¿Agua maldita? El diluvio en Maturín privó de todo tipo de juego. Hubo abundantes charcos de agua, resbalones constantes y escaso movimiento de balón. Venezuela y Argentina protagonizaron un partido fuera de todo análisis futbolístico. Es decir, un duelo en el que la adaptación o la suerte iban a definir el resultado final. Y la “Scaloneta” se inclinó más por la segunda.
El gol de Nicolás Otamendi fue el reflejo de ello. No fue una jugada preparada ni de grandes asociaciones. “Nico” intentó romper las líneas con pases cortos, pero la resistencia venezolana y el agua impidieron la proliferación de la táctica; mientras que otros jugadores no supieron adaptarse a las circunstancias. El caso más visible fue el de Giovani Lo Celso que intentó realizar largas conducciones que terminaron sin éxito.
Así, el volante no pudo marcar la diferencia ni logró asociarse con éxito con Lionel Messi y Julián Álvarez.
La situación de Thiago Almada fue similar. Buscó a Messi en algunas situaciones, pero tampoco pudo hacer la diferencia. El “10”, en tanto, no hizo pie; y Álvarez se limitó a presionar con el objetivo de forzar uno que otro error. Situación que nunca apareció.
A esto se sumó que, fiel al estilo de Lionel Scaloni, la Selección adelantó las líneas y quiso jugar con la posesión en su poder. Postura que benefició al planteo venezolano.
El equipo de Fernando Batista se agazapó y con una que otra corrida de Salomón Rondón o de Jefferson Savarino puso en aprietos a Gerónimo Rulli. Todo esto provocó que el tanto de “Ota” sea más resultado de la fortuna que de la virtud argentina.
Scaloni quiso modificar la imagen en el complemento. La apuesta: Montiel en lugar de Almada. Aunque la situación no cambió demasiado y la Selección mostró más fragilidades defensivas frente al juego directo venezolano. Tanto es así que Rondón se convirtió en el héroe de Maturín y anotó el 1-1 definitivo.
Frente a la caída de la valla de Rulli, Scaloni volvió a recurrir al banco y apostó por una novedad táctica en su ciclo: hizo ingresar a Leonardo Balerdi (por Lo Celso) y puso en cancha un 3-5-2 con Montiel y Nicolás Tagliafico como carrileros bien definidos.
La nueva fórmula le entregó un mejor equilibrio en la mitad de la cancha y logró Argentina generara más peligro y hasta hubo un mano a mano de Messi que fue atajado por Rafael Romo.
Pero el ímpetu argentino se desinfló con el paso de los minutos; Venezuela tampoco generó peligro en los minutos finales. Como si el empate hubiera conformado a todos.
El duelo frente Venezuela mostró la cara más floja de la “Scaloneta” en el lo que va de las Eliminatorias. No porque no brilló en el juego, sino porque no mostró la inteligencia suficiente para adecuarse a las circunstancias. Ese será un síntoma a subsanar de cara al futuro.