Por Honoria Zelaya de Nader

Para LA GACETA - TUCUMÁN

Los colibríes conversan con la primavera. El sol mira cómo crecen los trigales. Las flores sueñan con la luz, mientras el lebrel de la guerra busca sangre y los medios de prensa a nivel mundial, hablan de Ucrania y Putin.

Por mi parte, me pregunto “¿quién es el hombre?”

Y vuelvo al Oro de los Tigres de Borges. Releo Génesis IV: “Fue en el primer desierto. Dos brazos arrojaron una gran piedra. No hubo un grito. Hubo sangre. Hubo por primera vez la muerte. Ya no recuerdo si fue Abel o Caín”.

En ese instante los brazos de mi nieto menor entrelazan mi cintura y el pequeño sin preámbulos me dice: -Abu, ¿qué es esto de Ucrania? ¿Quién es Putin? ¿Habrá guerra? Tengo miedo.

Lo ubico a mi lado, mientras pienso y siento cuán insoslayable es educar para la paz, para los sueños. Desde tales certezas lo acojo en mis brazos y le propongo: - ¿Qué te parece si hoy, en el Día del Niño, antes de hablar de la guerra de Ucrania y de Putin, dialogamos con poetas que se refirieron al tema? Por ejemplo con esos versos de Antonio Machado que dicen:

La guerra es el crimen estúpido por excelencia, el único que no puede alcanzar el perdón de Dios ni de los hombres. La guerra está contra la cultura pues destruye todos los valores espirituales. ¡Señor! La guerra es mala y bárbara; la guerra es odiada por las madres, entristece las almas mientras la guerra pasa, ¿Quién sembrará la tierra?

Santiago mira hacia el horizonte. Decide dejar a Putin y dialogar con Don Sol.

¡Y oh sorpresa! Don Sol, tomándolo en sus brazos le empezó a contar un cuento de una escritora tucumana: “De cuando los árboles caminaban”

-Hace mucho, pero muchísimos años, cuando los árboles caminaban y podían pasear por la Tierra, sucedió algo que te quiero contar:

Cierto día, Acho -que era un árbol muy estudioso- se preparaba para ir a la escuela. La gran campana de floripón ya había repicado llamando a clase y Acho temía llegar tarde.

Preocupado llamó a Don Sol para que le diera la hora pero don Sol no estaba.

Acho, muy nervioso, empezó a correr.

Corría y corría, velozmente cuando ¡fraccccc…, tuvo que detenerse bruscamente

-¿Por qué..?

Porque un enorme, enormísimo señor pleno de luz y color, gordo, muy gordo estaba cerrando el camino y lo peor era que intentaba pararse y no podía.

¿Sabés quién era?

Adiviná. Tratá de adivinar… Pues bien te lo digo:

Era nada más y nada menos que don Sol. ¡Sí! Don Sol, quién aburrido de estar siempre solo, había decidió bajar para pescar mojarritas celestes en el río Salí, pero bajar, le había resultado fácil. Lo que ahora no podía era subir. No lograba hacerlo sólo.

El caso es que aprovechó su encuentro con Acho y le contó su problema.

Acho inmediatamente decidió ayudarlo.

Lo primero que hizo fue llamar a todas las campanillas azules del Tucumán. Después convocó a los pájaros de Acheral…

-Y esto, ¿para qué…?

Para que los pájaros les prestaran sus alas. Para que las campanillas empezaran a soplar

Inmediatamente don Sol, cual un inmenso gorrión dorado inició su anhelado ascenso, mientras abrazaba con gran fuerza a su inseparable caja de colores. Estaba muy feliz, hasta que de pronto al mirar con atención a Acho, advirtió que el pobre Acho era un arbolito sin color, sin luz, sin sonrisa, sin rocío… y en ese mismo instante decidió hacerle un regalo.

-¿Un regalo?

- Sí, un regalo.

Y sin perder ni un segundo, Don Sol abrió su caja de colores. La CAJA que contiene agua, luz, primaveras, globos y en la que además habita Don Arco Iris. La desplegó sin titubeos e inmediatamente lo bañó a Acho con todo lo que ella contenía. Y mientras lo hacía exclamaba:

- ¡Lap, Acho! ¡Lap, Acho! (lap en el idioma del Sol, quiere decir, gracias ¿lo sabías?).

Los allí presentes, campanillas azules del Tucumán, pájaros de Acheral, violetas silvestres de Famaillá, helechos plumosos y vientos chismosos, todos juntos exclamaban maravillados:

- ¡Lap, Acho! ¡Lap, Acho! ¡Qué hermoso muchacho!

Acho se había transformado en un bello árbol rosado. Y desde aquel día dejó de ser el opaco Acho, convirtiéndose en el bellísimo LAPACHO.

¿Lo sabias…?

Pues bien, como hoy es el Día del Niño te entrego mi regalo.

Lo puedes compartir.

© LA GACETA

Honoraria Zelaya de Nader – Doctora en Letras. Miembro de número de la Academia Argentina de Literatura Infantil y Juvenil.