“Si bien no es definitorio, este partido va a marcar la ambición de la serie”, decía en la previa Marcelo Gallardo. Según su análisis, la victoria de River ante Talleres, en su “ambicionómetro”, no se debe haber dado. En ese medidor el gol de Paulo Díaz que le dio la victoria al “millonario” por 1-0 no midió lo mismo que en el campo de juego.

Si hay algo que no mostró el equipo de Gallardo es ambición. Es cierto que, por más que no se reconozca desde los cuerpos técnicos de los equipos que juegan en los torneos continentales, el ida-vuelta del formato de competencia, da espacio para la especulación. Pero ¡qué peligroso! fue entrar en ese juego, precisamente, poco ambicioso y contrario a la filosofía con la que Gallardo recomendaba debía jugarse un partido de esta instancia.

Ya con la mitad de la eliminatoria en el bolsillo y cuando bajen los decibeles, habrá que ajustar mucho para el próximo partido. Entre ellos aprovechar, ser ambicioso, como exige Gallardo, en las oportunidades que se presentan. Por ejemplo que desde los 14 minutos del segundo tiempo, Talleres jugó con un hombre menos. Pese a esa desventaja numérica, la “T” no se achicó y tampoco River supo inflar el pecho.

En los primeros minutos del partido, los locales fueron los que tuvieron la más clara luego de que Marcos Portillo intentó colocar con sutileza el balón en el palo izquierdo de Franco Armani que, con igual pericia, voló hacia ese lugar para evitar el gol. Con pocas situaciones de peligro para los arcos de Guido Herrera y Armani, los primeros 45 minutos finalizaron sin goles. El trabajo de los arqueros no fue mucho porque el trámite de juego se dio más en el centro del mediocampo.

El tucumano Matías Kranevitter, que empezó como titular en River, estuvo muy activo. En tanto, Ramiro Ruiz Rodríguez ingresó por su compañero lesionado, Alejandro Martínez, en Talleres. El ex Atlético tuvo algunas intervenciones desde los 33 minutos, momento en el que ingresó. También en el banco de suplentes de los cordobeses estuvo Sebastián Palacios completando el trío de tucumanos en el partido que se jugó en tierras cordobesas.

Talleres se quedó sin nada por los condicionantes que tuvo: cambio por lesión y la correcta expulsión de Lucas Suárez tras la falta sobre el tobillo derecho de Adam Barreiro.

La “T” no pudo mantenerse. Por el lado de River Gallardo, que cumplía el segundo partido desde su regreso al club hace unos días, se desesperaba porque sus dirigidos no podían mejorar en el juego. Incluso, a minutos de producirse la expulsión, los cordobeses pudieron vulnerar el arco de Armani. Por más que la jugada fue anulada por fuera de juego de Matías Catalán , la acción dejaba al descubierto la falta de efectividad ante una chance inmejorable para no sufrir tanto en la serie. Por eso Gallardo se desesperaba: sus dirigidos no mejoraban en el juego.

Banco de suplentes

Mientras tanto, también Walter Ribonetto como Gallardo, movieron a sus jugadores desde el banco de suplentes. Ribonetto con la loable intención de ser ofensivo sin todo lo necesario y Gallardo apeló más a la experiencia y a los nombres de jerarquía. Como dijo en conferencia de prensa: “fue un partido típico de Copa”. Acertó una vez más, como en tantas otras ocasiones coperas. Sacó un poco del piberío al que apostó en la formación titular (Franco Mastantuono y Claudio Echeverri salieron) y con los ingresos de Ignacio Fernández y Manuel Lanzini llegó un poco más de equilibrio y de traslado.

Poco, pero suficiente para que la conexión Fernández-Díaz funcionara. Que la conquista se produjera desde la pelota parada no es un detalle menor porque River, ante la falta de contundencia en sus ataques, no tenía mucha más opción que venerar los balones detenidos. Apeló a la atención desordenada de sus jugadores en el área cordobesa y entre su cabeza y el hombro, Díaz la mandó al fondo del arco de Herrera.

“Tenemos que ser un equipo muy inteligente para intentar tener el control del partido por momentos, hacer el daño que tengamos que hacer en esos minutos”, había dicho Gallardo antes de la victoria. Una fórmula correcta, pero que su equipo no aplicó y por poco -cinco minutos tan solo- casi le cuesta quedarse sin la victoria.