalo haya hecho los goles de los ascensos fue lo más grande que nos pasó en la vida. Le deseamos lo mejor para este partido. La gente lo quiere mucho, esperamos que se dé el ascenso que tanto esperamos”, añade Marcelo.
El camino de “Turbo” estuvo marcado con esfuerzo y sacrificio. “Siempre le gustó el fútbol. Nosotros lo llevábamos a Deportivo Aguilares que fue su primer club y comenzó en la escuelita de ‘Rolo’ Galván. Por sus condiciones siempre estuvo bajo la órbita de los clubes grandes. En un primer momento, por medio de Sergio Mansilla, Atlético se acercó y estaba casi todo arreglado para que Gonzalo jugara ahí, Pero decidió no ir porque es hincha de San Martín. Después de eso, Roy González lo recomendó para San Martín y en 2010 se sumó en inferiores. Ama a San Martín; más de una vez lo vi llorar por el club”, revela papá Rodríguez.
“Al principio fue un poco complicado cuando decidió irse a San Martín; todavía vivía acá y tenía que viajar todos los días. Nosotros lo acompañábamos a esperar el colectivo temprano; así fue hasta que le dieron una pensión”, indica Sara. “Cuando estaba con ‘Rolo’ Galván, siempre iba a la cancha de Los Véliz. Lo acompañaba y lo veía hacer los goles. Eso me hacía sentir muy bien; lo veía con mucho futuro. Él siempre anheló estar en San Martín”, agrega.
Marcelo dice que ya tiene todo organizado para el partido del domingo y que estará presente en el “Gigante de Arroyito”. “La gente tiene que estar tranquila porque ellos van a hacer todo lo posible para traer el ascenso”, indica. “Esperamos que haga lo mejor y que haga un gol. Siempre estamos a la expectativa de todo lo que le pase. Se va a dar el triunfo, vamos a ascender”, jura mamá Rodríguez.
“Turbo” se convirtió en el emblema de su ciudad, en uno de los referentes del club de sus amores y en un ejemplo para sus compañeros. Ahora tiene una nueva cita con la historia y busca acelerar más que nunca para volver a dejar a San Martín en lo más alto del fútbol argentino.