En Argentina y en toda Latinoamérica abundan los apellidos descendientes de diferentes grupos culturales, principalmente españoles e italianos. Por eso, es común encontrarnos con muchas personas apellidadas Pérez, Fernández, González, García, Giménez o Rodríguez, por ejemplo.

Concretamente, durante la época de la conquista hispánica sobre el continente americano se impusieron las costumbres de los viajeros por sobre las de los indígenas, quienes debieron renunciar a sus tradiciones y adoptar el sistema lingüístico, social, político, legal y religioso de España.

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A su vez, este estado heredó el hábito de usar un sistema de identificación con nombres de una de las civilizaciones europeas que marcarían un antes y un después en la historia de la humanidad: la Antigua Roma.

Por este motivo, es posible que aún prevalezcan en suelo latinoamericano un gran número de ciudadanos que cuenten con antepasados del Imperio Romano. ¿Cuáles son?

¿Cómo se gestó el sistema de identificación en la Antigua Roma?

Durante la República Romana (del 509 al 27 a.C.) y a lo largo del Imperio Romano (27 a.C hasta el 476 d.C), el sistema de identificación consistió en la Tría Nomina que comprendía las siguientes clasificaciones:

Praenomen: hacía alusión al nombre personal o de pila que distinguía a un individuo dentro de su familia. Era equivalente a lo que hoy se considera como un primer nombre. Cabe destacar que había un número limitado de praenomina, y muchos de ellos eran abreviados en inscripciones y documentos oficiales.

Nomen: este era el nombre de la gens o clan al que pertenecía cada individuo. El nomen identificaba a una persona como miembro de una familia extensa y era equivalente a un apellido en el sentido moderno. Un ejemplo de ello se vislumbra en el nombre "Gaius Julius Caesar", "Julius" es el nomen, indicando que pertenecía a la gens Julia.

Cognomen: originalmente, se trataba de un apodo que se añadía para distinguir a diferentes ramas de una misma familia o gens, y con el tiempo se convirtió en heredado y pasó a formar parte del nombre oficial. Podía referirse a características personales, logros o lugares de origen. Por ejemplo, en "Gaius Julius Caesar", "Caesar" es el cognomen.

Cabe destacar que a pesar de la caída del Imperio, el sistema de identificación se hizo fuerte en España alrededor del 1050, en función de los reportes de la organización Open Edition Book. Como una manera de señalar la adherencia de una persona a una familia, en este aspecto, fue que surgieron los apellidos.

Un ejemplo que clarifica este sistema se encuentra en varios de ellos que cuentan con el prefijo "ez", que por aquel entonces significada "de" y buscaba dar a conocer el nombre del familiar masculino más próximo. Por ejemplo, "Juan, hijo de Lope" terminó convirtiéndose en "Juan López".

Los apellidos de origen romano que circulan en Argentina

Si tenés alguno de estos apellidos, es probable que tus antepasados hayan sido romanos:

Acosta: algunos genealogistas lo consideran procedente de una familia romana asentada en la Península Ibérica.

Costa: procede del sustantivo costa, que significa terreno inclinado.

Romero: procede de la voz castellana romero, que significa peregrino o persona que ha ido de peregrinación a Roma.

Expósito o Espósito: deriva del latín ex positus.

Rossi: se trata de un apellido italiano. Se refiere a rasgos físicos como el cabello pelirrojo o del latín tardío Russus o Rubeu, que más tarde se convirtió en Rojo.

Bianchi: sería blanco en español. Muy frecuente en Italia.

Romano: De Roma. Es el apellido itálico con mayor difusión en Nápoles.

Otros apellidos menos comunes en Argentina que provienen de Roma

Greco: significa griego, es decir, habitante de Grecia.

Fontana.

Marco: procede del nombre de bautismo Marcos o Marco, derivado del antiguo praenomen latino Marcus.

Roma: derivado del nombre personal latino romano, natural de Roma.

Villa: apellido de origen toponímico.

Romeo. Deriva del griego rhomaios que significa peregrino que se dedica a la devoción a Roma.