El cansancio extremo, la confusión mental, la somnolencia y la desorientación son algunos síntomas de algún daño cognitivo, como el alzheimer o el parkinson. Sin embargo, estos signos, en algunas ocasiones, son indicios de otra enfermedad que no está en el cerebro y que además es reversible.

La encefalopatía hepática, aunque menos conocida que otras enfermedades neurodegenerativas, está ganando atención entre los especialistas por su diagnóstico a menudo erróneo y a la creciente preocupación por su posible aumento en prevalencia. Este aumento podría estar relacionado con el creciente índice de obesidad y otras enfermedades metabólicas que afectan el hígado.

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Un estudio reciente, publicado a finales de junio en The American Journal of Medicine, reveló que la encefalopatía hepática podría ser más prevalente de lo que se pensaba. Investigadores de la Virginia Commonwealth University y del Centro Médico de Asuntos de Veteranos de Richmond, en Estados Unidos, analizaron datos de más de 68.000 pacientes diagnosticados con demencia entre 2009 y 2019.

El análisis de los datos mostró que el 12.8% de estos pacientes presentaban indicadores sugestivos de cirrosis, lo que podría estar vinculado a la encefalopatía hepática. Este hallazgo es consistente con un estudio previo en el que alrededor del 10% de una muestra de veteranos estadounidenses mostraron signos de disfunción hepática.

Encefalopatía hepática: el hígado como origen del problema

El hepatólogo Raymundo Paraná, de la Universidad Federal de Bahía, explica que la encefalopatía hepática resulta de una intoxicación del cerebro debido a sustancias que normalmente deberían haber sido metabolizadas por el hígado.

Este órgano juega un papel crucial en la digestión y la eliminación de toxinas del cuerpo. Sin embargo, cuando el hígado está dañado, estas sustancias pueden acumularse en el cerebro y afectar sus funciones.

El daño hepático puede ser causado por una variedad de factores, incluidos virus como los de la hepatitis B y C, exceso de grasa, alcohol y otras sustancias nocivas. La disfunción hepática puede llevar a una acumulación de toxinas en la sangre, que eventualmente afectan el cerebro, provocando síntomas como letargo, confusión mental, alteraciones en el ritmo del sueño, pérdida de control de esfínteres y temblores en las manos.

"En casos más sutiles, los síntomas de encefalopatía hepática pueden ser confundidos con otras enfermedades neurodegenerativas, complicando el diagnóstico", señala Paraná. La dificultad para detectar los casos subclínicos y menos evidentes puede llevar a diagnósticos erróneos, lo que a su vez puede resultar en tratamientos inadecuados.

Revertir el deterioro cognitivo por encefalopatía hepática es posible

Afortunadamente, el deterioro cognitivo asociado con la encefalopatía hepática es tratable y, en muchos casos, reversible. El enfoque del tratamiento se centra en evitar que el amoníaco, una sustancia tóxica producida en el intestino, llegue al cerebro. Normalmente, el amoníaco es transformado en urea en el hígado y eliminado del cuerpo a través de la orina.

Cuando el hígado no funciona correctamente, el amoníaco se acumula en el cuerpo y puede afectar el cerebro. Para evitar esta acumulación, los especialistas utilizan laxantes específicos para prevenir el estreñimiento, que puede aumentar la producción de amoníaco. Además, en casos más graves, se puede recurrir a fármacos como la rifaximina, que controlan la población bacteriana en el intestino.

"Es crucial identificar y tratar a estos pacientes adecuadamente para evitar confundir su condición con demencia", afirma el Dr. Bajaj.

El tratamiento también puede incluir ajustes en los medicamentos y una dieta baja en proteínas para reducir la producción de amoníaco. En muchos casos, estas intervenciones pueden revertir completamente el deterioro cognitivo asociado con la encefalopatía hepática.