Por Francisco de Rosa, presidente de Meta Tucumán

Durante nuestro último día en Medellín, nos enfocamos en entender la vital importancia de contar con un sector privado dinámico y comprometido con el desarrollo sostenible de la ciudad. La urbe colombiana nos sorprendió nuevamente con su capacidad para planificar de manera conjunta entre lo público y lo privado, y por su audaz visión que se proyecta a 50 años en el futuro. Esta experiencia nos hizo reflexionar sobre cómo Tucumán podría beneficiarse de adoptar enfoques similares.

Uno de los proyectos que más nos llamó la atención fue el Distrito Creativo, una iniciativa de transformación urbana y económica de gran envergadura. Este plan pretende transformar la fisonomía de una parte de la ciudad, actualmente repleta de galpones de estiba, lubricentros e industrias, y convertirla en un espacio dedicado a la creación cinematográfica, musical, de software y servicios creativos a lo largo de las próximas cinco décadas. Aunque el cambio de uso de suelo se completará en 50 años, las nuevas industrias que se establezcan hoy comenzarán a recibir beneficios inmediatos, lo que incentiva su pronta relocalización. Esta estrategia incrementa el valor de la tierra, haciendo poco racional mantener industrias tradicionales en una zona donde el suelo generará mayor rentabilidad como espacio creativo. Es increíble ver cómo, simplemente al trazar este plan, en menos de cinco años ya han comenzado a instalarse nuevas empresas y a construirse edificios inteligentes en la zona. Este proyecto nos inspira a pensar en cómo una planificación visionaria y colaborativa podría transformar también áreas similares en Tucumán.

Durante nuestra última jornada en esta inspiradora ciudad, tuvimos la oportunidad de asistir a la reunión plenaria del Comité Universidad-Empresa-Estado (CUEE) de Medellín, un espacio fundamental para el desarrollo colaborativo. Nos impresionó la energía positiva y el compromiso de sus miembros: empresarios líderes, funcionarios municipales y dirigentes universitarios. Este comité, aunque carece de personería jurídica y no está establecido constitucionalmente, se ha convertido en un motor clave para la ciudad. Con casi 300 reuniones plenarias realizadas hasta la fecha, el CUEE demuestra el profundo compromiso del sector privado y académico de Medellín en la elaboración de políticas públicas y en la toma de decisiones estratégicas. Es significativo notar que estas iniciativas siempre cuentan con el respaldo y la colaboración de las universidades, garantizando que las ideas estén fundamentadas en conocimiento y investigación.

En cada una de estas reuniones, se discuten planes de urbanismo con la alcaldía, se ofrecen soluciones innovadoras desde el sector privado y académico, se apoya a nuevos emprendedores y, en definitiva, se trabaja en equipo para construir la ciudad que todos desean.

Lo que más me cautivó fue esa energía de formar parte de algo, el orgullo por defender e impulsar tu propio lugar. Esto contrasta significativamente con nuestra realidad en Tucumán, donde el 'sálvese quien pueda' es la cultura predominante. La falta de asociatividad y la búsqueda de maximizar beneficios individuales son características reinantes. Son contadas las oportunidades en las que el sector privado se acerca a colaborar con el sector público en nuestras ciudades. Al expresar mi sorpresa a los empresarios de Medellín por el peso que tenían en el ecosistema de la ciudad, me respondieron: “No es un lugar que nos hayan dado, es un lugar que nos hemos ganado”.

El compromiso de aportar dinero, recursos, esfuerzos, ideas y sentido de pertenencia a tu ciudad te transforma de empresario individual en miembro de un ecosistema poderoso. Al invertir en la ciudad y generar riqueza para todos, tu propia prosperidad también aumenta, al tiempo que mejora tu calidad de vida.

De todas las cosas que me generaron admiración durante este viaje, quizá la energía que percibimos el último día en el Comité Universidad-Empresa-Estado fue lo que más me sorprendió. A menudo, los tucumanos nos quejamos de nuestros políticos o señalamos la falta de cultura de los ciudadanos de a pie. Es hora de que el sector empresarial también haga una fuerte autocrítica sobre lo que aportamos y cuánto nos comprometemos con nuestro Tucumán. Claramente, pagar impuestos no es suficiente.

Para finalizar nuestra experiencia en Medellín, nuestros anfitriones nos prepararon un espacio de trabajo donde la comitiva tucumana pudiera soñar con ideas y formas de avanzar hacia la construcción comunitaria y la transformación cultural en Tucumán. Durante dos horas, nos dedicamos a identificar los temas cruciales en los que deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en los próximos meses, de modo que, poco a poco, comencemos a transitar un camino similar al que, hace 40 años, sacó a Medellín del miedo y la convirtió en la ciudad de la innovación. Este ejercicio nos llenó de entusiasmo y nos mostró que, con compromiso y colaboración, es posible generar cambios significativos. Regresamos a Tucumán con la convicción de que, si trabajamos juntos y creemos en nuestras capacidades, podremos construir un futuro mejor para todos.

Ojalá que durante los próximos años podamos iniciar ese camino, que seguramente incluirá visitas de especialistas desde Medellín para colaborar con nosotros. También esperamos repetir muchas veces esta experiencia con distintos grupos de tucumanos, en especial jóvenes líderes, para seguir sembrando nuevas ideas y generando cambios estructurales en Tucumán. Sabemos que no será de un momento a otro; será un proceso gradual, paso a paso, año tras año. Sin embargo, confío firmemente en que el primer paso ya está dado. Agradezco profundamente a todos los que han compartido esta experiencia con nosotros y nos han inspirado a soñar en grande.