El biodrama ha crecido como género en la escena nacional en la última década, con experiencias tucumanas como “Barrio Viajantes” y “Estamos grabando”. La base en que se trabaja es el propio material de las historias de vida de las personas que protagonizan las obras, inscripta dentro de la docuficción. En ese registro se presentará esta noche, desde las 21 y en La Sodería (Juan Posse 1.141) la santafesina Valeria Re con “La Reina de la Soja”, en la que aborda su experiencia cuando, siendo adolescente en 2008, ganó el certamen nacional. Con documentos e imágenes de archivos y diversos relatos, desde el hoy reconstruyó su pasado. Para llegar al resultado que presentará hoy estudió con Vivi Tellas, Mauricio Kartun, Marina Otero, Roberto Cossa y Mario Marino, quien dirigió la puesta.
“Nací en el centro sojero del país, en un pueblo agrícola de 7.000 habitantes, y desde niña tenía inquietudes artísticas. Venía haciendo modelaje desde los ocho años y era un escenario convocante. Me decidí en una semana. Conseguí un vestido -lo uso en la obra- y me mandé con ayuda de todos. El entorno era muy loco porque en mi reinado se desata el conflicto entre el Estado y el campo por la famosa 125. Fue un momento clave porque empiezo a pensar otras cosas, y tengo una nueva visión de la realidad en la que me crié y estaba representando con el reinado”, le dijo a LA GACETA.
- ¿Qué te motivó a escribir esta obra?
- El amor a la vida. Suena romántico y amplio, pero es la realidad. Me instalé con una amiga en la selva misionera, sin wifi, y lo decidí. Venía coqueteando con la idea hacía años y se transformó en algo mucho mayor a lo que imaginaba. Me motivaron las ganas de compartir ciertas “caídas de fichas” desde mi experiencia personal y el fuerte deseo de poner mi voz en escena.
La verdad de la belleza- ¿Cómo fue tu experiencia?
- Fue muy gratificante mirándolo desde el punto de vista turístico, porque la Reina va viajando por todo el país y contando sobre su fiesta local. Conocer lugares, personas, culturas, es lo más maravilloso. Después me fui dando cuenta de cuestiones dolorosas, las chicas que no elegían, ir al gimnasio, alguien que te dice “tenés unos kilos de más” En un momento y en silencio empecé a vomitar por la exposición en la que estaba metida.
- ¿Cómo se impone la imagen hegemónica de la belleza?
- Los estándares les conviene a ciertas industrias. La del pelo, las ceras, la depilación definita, las cremas depilatorias, la maquinita rosa -siempre es la más cara-, una crema para cada parte del cuerpo, y así podemos seguir enumerando. Ahora está de moda el SkinCare, la “limpieza de cutis”, dietas de todos los colores, la moda, los labios de cierta manera... Y venimos sumando la espiritualidad como producto para estar feliz todo el tiempo. Ni hablar de la toxicidad de los productos que nos venden. Toda la sumatoria de un modelo a seguir que se impone y que es sumamente doloroso. Querer entrar en esos envases te puede perder de vos, de tu belleza natural y única. Mordí la manzana de la frivolidad y no me gustó.
Sexualmente hablando: belleza hegemónica- ¿Qué les dirías a quienes se postulan a concursos de belleza?
- No suelo dar consejos, solo puedo hablar desde mi experiencia. Si eso las hace realmente feliz, que lo hagan, pero que se lo tomen como un juego. Que sepan que podés ganar o perder. Y que si pierden, sigan con alegría, que las otras chicas son inspiraciones, no rivales. Que se hagan amigas y que jamás hagan nada que no quieran o porque alguien se lo impone. Nadie nos tiene que validar para saber que somos valiosas. Nadie nos tiene que poner un puntaje para saber lo que valemos por el solo echo de existir. Nos merecemos vivir en libertad y en paz como todos los habitantes de la tierra.
- Hay debates sobre el monocultivo de soja...
- “Gracias a nosotros se mueve el país”, dicen siempre en el campo; en gran parte es real, pero es algo capcioso. ¿Y si un día China deja de comprar soja o la tierra se cansa y te dice “hasta acá llegamos muchachos”, y se seca o inunda todo. Es momento de empezar a repensar los métodos de producción y los impactos que tienen, pensar en diversidad y biodiversidad aplica a la tierra y a los habitantes. A quienes reivindican el pasado, les diría que tenemos un país enorme; que si “lo de afuera” les parece lo mejor, pueden ir a vivir ahí y seguir rezándole al dios mercado. Acá hay un pueblo trabajador, solidario, con mucha garra y corazón. Nos merecemos vivir en armonía, con un plato de comida en la mesa, contentos. Ser felices es nuestro derecho de nacimiento.