El déficit  de las cuentas públicas o déficit fiscal, es básicamente una consecuencia de malas administraciones o administraciones fraudulentas. Llegar al déficit cero es un imperativo, pero no de cualquier manera. Si una familia no llega a fin de mes, no es correcto dejar de darle comida a los chicos, no pagar los servicios ni comprar papel higiénico. Hay límites para todo y el gran ejemplo fue la reducción de tasas del intendente de Capitán Sarmiento. Pasaron de pagar más de 100 impuestos a apenas media docena y aumentó la recaudación. La manera de achicar o destruir el déficit, es bajando impuestos y desde ya gastando solo en los necesario, no en festicholas principescas o viajes a lo Elon Musk. Con respecto al consumo, el libertinaje mostrado por los laboratorios que aumentan en promedio un 10% mensual acumulativo y  empresas  alimenticias, se soluciona negociando menos impuestos por una baja sustancial de los precios, una verdadera revolución capitalista. Con respecto a los jubilados, estos son los sostenedores de los insumos básicos, pan, leche, carne, alguna fruta y verdura, ropa esencial. Si ellos pueden consumir, los impuestos vuelven al Estado y achican el déficit, sin necesidad de matarlos de hambre. Las medidas tomadas por los políticos confirman una vez más la falta de criterio. O reparten dinero dibujado para que los respalden en los comicios, o matan de hambre a los más vulnerables con el verso de un futuro mejor. Muchos jubilados no tienen futuro. Hoy el 60% de los argentinos es pobre. ¿Van a seguir apretando?

Esteban Tortarolo                                 

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