Ricardo Peirano

Presidente del centro de estudios de la realidad económica y social (Ceres). Ex director del diario “El Observador”, de Uruguay

Uruguay brindó el domingo pasado una prueba más de madurez política, una prueba clara de por qué es una de las pocas democracias plenas en el mundo.

No solo por la ejemplaridad de los comicios, que definieron la composición del parlamento pero no quien será el próximo presidente, sino por algo que llamó poco la atención en el mundo.

En efecto, por iniciativa popular se presentó al electorado una propuesta de reforma constitucional en materia de seguridad social que implicaba reducir la edad de retiro de 65 a 60 años, aumentar las jubilaciones bajas a los niveles del salario mínimo nacional (con un costo inmediato anual del 1,5% del PIB), y estatizar el sistema de ahorro individual (creado en 1996 para complementar el sistema estatal vigente) administrado por entidades privadas (las APAPs, primas hermanas de la AFJP de Argentina y las AFP de Chile).

Estas entidades administradoras del fondo previsional (en Uruguay son cuatro y la mayor es propiedad de tres empresas públicas) manejan en la actualidad un portafolio de US$ 22.000 millones y son los principales actores del mercado de capitales. Esta expropiación, basada en una matriz ideológica contra la empresa privada, hubiera expuesto al estado uruguayo a juicios multimillonarios por parte de los tenedores de esos fondos que son los trabajadores uruguayos que están en actividad.

Pese a lo tentadora de la propuesta -trabajar menos y ganar más- la ciudadanía dijo con claridad meridiana que no. Que no apoyaría una iniciativa claramente populista y demagógica ni se dejaría llevar por el canto de sirenas que proponían la utopía de trabajar menos y ganar más por arte de magia.

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Y, lo que es aún más importante, el electorado dijo claramente que no estaba dispuesto a echar por la ventana la solidez institucional y el prestigio internacional adquirido en los últimos cuarenta años, rompiendo las reglas de juego y destruyendo la seguridad jurídica que el país brinda a propios y a extraños.

El plebiscito de reforma constitucional de seguridad social naufragó pese al empeño de la central de trabajadores, que lo propuso, y de los partidos Comunista y Socialista, que fueron los únicos actores políticos que lo apoyaron. Y naufragó con limpieza y sin dudas. No llegó al 40% de los votantes -habría necesitado el 50% más uno para ser aprobado- quienes apoyaron una descabellada reforma que no consiguió tampoco el apoyo de los principales candidatos.

Paridad

Por lo demás, las elecciones del domingo vuelven a marcar la paridad entre los bloques mayoritarios de la Coalición Republicana (actualmente en el gobierno) y del Frente Amplio (que gobernó entre 2005 y 2020). La elección marcó el predominio de la Coalición Republicana, pero sin tener mayoría parlamentaria por los efectos del régimen de representación proporcional atenuado. Ahora resta definir si el próximo presidente será el frentista Yamandú Orsi o el nacionalista Álvaro Delgado. La carrera se presenta pareja y con final incierto

En todo caso, más allá del balotaje presidencial, la conformación del parlamento sin mayorías claras sugiere que ha llegado la hora de negociar en serio y de adoptar políticas de largo plazo con consensos básicos en varios temas (especialmente en seguridad pública, educación e inserción internacional).

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Si esto se consiguiera, habría que considerar muy positivo el resultado del domingo en cuanto a reforzar las virtudes que Uruguay ha exhibido hasta ahora y corregir las carencias.

El pequeño país, que es referencia en América Latina por su estabilidad, tiene por delante el desafío de triplicar la tasa de crecimiento anual promedio de los últimos diez años (1% anual). Sin eso, no se podrán atender las demandas sociales de inversión en áreas claves. Eso requiere políticas de largo plazo, y para ello acuerdos interpartidarios. Eso requiere más madurez política. Partiendo de lo reflejando el domingo en el plebiscito de la seguridad social, no sería imposible conseguirlo. Pero interpela a los líderes partidarios a actuar con similar grandeza de miras.