Dormir en la absoluta oscuridad puede resultar inquietante para algunas personas. Así es que una pequeña abertura en la puerta, una luz del baño que se cuela o una modesta lamparita puede minimizar los efectos de la noche, pero ¿qué sucede con nuestro cuerpo si dormimos con algo de luz en el cuarto?

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Cuando se consulta a los neurólogos y expertos sobre la presencia de cierta luz en el cuarto a la hora de dormir estos son tajantes en sus respuesta: lo mejor para un descanso reparador es dormir en la más absoluta oscuridad. Este requisito puede ser un desafío sumamente complicado sobre todo para aquellos que acarrean ciertos temores como es el miedo a la oscuridad.

¿Por qué debemos dormir sin ninguna luz?

Las razones de esta advertencia por parte de los especialistas se fundamenta en el hecho de que la luz es la organizadora de nuestros tiempos biológicos al coordinarse con los ritmos circadianos del cuerpo. El sistema circadiano se encuentra en una parte del cerebro conocida como núcleo supraquiasmático del hipotálamo y es el reloj que se encarga de organizar los ritmos de nuestro cuerpo, entre ellos el sueño-vigilia.

Este sistema se sincroniza con la luz. Así la información luminosa llega a la retina, que la envía al núcleo supraquiasmático del cerebro. Este último la convierte en una señal temporal y le indica al organismo tanto el momento de dormir como la hora de despertarse. En este funcionamiento es fundamental la participación de una hormona, la melatonina.

La melatonina es la hormona que nos permite conciliar el sueño y que se elimina en la presencia de la luz. Así es que a mayor cantidad de luz, menor melatonina y por ende mayores consecuencias para el sueño y la salud. La presencia de una cierta señal luminosa puede generar problemáticos efectos en nuestro organismo como un sueño deficiente.

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¿Qué le sucede a nuestro cuerpo si dormimos con la luz prendida?

La presencia de la luz al dormir se ha relacionado con el aumento considerable de la resistencia a la insulina así como frecuencias cardíacas más elevadas. A la vez el sueño deficiente puede tener efectos cognitivos que se traducen en una reducción de la atención y la capacidad de aprender nuevas destrezas y habilidades, así como de memorizar. También aumenta el riesgo de accidentes laborales y de tráfico. Por último, la luz artificial se ha asociado con el desarrollo de enfermedades como las cardiovasculares, la obesidad, los problemas de salud mental y el cáncer.

Por estas razones es importante reducir, lo mayor posible, la cantidad de luz que entra en nuestra habitación. Si somos de las personas que nos cuesta eliminar las fuentes luminosas, una manera de mimizar sus efectos es eligiendo luces amarillentas o anaranjadas por sobre las azules, propias de la mayoría de las pantallas electrónicas. Otra recomendación es ir al baño con la menor luz posible, para no alterar los ritmos biológicos.