Por Federico Lix Klett - Fundador de FALK Impellers y FALK Advertising Matters. Es consultor, comunicador, formador e impulsor de innovación y transformación en las organizaciones.
Imaginemos por un momento que las redes sociales Instagram o TikTok fuesen el mundo real. Quienes vieron Nosedive el profético capítulo 1 de la temporada 3 de Black Mirror sabrán de qué estoy hablando. Si no la viste aún, te recomiendo buscarla en Netflix.
"Nosedive" imagina un futuro cercano donde las interacciones sociales están cuantificadas en un sistema de calificación omnipresente (¿Hola realidad actual estás ahí?). La protagonista, Lacie, obsesionada con mejorar su puntuación para acceder a un estilo de vida exclusivo, se ve atrapada en una espiral de superficialidad y manipulación.
El episodio explora cómo la búsqueda de aprobación social y la “perfección” pueden distorsionar nuestras relaciones, llevando a la represión de emociones genuinas y a la adopción de personalidades falsas. Además, critica la cultura de la cancelación y la facilidad con la que las personas pueden ser marginadas por un simple desliz en su calificación.
La perfección perfecta
Vivimos obsesionados con la perfección. Rostros sin arrugas retocados con filtros digitales, cuerpos esculpidos en gimnasios, vidas que parecen sacadas de un catálogo de un influencer.
La búsqueda incesante de la imagen ideal se ha convertido en una tiranía, un espejismo que nos aleja de nuestra verdadera esencia, de la belleza única que reside en nuestra imperfección.
Pero, ¿qué significa ser "perfecto"? La palabra proviene del latín perfectus, que significa "completado", "acabado", "sin fallas".
Paradójicamente, la perfección, entendida como la ausencia total de errores, es un atributo que nos aleja de lo humano. Es, en cierto sentido, una cualidad divina. Y no somos dioses, y menos mal que es así, amigo lector. ¡Imaginate el estrés que sería ser dioses!
Los seres humanos, por nuestra propia naturaleza, somos imperfectos. Porque es en la imperfección, en la posibilidad de errar, de aprender, de crecer, donde reside nuestra libertad, nuestra creatividad, nuestra capacidad de amar. Y sobre todo, nuestros errores e imperfecciones nos hacen únicos, nos dan nuestra identidad y unicidad.
La Sociedad del Error Prohibido
Tristemente, siento que muchas veces nuestra sociedad nos educa para no equivocarnos, para esconder nuestras fallas, para construir una imagen de perfección que nos aleja de nuestra verdadera identidad.
Desde la escuela, se nos premia por las respuestas correctas, por los resultados impecables, por la obediencia a las normas. Así está bien que sea. Pero a veces, nos olvidamos que el proceso de aprendizaje implica errores, malas notas, esfuerzo y dolor. La enseñanza inicial es un fiel reflejo de lo que será el resto de nuestras vidas.
En una sociedad exitista, el error se convierte en un estigma, en una señal de debilidad, en un obstáculo para el éxito.
Y así, vamos construyendo una máscara, una fachada de perfección, un “avatar de nosotros mismos” que nos protege del juicio de los demás. Pero que también nos encierra en una prisión de autoexigencia y frustración. De sesgos y juicios. Causas de estrés y angustias innecesarias.
No soy psicólogo, pero estoy convencido que el 90% o más de los problemas que tenemos no son reales sino que los creamos nosotros mismos en nuestra mente. “No tengo esto”, “esto que tengo no es suficiente”, “el otro tiene tal cosa y no s ela merece”, etc. Vivimos en una sociedad en donde el “tener” está venciendo, por goleada, “al ser”. Y la Era de la Humanidad Aumentada se presenta también como una oportunidad de volver al Ser por encima del tener.
La Belleza de lo imperfecto
¿Pero qué sucedería si nos atrevemos a romper esa máscara, a mostrar nuestra verdadera cara, con sus imperfecciones, sus cicatrices, sus historias?
Leonard Cohen, en su canción "Anthem", cantaba: "Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz".
La imperfección es la grieta que nos permite ver el mundo con nuevos ojos, que nos abre a la posibilidad del cambio, del aprendizaje, del crecimiento.
Es en la aceptación de nuestras limitaciones, de nuestros errores, de nuestras vulnerabilidades, donde encontramos la fuerza para ser auténticos, para conectar con los demás de forma genuina y para construir una vida con sentido.
Equilibrio entre Exigencia y Aceptación
Aceptar nuestra imperfección, sin embargo, no significa resignarse a la mediocridad. No se trata de bajar el listón, de conformarse con lo mínimo. Para nada es la idea que quiero transmitir.
Es, más bien, un llamado a la exigencia, a la búsqueda constante de lo bueno, lo bello y lo verdadero.
Aristóteles, en su "Ética a Nicómaco", hablaba de la virtud como un punto medio entre dos extremos. La virtud no está en la perfección absoluta, ni en la mediocridad, sino en el equilibrio, en la búsqueda constante de la excelencia dentro de nuestras limitaciones.
Una Oportunidad para el Renacimiento Humano
La Era de la Humanidad Aumentada, en donde veremos una fusión entre tecnología y biología, nos presenta un desafío sin precedentes. No tenemos ningún experimento a gran escala para estudiar el fenómeno de esta nueva era, en la que ya estamos entrando.
Imaginemos un futuro cercano donde las máquinas, las IA, los Agentes de IA –Un concepto que vas a empezar a escuchar muy seguido. Entidades digitales capaces de aprender, razonar y tomar decisiones de forma autónoma– realicen la mayoría de las tareas que hoy consideramos "trabajo".
Es posible que, en un “presente no muy futuro”, las máquinas sean capaces de ejecutar tareas con una precisión y eficiencia que supere cualquier capacidad humana. Sin dudas nos van a superar en casi todas de las tareas que hacemos. Entonces ¿qué consecuencias tendrá ese momento de Singularidad?
¿Qué rol nos quedará a nosotros?
Quizás, paradójicamente, la Era de la Humanidad Aumentada nos brinde la oportunidad de volver a nuestra esencia, de redescubrir el valor de la imperfección, de la creatividad, de la compasión, de la conexión humana.
Dejemos que las máquinas se ocupen de la perfección. A nosotros, los humanos, nos corresponde darle sentido a la vida.
No suframos como Lacie con la aceptación del otro en una realidad paralela. Busquemos siempre nuestra identidad única, hermosa e irrepetible. De esa esencia nuestra vida, ni las Inteligencias Artificiales ni los robots, podrán apropiarse ni reemplazar.
Esta nueva era será una oportunidad de encontrarnos con nosotros y con el otro. De darle un nuevo sentido a nuestras empresas, nuestros trabajos, nuestras pasiones. Entender el mundo como la casa de todos y tener una visión de la humanidad en el contexto infinito de una creación perfecta pero a su vez imperfecta.