Pocas mentes han sido tan prolíficas en la música. Creador de más de 700 canciones e interprete de otras 300, Paz Martínez es, sin duda, uno de los mayores autores y compositores que ha dado la Argentina. “¿Y qué?”, “Amor pirata”, “Ámame en cámara lenta”, “Piensa en mi”, “Entre la tierra y el cielo”, “Qué ironía”... su pluma ha sido responsable de cientos de éxitos, de historias que trascendieron fronteras y el tiempo.
“Es que las buenas canciones no pasan de moda; es una cuestión cíclica. Hay miles de autores y compositores, y muy pocos son los que quedan en la memoria popular; son esos, los que tienen un peso específico importante, los que han calado hondo en la emoción de la gente. Y eso es un gran orgullo”, le dice a LA GACETA, horas antes de su presentación de esta noche, en el Teatro Mercedes Sosa (San Martín 479), a las 21. Socios de Club LA GACETA tienen 2x1 en entradas.
Atiende el llamado como tantas veces lo ha hecho. La voz en el teléfono no parece ser la del hombre-canción; está lejos de la imagen de una figura exitosa, de la de un personaje que ha vendido millones de discos. Cálido, tranquilo y dispuesto a una charla amena, Norberto Alfredo Gurvich abandona por un rato al Paz Martínez y se anima a reflexionar sobre su vida, su carrera y su legado.
No es casualidad que lo haga ahora, volviendo a su Tucumán natal. “Es increíble, pero llego y estoy con los sentimientos a flor de piel. Me bajo del avión, piso el suelo y me siento en armonía”, admite. Y el sentimiento es raro, porque aunque viene seguido, la sensación no cambia.
“Esta ocasión es especial. Quiero visitar el sitio donde nació mi madre. Nunca tuve mucha información de ella... esas cosas que pasaban antes en las familias. Sé que nació en un lugar llamado El Naranjito. Tengo ganas de darme una vuelta respirar los aires que respiró mi vieja”, anuncia feliz.
Una vida de canciones
Poco ha quedado de aquel Tucumán que él dejó de chico y de aquella plaza Yrigoyen que recorría en bici, pero le entusiasma como siempre el regreso. Es difícil preparar el concierto, aclara, y asegura que trata de “equilibrar” sus éxitos con esas canciones que fueron hit en voz de otros.
“Es que me encanta escribir canciones, y nunca lo he dejado de hacer. Aunque, por supuesto, lo hago menos ahora que hace 30 años atrás. Es una disciplina difícil, aunque muchos creen que no. Cuenta la historia que Gabriel García Márquez intentó varias veces escribir un bolero y aunque le pidió ayuda a Armando Manzanero y a Silvio Rodriguez, no pudo. Poder hacerlo, entonces, es un don”, reflexiona. La invención de letra y música ocuparon siempre gran parte de su vida. Sus canciones han sido grabadas por Valeria Lynch, Mercedes Sosa, Rodrigo, María Martha Serra Lima, Luciano Pereyra, Paloma San Basilio, Estela Raval, Armando Manzanero, Pimpinela y hasta la mismísima Madonna.
Cualquiera pensaría que, a sus 76 primaveras, el entusiasmo por construir nuevas historias se agotó. Pero no. “Hoy me siento mejor que nunca; tengo experiencia. Como decía Ringo Bonavena, ‘la experiencia es un peine que te dan cuando te quedaste pelado’. Ahora encuentro una idea y ya sé por dónde llevarla; cometo menos errores... Por eso sigo escribiendo. Las ganas de componer las tengo intactas, y vienen de la curiosidad, y del público, que todavía gusta de las canciones del Paz Martínez, que se siente reflejado en mis canciones, que me dicen ‘parece que esta canción la hubieras escrito para mi’”, comenta.
ChatGPT: la inteligencia artificial que puede escribir de todoNo le preocupan las nuevas corrientes, ni las nuevas tecnologías. El amor es el amor, y ni el chatGPT podrá reemplazarlo. “Se habla muho de la inteligencia artificial (IA), pero carece de algo fundamental que tiene que ver con el arte: no tiene emoción. El año pasado mi hijo le pidió a la IA que escribiera una canción como Paz Martínez. En 20 segundos mandó una letra, y cayó en lugares rebuscados. Es como chupar un caramelo sin sacarle el celofán”, asegura.
Reflexiones
Se convirtió en el autor predilecto de las cortinas musicales de novelas. En 50 años de carrera hizo de todo; recorrió el mundo y llevó su música a los lugares más ajenos. Con eso, y con su familia, ya tiene todo.
“Hoy me siento feliz. Llegué a algo que no me imaginaba. Jamás pensé que mis canciones podrían acompañar a gente aún en los momentos más trágicos. Hace un tiempo me escribió una madre, diciéndome que su hija de 19 años se fue de este plano escuchando ‘Piensa en mí’, una canción que grabó Valeria Lynch. Otra vez, en Mar del Plata, vino un señor a saludarme después de un show. Había ido con su esposa, pero me contó que ella no podía desplazarse porque tenía cáncer. Estaba triste, deprimida... pero cuando yo canté ‘Una canción para que te cuides’, se le dibujó una sonrisa. Esas cosas son muy duras. No puedo aspirar a más”, narra.
Dice que el camino del artista no es fácil, y que la vida ha sido, es -se corrige de inmediato- muy generosa con él. “Yo he alcanzado cosas que no me hubiese imaginado nunca, y sin tener que renunciar a mis principios. Lo que tengo se lo debo a la gente, a mi trabajo, a mi familia que me ha apoyado siempre. Porque la vida del artista no es siempre la de los discos de oro, de éxitos... esos son los momentos que menos ocurren. Es como esa frase que dice que el artista un día come faisán y otro se come las plumas”, concluye.