El circuito para que ingrese dinero a la cooperativa escolar empezó con una bolsa de naranjas recogidas del árbol de la vereda, un anafe y un kilo de azúcar. Así comenzaron los alumnos de la escuela Blas Parera a delinear un proyecto que hoy les permite soñar con su viaje de egresados.
Lejos está de ser un caso aislado de cooperativismo escolar. Hoy son muchos los establecimientos que usan este método como práctica educativa. De hecho ayer, en la primera jornada de Economía Social, se presentaron más de 20 emprendimientos. El encuentro se desarrolló precisamente en la escuela Blas Parera, ubicada Villa 9 de Julio.
Alrededor de un mesón, un grupo de alumnas de sexto año de esa institución no daba abasto para contestar todas las preguntas que les hacía el público mientras degustaba distintos tipos de mermeladas. Según contaron, la idea de formar la cooperativa se concretó hace un par de meses. “Todo empezó para juntar fondos para nuestro viaje a Tafí del Valle, y para la cena de egresados. Con la ayuda de una profesora, armamos el proyecto e investigamos en internet cómo se preparaban las mermeladas”, contaron María Medina, Micaela Torres, Aylén Jiménez, Rosa Véliz y Ruth Aguirre, entre otras de las alumnas presentes.
Los primeros productos los hicieron en un anafe. Luego, consiguieron una cocina que les facilitó el gobierno, según contaron. Eligieron tres materias primas para sus mermeladas: las naranjas de los árboles ubicados en la zona, el cayote y la papaya, que también abunda en el barrio.
Aunque todavía no tuvieron ganancias, tienen muchas expectativas con este emprendimiento, al que llamaron “Mermeladas BP”. Cada frasco lo venden a $ 2.500. “Por ahora, todo lo vendido fue usado para invertir en nuestro proyecto”, relataron las jóvenes, que están pensando en sumar frutilla a la variedad de dulces. Además de abonar el gas que usan para la elaboración, compran azúcar y los envases.
Contra el dengue
En la escuela secundaria Tiburcio Díaz, de Simoca, un grupo de alumnos de apenas 15 y 16 años, se especializaron en generar recursos para afrontar un problema de salud que mantuvo en vilo a los vecinos de la zona este año. Después de una investigación, decidieron producir tres tipos de repelentes con plantas nativas para prevenir las picaduras del mosquito Aedes aegypti, transmisor del dengue.
El proyecto surgió también con la intención de juntar fondos para el viaje de egresados, que será dentro de dos años, según cuentan Sofía Roldán, Jazmín Ruiz, Lucía Monteros y Belén Bulacio. “A principios de este año, cuando vimos la gran cantidad de casos de dengue que había en la zona, nos pareció una buena idea hacer repelentes, ya que teníamos plantas en la zona que podíamos usar como materia prima”, remarcaron.
Luego de haber indagado sobre el material vegetal y de recolectarlo, el grupo de estudiantes se encargó de averiguar cómo eran los pasos de elaboración de los productos. Así surgieron tres preparaciones: un extracto acuoso y dos extractos alcohólicos a partir de la utilización de plantas nativas y naturalizadas de la zona, como la citronela y el molle, un arbusto que tiene otras tantas propiedades. De acuerdo a lo que detallaron las alumnas, también se usa para aliviar males respiratorios. “A los extractos, les agregamos vaselina o glicerina para que no resequen la piel”, precisaron.
Piezas de arcilla
La cooperativa de la escuela Ricardo Gutiérrez está formada por tres cursos. Como tiene una orientación artística, los alumnos de sexto año decidieron que su emprendimiento sería de piezas elaboradas con arcilla. El proyecto, que se denomina “En Bloque”, está en plena expansión. Aunque uno de los problemas que tienen es que, según los estudios de mercado, pierden hasta un 32% de rentabilidad por no tener un horno propio para la producción de piezas. A eso hay que sumarle, que algunas cosas se rompen en el traslado hasta el lugar donde alquilan para el horneado.
Tazas, platos, mates, macetas y otros tantos productos ya están a la venta, cuenta Facundo Campos, uno de los alumnos. “Tenemos la promesa de un funcionario que nos ayudará a construir nuestro propio horno, lo cual mejorará en un 50% las ganancias de los chicos”, precisó el profesor de Economía Lucas Palmeri.
La diversidad de los emprendimientos que enmarcan las cooperativas escolares es bastante grande. Hay quienes producen alimentos dulces o salados, están los que hacen artesanías y también ferias americanas. Los alumnos del Instituto Martín Miguel de Güemes, por ejemplo, venden sahumerios para poder pagarse un viaje a Mar del Plata, previsto para fin de año. Ahora intentarán producir ellos mismos los inciensos para obtener más ganancias, según cuentan Diana Ayala y Helien Ledesma. La cooperativa entre los estudiantes funciona así: cada uno puede vender lo que quiera, pero sí o sí deben poner $560 cada mes para que funcione la “sociedad”.
El reciclado también estuvo presente en el encuentro de emprededores, gracias a una cooperativa que funciona en Monteros con 10 integrantes y que se dedica a recoger lo que algunas empresas desechan para elaborar muebles y adornos, entre otras cosas, detalló María Eugenia Agüero. Desde sillones realizados con pallets o con tachos de 200 litros hasta juegos infantiles y adornos con tapitas de gaseosas se pueden encontrar disponibles en la página de Facebook “CoopLibertadltda”.
Una argentina entre los 10 mejores alumnos del mundo: compite por un premio de U$S 100.000El profesor Ismael Vera, presidente de la Asociación Civil de Docentes en Educación y Estudios Sociales (Acdees), señaló que la idea de las jornadas de economía social y circular para estudiantes es que los alumnos no se queden solo con lo que aprendieron en la escuela sobre cooperativas, sino que puedan seguir adelante con sus proyectos y capacitarse sobre cómo gestionar los bienes que necesitan. Por ello, ayer recibieron el acompañamiento de una entidad financiera, del Ministerio de Desarrollo Social y del Instituto Provincial de Acción Cooperativa y Mutual (IPACYM).