El apriete “por sí o por no” de Sergio Massa en el debate presidencial fue desubicado porque en función de gobierno todo debe explicarse. También por qué se eligen ciertas variables para describir la realidad y no otras. ¿Cuáles hechos hablan por sí mismos? ¿Todos? No; se eligen sólo algunos como relevantes, y además deben interpretarse.

Un ejemplo: de vez en cuando circula un meme, originado durante el gobierno de Mauricio Macri, con una expresión al estilo de “Con Cristina, el dólar a nueve pesos. Ahora, 45 pesos. Contala como quieras”. Si eso fuera todo podría replicarse que “Con Cristina, el dólar a nueve pesos. Con Menem, a un peso. Contala como quieras”. Pero esas comparaciones no son válidas. Todo dato necesita relato. Lo usual es “dato mata relato”, pero eso sólo cuando las palabras no tienen fundamento y la realidad desnuda las mentiras.

Los datos no pueden negarse aunque sí valorarse o interpretarse de diferentes maneras. Así pasa con las jubilaciones. El haber medio jubilaciones SIPA de diciembre 2023 fue 175.203 pesos. A un dólar blue de 905 pesos (1 de diciembre) fueron 193,59 dólares. El mismo haber de septiembre 2024 es 422.657 pesos; a un blue de 1.305 pesos (1 de septiembre) son 323,87 dólares. La jubilación media subió 67,30 por ciento en dólares con Javier Milei.

Bravo. Pero los jubilados gastan en pesos, no en dólares, los precios también subieron en dólares y de todos modos sigue siendo un monto muy bajo. El dato es cierto, la interpretación variable. Eso sí, como la jubilación ahora se ajusta por inflación al menos dejó de caer. Y si no se recupera no es por el veto del PEN. Los diputados y los senadores, por cobardía o especulación, no dijeron qué impuestos deben subir (IVA, Ingresos), o qué gastos deben bajar (programas públicos anulados) o qué empresas deben sufrir (quita de exenciones) para pagar mayores jubilaciones. Por eso fue vetado el proyecto y por culpa de ellos no puede tocarse el tema hasta el 1 de marzo de 2025. El Congreso no sólo tiene la función de decir en qué gastar sino también de definir cómo financiar tal gasto, y no lo hizo. Pura demagogia.

Otra cifra importante fue la variación del IPC de 4,2 por ciento durante agosto, mayor que la esperada. Una pregunta: quienes gritaban que los valores de meses anteriores (en tendencia decreciente) eran mentiras, ¿dirán lo mismo ahora? Otra: ¿significa que la economía se desmorona? No. Los precios siempre cambian, algunos más rápido, otros menos, unos un poco, otros mucho. Un índice que muestre qué pasa con un conjunto de precios será influido por esas variaciones. Pero cuando hay una mala política monetaria el impacto de la emisión es mucho mayor que el de los movimientos normales. Si desaparece la emisión se notan más estos últimos. Hoy la política monetaria es restrictiva pero queda inercia inflacionaria por el exceso de emisión del año pasado porque la incidencia del nuevo dinero en los precios demora varios meses en alcanzar su mayor peso. Actualmente se mezclan esa inercia con los movimientos regulares, más notorios, y la recuperación de atrasos tarifarios que empujan al alza.

Hacia adelante hay que considerar (negativo) que todavía quedan subas de tarifas pendientes, tal vez porque el gobierno quiso mostrar temprano un descenso en el ritmo de crecimiento del IPC y no aplicó todos los aumentos necesarios, y también que la cantidad de dinero sigue aumentando y si el PIB no lo hace la diferencia es presión inflacionaria. Por otro lado (positivo) están la reducción del impuesto País y su desaparición desde diciembre próximo, que los precios no regulados crecieron menos que el promedio y que hay sectores con recuperación de actividad, lo que aliviaría aquella presión. Ahora bien, la actual emisión de dinero es sobre todo secundaria, la producida por el sistema bancario al dar créditos, no la originada en necesidades estatales. Esos préstamos vienen subiendo en general en términos reales desde abril de este año, y en particular el hipotecario durante julio y agosto.

Influyó en esto el superávit del gobierno pues al no pedir prestado al BCRA hay menos emisión, por lo tanto el Central no necesita sacar dinero de los bancos para esterilizarla y con eso queda capacidad prestable sobrante que ofrecer a los clientes. Y si el crédito sostiene la demanda por bienes, así como hace presión sobre los precios también puede oxigenar la producción.

Suele decirse, cuando los datos chocan con la concepción política, que las personas no son números. Cuidado. Si un médico recomienda un tratamiento a partir de los resultados de un análisis de sangre y al paciente no le gusta, ¿qué dirá? ¿Que él no es sólo glucemia o colesterol? Cierto, pero los números indican aspectos importantes de su realidad.

Ejemplos no económicos para el cuidado con los datos: se dice que “el pueblo” protesta y se muestra una plaza llena de personas. Pero la plaza de Mayo se llenó, sucesivamente, para vivar a Hipólito Yrigoyen y a José Uriburu, quien lo derrocó, y para aplaudir a Juan Perón y a Eduardo Lonardi, quien lo derrocó.

Entonces, ¿son “el pueblo” quienes van a las marchas contra el gobierno? No. Son una parte, como quienes sí lo apoyan. Por eso la república democrática brinda un marco para debatir posiciones, contemplando el peso relativo de cada grupo. Que, para los más violentos, no suele superar el dos por ciento de los votos. Tomar decisiones por los gritos en una plaza no es lo mejor.

Claro que los indicadores pueden revisarse, pero eso requiere aporte político sobre qué se quiere medir y científico para esquivar diseños que sólo den el resultado preferido. Y tanto relevar los que se tengan como evitar deformarlos, al estilo de gobiernos pasados, aunque se tema que reflejen resultados indeseados. Las decisiones públicas por impulso suelen ser erradas.