“No hay belleza sin bondad” decían los antiguos griegos. ¡Tan cierto! ¿Acaso no solemos ver “lindas” a las personas amorosas, compasivas, generosas, “buena onda”?
¿No nos pasa que alguien hermoso pierde belleza ante nuestros ojos si descubrimos que, por ejemplo, es egoísta y mezquino? Es cierto que lo externo es lo primero que nos seduce: casi todos suscribimos esa ley que nos hace suponer que “como es afuera es adentro”. Pero se trata de un hechizo que no dura demasiado si no se sostiene con cierta belleza interna. Esa energía que atraviesa el cuerpo de forma poderosa, imposible de ignorar. Algo que cobra especial sentido en estos tiempos de obsesión cultural con lo exterior, con la juventud, con los atributos materiales, que se presentan como el pasaje más seguro a la felicidad, al éxito y al logro de buenos vínculos, sobre todo de pareja. (A todo esto, como ya sabíamos –y hemos vuelto a comprobarlo recientemente- las personas que han sido bendecidas con el don de la belleza aun así no pueden estar seguras de que les serán fieles).
Sexualmente hablando: creatividad sexualValores universales
David Buss, psicólogo evolucionista norteamericano, investigador y profesor de las universidades de Harvard y Míchigan, realizó a fines de los ’80 uno de los estudios más amplios que se han realizado sobre los gustos y elecciones sexuales (convertido luego en el best seller “La evolución del deseo”). Allí buscó responder preguntas tales como:
¿Qué hace que nos sintamos atraídos hacia otra persona como pareja potencial? ¿Cuáles son las causas de que nos emparejemos? ¿Cuáles son los motivos de ruptura de las relaciones? ¿Con quién nos vamos por el largo plazo y con quiénes simplemente “ligamos”? ¿Qué rasgos hacen mutuamente atractivos a los miembros de nuestra especie? Para esto abordó las preferencias sexuales en 37 países del mundo, repartiendo sus cuestionarios a más de 16.000 personas, abarcando todo tipo de culturas, lenguas y tradiciones. ¿Cuáles eran los rasgos más deseados a la hora de formar una pareja en esta muestra tan diversa? ¿La apariencia física, el dinero, el estatus? ¡Error! Descubrió que los rasgos más deseados en una pareja, de “importancia primordial”, para ambos sexos, eran la amabilidad y la inteligencia.