¿Escucharon alguna vez la frase “tengan cuidado con lo que sueñan, porque se puede hacer realidad”? Quizá también oyeron hablar del “sueño del pibe”. De eso va esta historia.

Disculpen la digresión: ¡qué rápido pasa el tiempo! Y sobre todo en el automovilismo, valga la humorada. Sucede que hay más de una generación de argentinos que se había acostumbrado a ver carreras de la F-1 sólo con nombres de extranjeros. Pero todo concluye al fin (nada puede escapar).

Imaginen qué pasa por la cabeza de los millones de jovencitos de 21 años, la amplia mayoría de ellos con todo un mundo para armar. Imaginen qué pasa por estas horas por la cabeza de Franco Colapinto, que tiene al menos hasta fin de año la enorme chance en lo deportivo de  convertirse en inspiración. Imaginen qué pasa por la cabeza de los fanáticos argentinos de los motores que esperaron 23 años para volver a ver a uno de los nuestros sentado en una de las butacas más codiciadas del mundo del deporte mundial.

Llegar es duro. Es lucha, sacrificio, esfuerzo, disfrute. Es risas, satisfacción, lágrimas. Nunca se sabe qué puede pasar en el camino. Carpe Diem. Colapinto lo sabe. Sí que lo sabe.

Ojo: para el bonaerense llegar así a la F-1 no representa el mejor escenario. Y no le será sencillo entrar en ritmo de competencia en la “máxima” porque sólo tiene una prueba hecha en un circuito, en Silverstone, y con mal tiempo desde lo climático (y pensar que aun así se destacó, logrando registros de vuelta muy cercanos a los pilotos titulares). Pero para eso, para ponerlo en sintonía fina, están las pruebas en simulador, que está haciendo contrarreloj por estas horas en la base del equipo.

Ayuda para que esa adaptación fluya el hecho que ya haya ganado, hace poco tiempo y con un coche de F-2, en Monza. El muy veloz y mítico circuito. Nada menos.

¿Si hay presión?  Muchísima. ¿Ansiedad? También. Pero el piloto dice no sentir nada de eso, porque está enfocado.

Serenidad, tranquilidad, objetivos claros. Eso tiene Colapinto. Es un talento que llega a lo máximo sin la ayuda de las fortunas que suelen pagar ciertos pilotos para ocupar un lugar en la F-1. Hasta en eso es disruptivo.

En esta calesita vertiginosa, la lógica indica que hay que empezar a dar vueltas y tratar de quedarse con la sortija. Franco acaba de quedarse con ella. La compañía de sus representantes y de las empresas argentinos que lo ayudaron a llegar adonde llegó es tan clara como que él mismo se constituyó en un deportista que se hizo a sí mismo en el salvaje mundo de la elite: es influencer, mediático, marketinero y predispuesto a la charla.

El viernes, desde las 8.30, con el primer entrenamiento en Monza, el corazón argentino se hinchará de orgullo, pasión y expectativa. Sí: esto que pasó es una de esas noticias que se dan muy de vez en cuando. Y como primera reacción, habrá que pensar entonces en desempolvar una vieja práctica, la de prendernos a una pantalla a ver a un argentino peleando en la F-1.