Carlos Duguech

Analista internacional

Hay que decirlo: Israel en peligro mortal. No es una aventurada manera de expresar lo que a todas luces se advierte hoy -y mucho se teme- en este sistema de belicosidad brutal que se desarrolla asimétricamente. Es, en modo simple, la explicación necesaria: ordenar en la lista de posibilidades, las que se ven con claridad: las malas y las que se supone o se desea existan, las buenas. Las “malas” ganan terreno a sangre, fuego y perversidad; las buenas pierden todo el terreno que van pisando, sea que provengan de la ONU, de la UE, de la OTAN, de países solidarios del mundo, de dirigentes mundiales con peso propio o prestado, por su pertenencia a determinados conglomerados sociales, políticos, religiosos.

Inimaginable, ayer mismo

Vale percibir que el esquema de visión de la realidad proviene de saber de una relación, esta vez bi-asimétrica, por Hamas (Acrónimo de “Movimiento de Resistencia Islámica”) y Hezbollah (“El partido de Dios”): por un lado y la nación Israel, proclamada en su Declaración de Independencia del 14 de mayo de 1948, por el otro. Dos organizaciones de acción terrorista, si bien diferentes entre ellas en aspectos que merecen ser señalados. Hamas nace de una escisión (de la que devino de los Acuerdos de Oslo de 2013) e integraba el gobierno de la Autoridad Nacional Palestina. Y por las elecciones de 2006, con triunfo sobre el partido Fatah, que aún concentra el poder de la ANP en Cisjordania ocupada. En rigor, ya se dijo en esta columna, una especie de “premio consuelo” esto de la ANP. No fue un acuerdo ni justo, ni vigoroso para la más débil de las partes en la ocasión. ¿Por qué?: los “territorios ocupados” tras la guerra que lanza -preventivamente- Israel el 5 de junio de 1967 (“De los seis días”) seguirían hasta hoy siendo eso: “territorios ocupados” ¡por 57 años! En ellos la “Autoridad” Nacional Palestina casi ni tiene autoridad y siempre, todos los días, bajo el tutelaje cívico-militar de la nación ocupante por acción guerrera. En cambio Hezbollah tiene entidad propia, fuerte, desde 1985, creada y sostenida por el régimen iraní.

Los contendientes que conforman la biasimetría, por no ser estados (Hamas y Hezbollah) carecen de ataduras a normas que pudieran limitar su vocación de actuar con libertad la que se conceden de un modo absoluto (aunque deban someterse, que no lo hacen casi nunca, al derecho internacional).

Es, precisamente, por esa singularidad que los define que hacen tabla rasa con las normas o protocolos que se supone no deberían ni ignorar ni violentar. El terrorist modus está tan lejos de las normas, los tratados, las leyes y la razón entendida desde la percepción de la Humanidad, que pueden hacer cualquier cosa. Las que puedan, las que inventen en cada caso. La superlativa exaltación de su propio accionar, a veces al precio de su propia vida, con el “viento celestial” o “viento divino”, expectativas y deseada culminación del “modo kamikaze”. Ante ello, nada les es oponible al tiempo de los enfrentamientos. Ni al modo que se elige, como ocurrió en el fatídico 7 de octubre de 2023 con la puerta que dejó abierta -sin cerrojos- Israel, en el sur del país. Eso debió haber bastado para que Netanyahu, el “dueño de las llaves”, renunciara. Las atrocidades cometidas por las huestes de Hamas se inscriben en un “paquete de perversidad” que tiene, para más, la cualidad de haber sido elaborado con la intención de que fuera además de letal, sangriento, degradante, bestial. Y eso fue en los hechos. Hechos que, conviene insistir, debieron echar por tierra con la autoridad de un líder israelí que no supo ni quiso exponer una conducta ética y beneficiosa para su pueblo. Sólo le interesaba - y le sigue interesando - el poder para no ser sometido a los rigores de las investigaciones de las denuncias de corrupción y de otro tipo que pesan sobre él. No son pocos los intentos en Israel de doblegar su empecinamiento en permanecer en el poder gestionando la guerra con Hamas y también con el “frente norte Israel´´ que viene atacando sistemáticamente el poderoso brazo armado de Hezbollah desde el Líbano, con lanzamientos de cohetes. Lo viene haciendo desde que empezó la guerra asimétrica Israel-Hamas en apoyo a los islámicos de Hamas, desde el Líbano contra territorio norteño israelí. Pero ya desde la conformación de Hezbollah como una derivación de la decisión israelí de invadir el sur del Líbano en 1982 ocupando casi la mitad del territorio del país de los emblemáticos cedros con el pretexto de crear una valla concreta para evitar incursiones guerrilleras de palestinos afincados allí. Una decisión del gobierno israelí paradojal porque para evitar que desde su vecino del norte provengan ataques palestinos instala su defensa invadiendo territorio soberano de otro país. Su frontera era el lugar de afincar su defensa, no territorio ajeno. Israel se retiró del Líbano recién en el año 2000. Ejerció durante 18 años el dominio militar del territorio de un país soberano. Esto nunca se lo perdonó Hezbollah que durante todo ese tiempo se enfrentó, a su modo, con el ocupante israelí en Líbano.

“Sembrar vientos…”

Es posible que, comprendiendo esto, la visión universal sobre este asunto tenga otra mirada sobre las cuestiones del MO. Teherán, hay que tener presente, es el centro islámico chihita desde donde se alimenta y fortalece a la milicia más poderosa del Medio Oriente: Hezbollah, además de su injerencia en la política libanesa. Y desde donde se mira a Israel con no disimulada vocación de hacerlo desaparecer. Una brutalidad, por cierto. Como muchas otras de la política de todos los “operadores” en MO.

El hijo del argentino asesinado en Cisjordania había sobrevivido a la masacre de Hamas

Todas las armas que hieren y matan son instrumentos de defensa y ataque. Pero, en estos últimos tiempos, con los avances tecnológicos, la perversidad en la gestión guerrera alcanza niveles que afirman la contundencia de aquella expresión que señala al hombre como lobo del hombre. La perversidad del accionar de las milicias terroristas de Hamas en el desprotegido sur israelí del 7 de octubre genera otra desde donde ni imaginaban. Los de la inteligencia Israelí sí imaginaron cómo matar a cada uno de quienes estuviesen ligados a Hezbollah. Inventó el sistema de cargar con explosivos, en fábrica, a los dispositivos de beepers y handies, esos sistemas de comunicación interpersonal. Accionados muchos de ellos se produjeron cerca de 40 muertes y de 3.000 heridos. Ello generó un temor intenso entre las familias libanesas. Una estampida de temores y prevenciones respecto de todos los aparatos como celulares y computadoras. Aunque parezca irracional semejante estampida no deja de ser un perverso accionar de Israel. Por los inocentes de todas inocencia, víctimas. Como en Gaza y sus niños ya muertos por los bombardeos.

Irán, su involucramiento

Sólo decir que si Teherán (chiíta) completa el triángulo con Hamas (sunita) y Hezbollah (chiíta) aun con esas diferencias del tono islámico y coordinan un ataque a Israel, las consecuencias espantosas resultarán obra del verdugo Netanyahu. Es fuerte decirlo: Y hay que decirlo ya: Israel en peligro mortal. Conmueve imaginarlo, siquiera: “Shoá, segunda parte”.

El otro verdugo

Nicolás Maduro, el de Venezuela. Está haciendo todo lo que cree que puede hacer e imaginar con un discurso del más insano contenido. Tanto se demora en desaparecer de un escenario de circo y tragedia. El tiempo, enemigo de la vida normal, en un cadalso inmerecido y sucio de sangre y de barro para un país entero de Sudamérica.