En nuestra vida se presentan situaciones difíciles de explicar. Y le voy a contar de una. Pero para ello hoy necesito de su inestimable colaboración. En realidad, de su imaginación. Porque sólo así podrá tener una dimensión cabal de ella. Cierre los ojos por un instante y piense cómo se sentiría si estuviera internado en un centro médico y viera entrar a la habitación al empleado con la camilla para llevarlo al quirófano. Está descripto como uno de los momentos que generan más incertidumbre, estrés y miedo. Ve a sus seres queridos que le besan el rostro, le estiran sus manos despidiéndose y augurándole que todo va a salir bien mientras contienen el llanto. Recorre el pasillo que termina en esa puerta doble que desemboca en una sala iluminada a día escuchando el ruido de las ruedas. De seguro que la presión arterial se le disparó a pesar de la voz pausada de la enfermera que intenta calmarlo. Pero es imposible porque ve, levantando la cabeza, ingresar al cirujano y a sus ayudantes con anteojos oscuros y bastón blanco. El corazón se le quiere salir por la boca, sus manos están empapadas de transpiración y escucha de boca del anestesista “sí, ellos son ciegos pero son los mejores se lo aseguro. Tranquilo, tranquilo, tranquilo.” Instante en que usted cae en un sueño del que no sabe si va a despertar ni cómo. Ni cuándo. Terrible ¿no le parece? Bueno esto es la descripción de lo que siento yo y unos cuantos millones de compatriotas cada cuatro años al momento de elegir al presidente del país. Porque desde un lejano 1966, cuando un golpe militar derrocó al gobierno, sucede lo que usted acaba de leer salvo hasta ahora porque algunos de los ciegos que lo van a operar también tienen problemas psiquiátricos… Bueno pero inexplicablemente somos un pueblo de ovejas, manso, dócil y que cree en que el que llegó a la presidencia es mejor que el que se fue. Y así nos va: seguimos disfrutando de una de inflación mensual equivalente a la anual de nuestros vecinos, se crearon o aumentaron más impuestos, los servicios de luz o gas tuvieron aumentos que orillan el surrealismo. Se recortaron presupuestos; los medicamentos tuvieron un incremento del 200% o más y los jubilados contemplan sorprendidos cómo este gobierno que los ignora recibió un “préstamo” para endeudarse en la compra de 24 aviones caza F16 a Dinamarca aun teniendo los ingresos más bajos de América. Y las ¿cuarenta y siete millones de ovejas mansas que habitan Argentina qué opinan? Nada. Por lo único que salen y toman las calles es porque Messi les regaló otra Copa de fútbol.

Jorge C. Álvarez

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